La revolución como creación: breve historia del diseño gráfico en Colombia (parte 1)
En 2022 se cumplen 100 años del nacimiento de Dicken Castro, uno de los nombres de mayor importancia e influencia en el campo del diseño gráfico, no sólo en Bogotá, sino en toda Colombia. Aunque era arquitecto de profesión, sus trabajos como diseñador gráfico le permitieron grabar su nombre en la historia. Diseñó más de 400 logos para diferentes empresas, firmas y organizaciones, y fundó el primer estudio de diseño gráfico en el país que se dedicó exclusivamente a ello.
En Colombia, él es una de las figuras pioneras del diseño contemporáneo. Sus aportes, junto a los de otros personajes relevantes, han permitido que esta industria se fortalezca en el territorio nacional y crezca a paso afinado, estableciendo sus propios ritmos y visiones.
Así pues, varios son los nombres que se han destacado a lo largo de todo este tiempo y se han dedicado a hacer que el diseño gráfico en el país tenga un sello propio. Su trabajo es la razón por la que hoy muchas personas pueden dedicarse a las artes gráficas y considerarlas no solo como un oficio sino como una profesión.
Entre los que más resaltan podríamos mencionar a Sergio Trujillo Magnenat ‘El pornógrafo’, quien fue más que influyente en las primeras décadas del siglo XX, como uno de los principales referentes del Art Decó en el país. Aunque era dibujante, logró importantes avances en el diseño gráfico, como ilustrador, especialmente.
Trujillo Magnenat era pintor, fotógrafo, escultor y hasta diseñador de interiores. Hizo un poco de todo, y hasta con la tipografía se metió. Fue tan innovador para su época que, incluso, tuvo roces con la iglesia por su visión liberal del arte mural en una sociedad que era sumamente mojigata y conservadora.
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Otro de los nombres a resaltar es el de David Consuegra, contemporáneo de Castro. Ambos comprendieron que la originalidad era lo más importante al momento de diseñar y, si bien los dos aprendieron los principios fundamentales de la composición en latitudes distintas, con visiones distintas, durante toda su carrera estuvieron obstinados con la búsqueda de lo propio.
En 1963, Consuegra regresó a Colombia, luego de estudiar en la Universidad de Yale. Fue el primer diseñador colombiano que se formó en la academia. Suyo es el logo del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Su visión del diseño como arte y como oficio lo llevó a iniciar, junto a Ana Forero de Jacobini, el primer programa de diseño gráfico en el país. En 1967 apareció entre las carreras ofertadas por la Universidad Jorge Tadeo Lozano, que tuvo como uno de sus profesores estrella a un jovensísimo Benjamín Villegas, que es otro de los nombres relevantes en esta historia.
Villegas, con apenas 19 años, comenzó a dictar la cátedra de Diseño y Programación de Publicaciones. Con algo de experiencia en el área de diseño de la revista Lámpara, a donde llegó para suplir la vacante que dejaba Fernando Botero como director de arte, fue uno de los nombres destacados de ese programa y del campo en general. Más tarde, sería una pieza importante para el desarrollo del diseño editorial en el país con su sello Villegas Editores.Benjamín Villegas /
Si hablamos de sellos, no podemos dejar de lado lo hecho por la que es, de lejos, la mejor cartelista del país, Marta Granados. Su obra es tan sofisticada que no es posible enmarcarla bajo un solo concepto. Es, simplemente, inclasificable.
Además de excelente cartelista, Granados es una excelente diseñadora editorial. Le debemos, entre otras cosas, el diseño de la Biblioteca Básica Colombiana.
Realiza portadas de libros, de discos y carteles culturales, incluidos excelentes diseños para películas. Su serie sobre Colombia (Colombia es energía, Colombia es verde, Colombia es fuerza) es buena muestra de su trabajo. Para Marta Granados el cartel debe tener una utilidad, una función social. Y lo concreta con diseños geométricos, organizados, donde tienen papel destacado la luz y los colores, sobre todo verdes y morados (El Cartel. Dos siglos de publicidad y propaganda, Antonio Checa Godoy, p. 182).
Carlos Duque y Antonio Grass no pueden quedarse por fuera, y por favor, mucho menos Camilo Umaña. En el caso del primero, a día de hoy su legado lo acobija. En los años ochenta impuso el que, hasta ahora, ha sido su trabajo más representativo, su ‘Mona Lisa’. Fue el encargado de diseñar el cartel que acompañó la campaña a la presidencia de Colombia del asesinado líder liberal Luis Carlos Galán. Aquella imagen estremeció, como lo afirmó alguna vez el editor Nicolás Morales, los imaginarios del mundo gráfico. Su éxito ha sido casi insuperable.
Duque ha marcado a toda una generación de diseñadores que combinan su trabajo con la fotografía, siendo influyente en el diseño de revistas, logos y campañas publicitarias. Quizá, el afiche de Guadalupe años sin cuenta sea una de las mejores piezas gráficas que se han visto en la historia de los carteles de teatro en el país.
Influido por una experimentación formal producto de la expresión del tecno en los ochenta (baja resolución de imagen y alta tecnología), pero articulando con sagacidad las características propias de nuestro medio, Carlos Duque logra fusionar imágenes tipo collage o fotomontaje con gran carga emocional y onírica para carteles de teatro como los realizados para el Teatro Popular de Bogotá y el Museo de Arte Moderno de Bogotá, y eventos masivos como la Feria del Libro. Su dinamismo al enfrentar nuevas propuestas lo lleva a mezclar cierta racionalidad con el azar, la intuición y el conocimiento claro del contexto socio-cultural en el que se inscriben (Arte en los noventa, Carlos Alberto Torres, p. 80).
Antonio Grass engendró cientos de dibujos y logos basados en el pasado cultural indígena de Colombia. “Si lo prehispánico fue su cantera”, dice Morales, “lo hizo tan bien que superó a sus referentes”. En 1977, consigue, por segunda vez, el primer puesto en la Bienal de Libros de Arte de Israel. La primera vez que consiguió el galardón fue en el año 1973, un par de años después de que Carlos Duque ganara un concurso para diseñar el logotipo de los VI Juegos Panamericanos de Cali. Grass fue, y sigue siendo, uno de los diseñadores gráficos más revolucionarios del país.
Ya lo mencionamos a Villegas en el campo del diseño editorial, por ello, no podemos dejar de lado a Camilo Umaña. Probablemente el mejor diseñador del país en este campo. Decenas de portadas de libros y libros enteros, y colecciones sumamente armónicas, le han permitido cultivar una obra que es más que excelsa. Su trabajo resalta por una belleza y unidad gráfica sin margen de comparación.
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La lista es interminable. A decir verdad, la historia del diseño gráfico en Colombia ha obedecido más que a tendencias, al trabajo de personas que se han encargado de situar una visión específica en un contexto que les era sumamente hostil. Sus aportes han hecho que el campo no pare de evolucionar y situar sus intereses en la búsqueda de nuevos retos, tanto en lo individual como en lo colectivo, obedeciendo siempre a lo local, a lo nativo, a lo realmente original.
De alguna manera, el diseño gráfico [en el país] inicia con el reconocimiento del diseño presente en la cerámica, orfebrería y textiles precolombinos, particularmente a partir de las investigaciones sobre símbolos y gráfica prehispánica realizadas por Antonio Grass, la investigación y exposición de sellos y rodillos precolombinos de Dicken Castro y los estudios de la orfebrería muisca de David Consuegra, en los años setenta (Arte en los noventa, Carlos Alberto Torres, p. 32).
¿Dónde comenzó todo? Algunos hechos claves
De retazos está hecha, pues, la historia de las artes gráficas en nuestro país. Si establecemos una línea de tiempo, podríamos decir que todo inicia a finales del siglo XIX, pero es seguro que un par de años antes ya se daban algunas aproximaciones.
Es en 1881 cuando empiezan a desatarse los primeros hitos de relevancia para esta industria, con la diagramación del Papel Periódico Ilustrado, que se destacó por sus avances en el campo del grabado y la creatividad en la diagramación. Un año después, Abraham y Abadía Cortés fundaron una de las primeras tipografías en Colombia.
La intensa actividad editorial de finales del siglo XIX está representada en la aparición de periódicos y ediciones literarias, la conformación de las primeras empresas de artes gráficas y la naciente actividad comercial e industrial, que demandan la necesidad de incorporar a los procesos y estrategias de comunicación criterios editoriales, de mercadeo y en general de planeación, que se asocian de alguna manera con el concepto actual del diseño gráfico.
Sin duda el personaje más representativo aquí es Alberto Urdaneta (1845-1887), hombre polifacético con un amplio sentido y visión cultural, particularmente interesado por el periodismo y los medios impresos y cuya obra principal, el Papel Periódico Ilustrado, es todavía reconocida por su impecable factura y criterio editorial (Arte en los noventa, Carlos Alberto Torres, pp. 32 – 33).
Estos antecedentes permitieron que, en 1889, en Medellín, se fundara la tipografía Félix de Bedout o del Comercio, importante para el avance técnico en la industria al introducir la primera prensa de cilindro. En aquella época tan solo existían las de mano. Esa primera prensa servía para imprimir tarjetas de visita, más que todo. Fueron muy utilizadas en la primera mitad del siglo XX.
La tipografía De Bedout fue de las primeras en Antioquia y, probablemente, una de las más antiguas del país que estuvo vigente durante más de 100 años. Al momento de su fundación, don Félix de Bedout tenía apenas 21 años. El joven acababa de salir del colegio y quería tener su propio negocio, sin embargo, no contaba con los recursos suficientes para ello. De igual modo, se lanzó y echó a andar una tipografía modesta con lo más básico que consiguió cubrir.
Para 1937, la tipografía ya había tenido dos sedes y en ese año se trasladaron definitivamente a la de la carrera Bolívar con calle Moore, espacio que ocuparían hasta el día de hoy. La edificación será intervenida para construir un espacio que formará parte del campus de la Universidad de Antioquia.
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En ese entonces, comenzaron a imprimir los periódicos El Comercio y El Industrial, y se aventuraron en el mundillo editorial. Publicarían más tarde una edición de La felicidad conyugal, de León Tolstoi. A partir de 1953, a imprenta se consolidó como una de las más importantes de Colombia y de América Latina. Tenían presencia en las cinco naciones más importantes del continente. Aquella buena fama duraría varios años y a día de hoy es un legado que no ha podido dejarse de lado.
Y si hablamos de cosas que no es posible dejar de lado, no podemos omitir la aparición de El Tiempo, en el año 1911. En sus inicios, cabe decirlo, tenía estos avisos clasificados en su página de apertura. Los lectores se informaban primero sobre los posibles trabajos ofertados o las ventas de artículos antes que de las noticias mismas. En ese mismo periodo nace en Manzanares, Caldas, el pintor e ilustrador Sergio Trujillo Magnenat, y un año después de la aparición del periódico dirigido por la familia Santos, se funda en Medellín El Colombiano.
Unos años después, hacia 1916, se funda la revista Cromos. Fue lanzada como una revista semanal ilustrada. En sus portadas acostumbraban a publicarse pinturas de reconocidos artistas colombianos, cosa que imitó en su momento Lámpara, especialmente, bajo la batuta de Benjamín Villegas.
Casi que una década después, en 1922, nace en la ciudad de la eterna primavera, el arquitecto y diseñador Dicken Castro. Dos años después, Coltabaco crea uno de los primeros departamentos de publicidad para una empresa colombiana y un año más tarde, Ricardo Rendón y Miguel Ángel del Río ganan un concurso para diseñar la etiqueta de los cigarrillos Pielroja, considerada como uno de los diseños más importantes en materia de marca para Colombia. Ha estado vigente por más de 80 años.
Hacia 1935, la revista Pan, dirigida por Enrique Uribe White, se consolida como una importante pieza para la divulgación artística y cultural del país. Por esa misma época, se fundan varias de las primeras agencias de publicidad en Colombia, y un año después, en 1936, Sergio Trujillo Magnenat marca un punto importante en lo referente a los alcances de la ilustración con la Revista de las Indias y Rin Rin.
A partir de entonces, y hasta finales de los años treinta, se diseñan los logos de la Compañía Nacional de Chocolates, Coltejer, Fabricato, todas marcas representativas del país. Estos diseños corrieron por cuenta de Humberto Chávez, Félix Mejía, Jaime Posada y Luis Eduardo Viecco. Finalizando la década, en 1939, estos hitos encontrarán resonancia con el nacimiento de uno de los hombres más influyentes para el diseño gráfico en Colombia. Ese año, en Bucaramanga, Santander, llega al mundo David Consuegra.
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Un año antes, en 1938, Trujillo Magnenat diseña los carteles para los juegos bolivarianos, que se convierten en un hito muy importante de diseño gráfico en el país, y en 1940, Hernando Téllez Blanco llega a Bavaria para dirigir el departamento de Publicidad de la compañía, en colaboración con el pintor Cavanzo. Y en el curso de esos años, entre 1937 y 1940, Santiago Martínez Delgado dirige la revista Vida, fundada en el año 1935.
Martínez Delgado fue un importante pintor e ilustrador colombiano que dedicó buena parte de su obra al muralismo. Se educó en Chicago, en donde compartió con artistas de la talla de Edward Hopper. Fue su compañero por cinco años, tiempo en el que tuvo a Frank Lloyd Wright como su mentor.
En 1945, en Duitama, Boyacá, nace la diseñadora Marta Granados, y en 1946 nace en Palmira, Valle, el fotógrafo y diseñador Carlos Duque, casi al tiempo que se funda la revista Semana, cuyas primeras portadas estuvieron a cargo del caricaturista Jorge Franklin Cárdenas, nacido en Bogotá en el año 1910.
Franklin inició sus estudios universitarios en 1929 y un año después ingresó a la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, España. Allí perfeccionó su técnica en el dibujo, la pintura y la escultura. En 1933, y por tres años consecutivos, participaría como caricaturista en el Salón de Otoño, realizado en la capital española, para luego, en 1935, ser el autor de varios de los murales en la fachada de los cines Actualidades y París Madrid, que hacían alusión a las películas exhibidas por aquellos días.
Franklin estuvo presente en exposiciones con la Alianza Colombo Francesa de Barranquilla, en la Casa de la Cultura de Santa Marta y otros escenarios. En 1983, con motivo del centenario del natalicio de Porfirio Barba Jacob, el Ministerio de Comunicaciones le encargó el diseño de una estampilla con la imagen del perfil del poeta. Aquella sería una de las imágenes de mayor reconocimiento popular en toda su carrera.
Un par de décadas antes, nacía en Bogotá, el 22 de agosto de 1948, el diseñador y editor Benjamín Villegas, y cuatro años después se fundó la revista Lámpara, que vendría a ser la puerta de entrada al diseño gráfico para Villegas, quien sería clave para el vuelco que tuvo el proyecto en materia estética y funcional. Unió los nombres de los escritores más importantes del país con los de los artistas más relevantes de entonces. En ella colaboraron artistas y escultores como Eduardo Ramírez Villamizar, Omar Rayo, Peter Aldor, Fernando Botero, que durante un tiempo fue su director de arte, Alejandro Obregón y Enrique Grau, entre otros.
Por aquella época, la caricatura tomó mucha fuerza en el campo de la publicidad y comenzaron a imprimirse los primeros periódicos a color en el país.
Finalizando la década del 50, aparece uno de los logotipos más reconocidos a nivel mundial, en cuanto a marcas se refiere, el de Juan Valdez, que, si bien ha marcado un hito en el diseño de marca en el país, no fue diseñado en Colombia. La agencia norteamericana Dayle Dan Bernbach fue la responsable de su gestación, por encargo de la Federación Nacional de Cafeteros.
Hay mucho más por contar sobre esta historia construida a través de los trazos de diferentes artistas. Un relato que continuaremos en la parte dos que pueden encontrar aquí.