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Las adultas mayores, otras víctimas silenciosas de las violencias contra las mujeres

Colombia tiene una deuda pendiente con este grupo poblacional, al no tener información actualizada y verificable, lo que limita la comprensión y dimensión de este fenómeno.
Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las mujeres
Foto de referencia Pixabay
Yaneth Jiménez Mayorga

María tiene 78 años. Se casó hace 60. Al tiempo que se hacía cargo del cuidado de sus seis hijos, trabajaba al lado de su esposo en el naciente negocio propio de venta de calzado. A pesar de laborar de domingo a domingo, ella no recibía una remuneración económica. Su esposo era quien recibía el dinero y les proveía a ella y a sus hijos lo necesario para vivir dignamente. Era él quien administraba la economía del hogar.  

“Algo normal para la época”, dirían algunos. Y puede que así lo fuera. Ella, sumisa, aceptaba esa forma de vida, porque “las mujeres tenían la obligación de obedecer al marido y apoyarlo. De todas formas, en la casa nunca faltó nada”. Durante más de 40 años, ella se encargó de llevar las riendas del negocio (excepto lo relacionado con el dinero) y de la casa, hasta que por diversas circunstancias, el negocio dejó de ser rentable.  

Su esposo optó por vender parte de sus activos y trasladarse solo a otra ciudad, dejando a María sola al cuidado de sus hijos. Él seguía enviándole dinero, sin embargo, la cuota iba disminuyendo al tiempo que aumentaban las exigencias para que ella “no gastara tanto”, al tiempo que empezaba a atemorizarla con que si gastaba se iban a quedar sin nada y no tendría de qué vivir, prácticas que hasta aún se mantienen, haciendo que María, hoy a sus casi 80 años, se sienta una persona inútil, una carga para sus hijos, una aprovechada por “gastar” el dinero que durante tantos años trabajó y temerosa de ser la responsable de la posible ruina que le vaticina su esposo.  

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Casos como este reflejan cómo las agresiones y violencias sobre las mujeres adultas mayores persisten y siguen siendo un reto en nuestra sociedad, más teniendo en cuenta que todavía existen vacíos en las fuentes de información actualizada en la materia, lo que limita la comprensión y una radiografía real de este fenómeno. 

“El Defensor del Pueblo, Carlos Camargo, en una columna menciona que el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses emitió un informe que señala que entre enero y abril de 2022 se registraron 1.176 muertes violentas en personas mayores. En el mismo periodo del año inmediatamente anterior se registraron 1.039 muertes, es decir, un aumento del 13,19 %” indica Francy Camila Amézquita Torres, coordinadora académica de Trabajo Social Bogotá de la Corporación Universitaria Minuto de Dios.

Y agrega,  que “el Instituto Nacional de Salud reportó del 8 al 14 de mayo, 178 casos de personas de 60 años y más, en el evento de violencia de género y violencia intrafamiliar; de las cuales el 70 % son mujeres. Adicionalmente, menciona que la vejez se ve violentada física, y psicológicamente de manera directa e indirecta y es violentada estructuralmente dada la falta de seguridad y autonomía económica que se presenta en ese periodo de vida en el país”. 

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Un panorama sombrío 

De acuerdo con la Corporación Sisma Mujer, la violencia intrafamiliar, otro de los tipos de violencia que afecta en gran medida a las mujeres adultas mayores-particularmente la ejercida por otros familiares- tiene una prevalencia diferencial según los grupos etarios de las víctimas. En las primeras etapas de la vida, afecta principalmente a los niños varones, mientras que, a medida que crecen, las adolescentes y las mujeres adultas se convierten en las víctimas mayoritarias. 

Por su parte, la Fundación Paz y Reconciliación, Pares, revela que entre 2021 y 2022 se presentaron 5.194 casos de violencia intrafamiliar hacia las mujeres entre  61 y 70 años, y  16.827 en mayores de 70. El 63,5% de los casos ocurrieron en vías públicas, y alrededor del 26% en casas de habitación; cerca de 578 casos presentados dentro de la vivienda, apartamento, fincas y similares.

De otro lado, señala Sisma Mujer, la prevalencia y magnitud de la violencia sexual se encuentra relacionada con el contexto familiar. En el 44,45% de los casos, el presunto agresor es un miembro de la familia. Para las menores de edad, este porcentaje asciende al 50,89%. Al menos en el 84,27% del total de casos de violencias sexuales contra niñas, adolescentes y mujeres adultas, el agresor fue una persona conocida. De igual forma, es importante resaltar que en el 11,2% de los casos el presunto agresor fue la pareja o expareja de las mujeres.

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Los datos de la Fundación Pares, indican que entre 2021 y 2022, los casos de delitos sexuales contra las mujeres entre 61 y 70 años, fueron 324; y en las mayores de 70, suman 2.523. De los casos en total, 2.291 se registraron en vías públicas y los demás tienen como escenario establecimientos educativos, casas de habitación, dentro de la vivienda, hoteles, entre otros.

Así mismo, la violencia sexual en los espacios públicos, una violencia que como explica la Representante País de ONU Mujeres, Bibiana Aído Almagro, “está muy normalizada y subestimada, que va desde tocamientos, comentarios verbales no deseados hasta violaciones. No hay información realista, ni datos concretos que puedan ser verificables. Además, hay mucho miedo por parte de las mujeres a denunciar por el estigma que puede causar. Por tanto, hay que modificar la política pública en lo que tiene que ver con el enfoque de género en espacios públicos, desde la generación de datos, la transformación de imaginarios, y cómo se diseña el espacio público para garantizar la seguridad de las mujeres”. 

Para Francy Camila Amézquita, de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, “la violencia en las mujeres de la tercera edad impacta en su proceso de llevar una vejez tranquila. Desde mi experiencia, las violencias que más vive este grupo poblacional son: violencia patrimonial cuando su pensión es administrada por otra persona del núcleo familiar para responder a otras necesidades distintas a las de la persona mayor, la violencia psicológica que reciben por la desvinculación familiar y en ocasiones el mismo abandono dentro de casa o en hogares de protección en donde las familias son abandónicas”. 

Eso, agrega, sumado a que las mujeres de la tercera edad muchas veces “son quienes asumen el cuidado del hogar y de los nietos sin ningún tipo de remuneración, esto atendiendo a que el mismo patriarcado ha delegado a la mujer la labor de cuidar, pero en la medida que la mujer adulta joven está vinculada a lo laboral, hay alguien detrás que desarrolla labores de cuidado para que ella y demás miembros de la familia puedan trabajar: la abuela”. 

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Frente a esto, la docente considera importante resaltar que implica ver la vejez desde la interseccionalidad, lo que implica ser mujer en diálogo con otras esferas personales (ser migrante, ser mujer rural, su orientación sexual e identidad de género, su etnia o condición de discapacidad) ya que en ellos emergen tipos de discriminación diversa.

De ahí que la Corporación Sisma Mujer insista “en la necesidad del fortalecimiento de las fuentes estadísticas oficiales, con enfoque de género e interseccional, pues las acciones encaminadas a la prevención y erradicación de violencias deben estar orientadas por datos confiables y actualizados que den cuenta de las condiciones y riesgos diferenciales de las víctimas”.

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