Durante las protestas en Colombia convergen diferentes actores: los manifestantes pacíficos que legítimamente exigen sus derechos y las tribus urbanas organizadas que son las que terminan cometiendo los actos de vandalismo. Y, ahora, además, se han sumado las bandas delincuenciales que aprovechan el caos que generan las marchas para cometer delitos. Así lo explicó Néstor Rosanía, director ejecutivo del Centro de Estudios de Seguridad y Paz, en diálogo con Señal de la Mañana de Radio Nacional de Colombia.
“Son tres actores muy diferentes, y lo que hemos visto es que la marcha pacífica se ha visto estigmatizada por el proceder de los otros grupos”, puntualizó Rosanía. Y señaló que las estructuras urbanas que se enfrentan con la Fuerza Pública y destrozan la infraestructura son grupos históricos, normalmente anarquistas, que operan organizada y estratégicamente con el propósito de desestabilizar las instituciones y el orden público.
“No son vándalos tirando piedra, son estructuras organizadas. Ellos parten del principio de que la violencia es la partera de la historia y, por este motivo, ellos no llegan a entablar ningún tipo de diálogo, sino a enfrentarse con la Policía y generar caos”, indicó el experto.
Estas tribus urbanas funcionan bajo las llamadas ‘cuatro líneas’: los combatientes, que son los que se enfrentan con la Policía; los logísticos, que son los encargados de disponer de los insumos y provisiones para la refriega, como es el caso de las papas bombas, las piedras, los alimentos y los elementos para protegerse de los gases lacrimógenos; los médicos, quienes velan por la integridad de los integrantes que resulten heridos; y los jurídicos, que acompañan los procesos judiciales contra los miembros capturados.
Agregó que el nivel de organización es tan meticuloso que generalmente actúan cuando la marcha pacífica está por retirarse. “Su gran ventaja es que operan en células, no en grupos grandes, y eso los hace más flexibles”, apuntó Rosanía. Incluso, emplean una estrategia digital para difundir sus enfrentamientos, con ánimo de captar la atención de los diversos públicos y obtener más seguidores.
El experto afirmó que es extraño que las autoridades no tengan identificados a estos actores, considerando que son grupos anacrónicos y que siempre aparecen durante las manifestaciones.
“Las autoridades deberían tener un mayor volumen de inteligencia. Es extraño que todavía sigamos en una posición más reactiva que preventiva. Lo que se espera es que se puedan identificar, porque ellos terminan afectando la marcha pacífica y legítima de los colombianos”, expresó.
Finalmente, Rosanía se refirió a la decisión del presidente Iván Duque de militarizar algunas ciudades como Bogotá y Cali para controlar la seguridad en las protestas. Sostuvo que eso agravaría la situación de orden público, en vista de que el Ejército se ha utilizado en el país para enfrentar problemas en la lógica del conflicto armado y no de la protesta social.
“Militarizar en un momento tan complejo me parece un poco riesgoso. Eso es tratar de apagar un incendio con gasolina, porque el choque va a ser más fuerte, las marchas no van a parar porque haya más Ejército. De hecho pueden ser más fuertes y con mayores tendencias a la violencia. Y esto siempre es una antesala a un Estado de excepción”, concluyó.