Lo ha dejado todo, sus clientes, la construcción de sus propias colecciones, para concentrar toda su energía en un proyecto de alto impacto social en el país, ‘Historias hechas a mano’, que ahora cruza fronteras y llega a comunidades artesanales de México y Guatemala.
Un proyecto que arrancó en Colombia el año pasado, con el que se busca potenciar y conectar proyectos productivos sostenibles entre comunidades, brindando nuevas oportunidades de empoderamiento, encadenamiento y mejoramiento productivo a través del concepto de moda consciente para reunir el saber hacer de artesanas con el supra-reciclaje.
Ahora, tanto en México como Guatemala, ‘Historias hechas a mano’ tendrá un proceso de nueve meses, entre el acompañamiento, la exploración y el intercambio artesanal entre países, así como la apertura de espacios comerciales.
Juan Pablo Socarrás ya vivió un primer encuentro con la comunidad artesanal en México, y ya se prepara para viajar a Guatemala, mientras que en Colombia no para de trabajar en distintos territorios, para no dejar perder los oficios artesanales del país, que sean viables comercialmente y se haga memoria.
¿Cómo culminó este proyecto de ‘Historias hechas a mano’ en Colombia?
El año pasado culminamos el proyecto impactando a más de 122 mujeres, en un principio serían solo 67. Tuvimos la oportunidad de llevarla a ferias como en Cartagena para que lograran una venta directa con hoteles y demás, incorporando los materiales de transformación en sus productos.
También hemos logrado que estas mujeres, que se encuentran en distintas partes del país, entren en contacto y empiecen a trabajar con otros diseñadores.
Lo más importante como proyecto no es solo trabajar con ellas, sino dejarles las habilidades para que puedan ser viables y sostenibles durante el tiempo.
¿Cómo surgió la idea de llevar este proyecto a Guatemala y México?
Cuando terminamos Colombiamoda, con gran éxito, a mí me da ‘depresión postparto’ tras cada desfile, y la vicepresidenta de Coca Cola, Ángela Zuluaga, me dijo: “¿Por qué vas a estar deprimido? si ahora debes trabajar el proyecto en otros países”.
La verdad no lo creía, y Coca Cola quería implementar este proyecto en siete países, pero no creía lograr llegar a tantos lugares, por lo que llegamos a un equilibrio de tres países como México, Guatemala y Colombia.
¿Por qué estos países?
Por la fortaleza de su sector artesanal, por su tradición, pero también por lo que nos une, pero también por todo el conocimiento que nos permitirá explorar.
Desde marzo comenzamos la selección de las personas y los aliados, para poder trabajar mejor con las comunidades en México.
¿Son claves los aliados en cada país?
Lo más importante es poder trabajar en equipo, porque es un proyecto de cocreatividad. Lo que nos diferencia de otros proyectos es que nosotros buscamos dejarles habilidades a las mujeres con las que trabajamos, para que aprendan de su modelo de negocio, a costear, mejoramiento de sus proyectos, técnicas y oficios, así como el mejoramiento de sus marcas, redes sociales, entre otros.
Con el aprendizaje logrado el año pasado, trabajando en diferentes partes del país en más de diez departamentos, seis comunidades indígenas y una inmigrante venezolana. Este año tomamos la decisión, para ser medible todo el proceso, vamos a trabajar con 30 mujeres por cada país y de una sola comunidad.
Todo con el fin de saber qué está ocurriendo con la juventud de estas comunidades, saber qué quieren, si desean seguir con estas tradiciones.
¿Cómo han desarrollado el tema de inclusión?
Lo que estamos logrando en lugares como Soata, en el Valle de Ubaté, es incluir niñas y jóvenes en las capacitaciones en el tejido en Colombia, para que estos oficios no se pierdan, porque están tendiendo a desaparecer.
Lo más importante es que nos sintamos orgullosos. Como colombianos no vemos como una profesión el ser artesano, pero es para sentirse orgulloso tener y mantener ese legado vivo, porque son maestros que tejen el ADN de un país, y nos hacen diferentes al resto del mundo.
¿Cómo han sido estos primeros meses de trabajo en México?
Al final nos unen las mismas características. Estoy trabajando con una comunidad bordadora en Oxajaca, de sexta, séptima y hasta octava generación están bordando.
A ellas les sucede lo que les ocurre a muchos artesanos en distintas partes de América Latina, no les pagan bien e incluso son maltratadas. No somos salvadores, pero llegamos para que aprendan a cobrar bien, pagos justos, con sostenibilidad integral, no solo ambiental, como el que puedan vivir de este trabajo.
Ellas al principio estaban muy prevenidas, porque no habían tenido buenas experiencias, pero al final logramos romper esas barreras y se han llenado de emoción con el proyecto.
México tiene bien desarrollado el tema de legislación sobre artesanías...
México tiene leyes bastante fuertes en cuanto a la protección de este tipo de desarrollo cultural, por eso tienen varias marcas demandadas en el mundo, por el mal uso de elementos de este tipo de comunidades artesanales, o replican sus técnicas en otros países, lo cual está prohibido.
Queremos que entiendan que buscamos fortalecer su emprendimiento, su cadena de valor y el producto final. Ellas suelen vivir de distintas actividades, pero siempre están muy abiertas trabajando en este proyecto.
¿Qué tan difícil es trabajar con comunidades artesanales?
Es un proceso de paso a paso, estamos incluyendo materiales poco a poco, comenzando por los hilos que en algún momento fueron botellas plásticas, porque lo más importante no es el material, sino las técnicas y los oficios tradicionales.
¿Cómo es el banco de horas?
Creamos junto a Coca Cola un Banco de Horas, donde sus empleados van donando horas a estas comunidades para compartir conocimiento en sus diferentes áreas. La idea que una empresa como Coca Cola se vincule no es solo aportando dinero, también que comparta su conocimiento.
¿Le da tiempo a su proyecto social?
Este se convirtió en mi único propósito, en mi único proyecto. Cada día me levanto para trabajar en él.
Además de este proyecto en tres países, estoy en el Magdalena Medio capacitando a más de 50 mujeres en confección, también en Putumayo trabajando con ocho comunidades indígenas haciendo un rescate de memoria tras sufrir de desplazamiento forzado.
Ha sido muy fuerte dejar el día a día de mi taller y de mis clientes para hacer impacto social.