Porque cuando escucho mi triste acordeón
Quisiera reírme y quisiera llorar
Porqué cuando escucho a mi hermano cantar
Quisiera una copa llena de licor
Quisiera un momento olvidar el dolor
Que pasen las penas y sentirme feliz
Al lado de mi hermano
Con quien he batallado
Para poder vivir
Este fragmento del paseo “Mi hermano y yo” escrita por Emilianito Zuleta es sin duda alguna el himno para muchos. Especialmente para los hermanos gemelos Alexander y Mario José Aguirre, quienes nacieron en Valledupar un 15 de mayo de 1976 bajo el seno de Betty Vanegas y Mario Alfonso Aguirre.
Sus vidas estuvieron enlazadas por siempre. Fueron al mismo colegio, presenciaron los mismos cursos y hasta trabajaron en lo mismo.
“Gracias al gran parecido que tuvimos desde niño, aprovechamos para hacer muchas travesuras. En casa, a la hora de la comida, yo me cambiaba el suéter para repetir. Mi mamá se daba cuenta después. En el colegio, nos ponían una cinta para identificarnos. Era muy chistoso”, dijo Alexander, hoy con 47 años.
Sólo cursaron la primaria. La situación económica los llevó a trabajar desde muy niños. Los mayores de 6 hermanos, únicos gemelos de la familia, empezaron limpiando buses cuando apenas tenían 7 años. Una moneda de 2 pesos en 1983 era la gloria para ambos.
“Crecimos en el barrio Doce de Octubre, allí jugábamos boliche y con el trompo juntos. Estudiamos en el Rafael Valle Meza. Pero siempre pensamos en rebuscarnos, por eso llegamos a los buses, cuando nos daban las monedas nos veíamos la cara de felicidad. Siempre nos gustó trabajar juntos”, aseguró Mario.
Las aventuras sobre ruedas duraron poco porque don Mario los sacó a ambos de allí por temor a que cayeran en ‘malos pasos’: “no le gustó algo que vio, entonces decidimos irnos al centro de Valledupar, nos paseábamos con una cajita llena de tizas vendiéndole a la gente”, mencionó Alexander.
Después de la caja de tizas, cuando tenían 12 años vendían lotería y pegantes, pero un día se les ocurrió dejar de dar vueltas: “un amigo dijo que nos viniéramos para acá. Que permaneciéramos sentados aquí con nuestros productos porque nada más era esperar a que llegaran a comprar y listo”.
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Se trataba de la carrera séptima en pleno centro de Valledupar, al lado de la puerta del antiguo Ley, una cadena reconocida de almacenes que estaba de moda para la época. Un espacio que se convirtió en su segundo hogar, donde han permanecido por más de 30 años.
“Y aquí nos quedamos. Aquí seguimos. Empezamos vendiendo casetes, luego cds, películas y hoy encuentras de todo: candados, antenas, hasta calculadoras. De acuerdo a la temporada vamos metiendo más cosas. En navidad también tenemos juguetes”, expresó Mario.
Los gemelos Aguirre, quienes tienen toda una vida en el comercio informal hacen parte del paisaje urbano de Valledupar. La nostalgia invade a cientos de ciudadanos que desde pequeños fueron a ese lugar y hoy, ya grandes, cuando transitan por allí y se vuelven a encontrar con ellos, hacen de inmediato un viaje al pasado.
“Nos pasa a cada rato, llegan y nos sonríen, como si nos conocieran de toda la vida. Nos dicen que sus papás los traían de niños y ahora que ya están grandes, nos siguen viendo aquí, igualitos”, dice en medio de risas Alexander, uno de los gemelos.
Adriana Martínez, de 35 años, confirma lo anterior asegurando que le encanta llegar a ese lugar sólo para recordar una fecha muy especial para ella: “es que aquí venía con mi papá en víspera de navidad. Mientras nos buscaba la ropa para estrenar, siempre pasábamos por aquí y me antojaba de cualquier cosa. Verlos a ellos, es volver a ese momento. Mi papá ya no está con nosotros, pero esa escena me lo devuelve”.
No todo fue igual
Si bien, desde que nacieron los hermanos Aguirre tuvieron los mismos escenarios en casa, el colegio y hasta el trabajo, no todo fue similar para ambos en otros aspectos. Por ejemplo, Alexander se casó dos veces y tuvo seis hijos. Por su parte, Mario permanece soltero y asegura estar muy feliz viviendo con sus padres.
“Nosotros en eso somos diferentes. Yo he sacado adelante a mis hijos con este trabajo, mi hermano cuida de mis padres. No fumamos, no tenemos vicios. Puedo decir que hemos sido felices. Sólo una vez tuvimos una separación”, dijo Alexander.
Esa separación de la que habla Alexander, fue quizás la prueba más grande que tuvo que pasar. Debido a la constante lucha por ser comerciante informal y lo que representa eso para el Estado, ambos tuvieron que presentarse varias veces en el Comando de la Policía del Cesar para ser interrogados por la venta de esos productos. Pero luego de firmar unos documentos y el procedimiento de abogados, salían libres. Sin embargo, una vez no fue así.
“Un sábado llegó la Policía al puesto de trabajo. Me notificaron que tenía orden de captura por defraudación de derechos patrimoniales de autor. Estuve 3 meses en la Cárcel Judicial. Sólo por trabajar. Eso me dio duro. Lloraba todos los días. Fue impresionante. No podía estar con mi familia, con mi hermano. Pero mientras estuve allí, aprendí a hacer manillas y otras manualidades”, expresó Alexander Aguirre.
Mientras permaneció su hermano en reclusión, Mario tuvo que trabajar el doble. Para llevarle la comida no sólo a sus padres, sino a la esposa e hijos de su hermano, “Estaba triste, mal, nos separaron por primera vez. No me daban ni ganas de comer. Fue terrible”.
Tras la experiencia, los gemelos insisten en que fue una prueba dura pero que la lucha seguía. Se organizaron, hicieron parte de la Asociación de Vendedores Móviles y Estacionarios de Valledupar, Asomevec, donde se carnetizaron y desde entonces todo cambió.
“El puesto de trabajo que nosotros tenemos lo adquirimos con mucho esfuerzo, esto es una gloria para nosotros, porque vemos que no hay trabajo y esto nos da el sustento, nos da la comida. Ahora somos 480 en la asociación, y la mejor noticia nos la dieron hace poco, nos organizarán en una galería”, dijo muy contento Mario.
Se trata de un proyecto denominado ‘Plaza de Vendedores’ que se construirá en el barrio La Granja, en el lote del antiguo IDEMA y que según la Alcaldía de Valledupar, contará con 364 locales comerciales, bloque administrativo, cafeterías, plazoleta, baños, parqueaderos y zona de descargue. Esto para ellos es un sueño que esperan pronto se haga realidad.
“Después de tanto luchar, después de tantas cosas que hemos pasado, queremos por fin esa victoria. Mi hermano y yo siempre hemos estado juntos y así estaremos hasta que Dios lo permita. Ojalá podamos ver agarrados de la mano ese gran proyecto. Sólo me resta decirles que sí se puede. Que se amen, lo más bonito que hay en la vida es que la familia esté unida, somos tal como dice la canción ‘Mi hermano y yo’ de Poncho Zuleta”, concluyó.
Quisiera un momento olvidar el dolor
Que pasen las penas y sentirme feliz
Al lado de mi hermano
Con quien he batallado
Para poder vivir
Al lado de mi hermano
Con quien he batallado
Para poder vivir