En medio de las turbulentas corrientes de información que actualmente corren por tan diversos canales, a la radio le urge reinventarse sin dejar atrás los fundamentos que la hicieron, quizá, el medio de comunicación más influyente durante décadas. Las formas en que ello puede suceder es el tema de esta segunda entrega de la conversación que sostuvimos con Francisco Godinez Galay, director del Centro de Producciones Radiofónicas (CPR) y miembro fundador del Foro de Documental Sonoro, Sonodoc. (Encuentra aquí la primera parte)
¿Cómo aparecen las posibilidades de experimentación en la radio?
Por ganas, por revalidar a la radio como un juego que nunca deja de serlo, que nunca tiene que dejar de serlo por más profesional que uno sea. Y por más que uno viva de esto. Es animarse a hacerse preguntas, animarse a tratar de hacer las cosas de otro modo. Cuando uno se va metiendo más, vinculándose, viendo qué ha pasado en la historia de la radio, uno empieza a descubrir que hay cosas fantásticas. Las posibilidades aparecen explorando instintivamente, cuando uno se despoja de aquello que aprendió, de los manuales de radio, los géneros y los formatos que aparecen en la radio comercial, cuando se cambian elementos, cuando se cuestiona. Siendo nosotros una productora de contenido sin las urgencias de una emisora, nos dimos cuenta que podíamos probar equivocarnos y además que podía ser una responsabilidad y un aporte nuestro. Si las emisoras tienen que mantener programaciones 24 horas al aire, mucho en vivo, quienes estamos en la producción como autores independientes o como organizaciones como la nuestra, podemos hacer una exploración diferente que nos dé alguna idea, algún concepto distinto.
A partir de allí, empezamos a meternos, a indagar, a escuchar, a ver que hay toda una cantidad de trabajo que se puede llamar arte sonoro o que utiliza las formas de la estética sonora para otros fines. Por ejemplo en las radios públicas de Europa que, claro, teniendo un presupuesto estatal sin la necesidad de tener raiting, podían darse esta responsabilidad / lujo de explorar con formas artísticas. Nuestro lugar es mucho más humilde, sin presupuesto. Somos un grupo de personas que no vivimos del CPR, pero así y todo podemos hacer esa exploración. Entonces, es como un doble camino. Instinto, que es bueno porque uno trata así de modificar aquello que aprendió aún sin “contaminarse” con el radioarte, el arte sonoro, y en paralelo, abrir la escucha, conocer otros autores, otras tradiciones. Entonces, bueno, instinto y un poco de “cara dura”, si se quiere, para probar y experimentar.
Fragmento de 8:46 (Francisco Godinez), pieza sonora sobre el asesinato de George Floyd. Producción completa aquí.
¿Cómo se hacen esas esas piezas, cómo se aborda el uso del radioarte en la praxis?
El radioarte y otros géneros como el documental sonoro, que es un poco más periodístico, son igual géneros muy de autor o de autora. Entonces cada uno tiene su método, su forma de llegar a las ideas. Puede salir de la casualidad, un sueño, algo que te dijeron. Se te ocurrió un tema y después decir algo sobre eso. O se te ocurrió un sonido o escuchaste un sonido y te parece que eso es tan importante o denso que hay que ponerlo en relieve o tratar de decir algo con eso.
Claro, se puede hacer en algunos casos guión, dependiendo mucho de cuán experimental sea. Cuando la voz forma parte, es muy posible que haya también un guión o un libreto. Cuando es puramente experimental o abstracto, puede haber combinación. Después en el momento del montaje, eso que uno tiene como sonoridad en la cabeza, lo pasa a sonidos. Y ahí hay un desfase, hay una una brecha y también es parte de lo creativo, encontrarse con la realidad de cómo suena lo que uno imaginó. Ahí hay que explorar y experimentar.
Fragmento Clamores (Francisco Godinez), pieza sonora sobre la explosión social iniciada en octubre de 2019 en Chile. Producción completa aquí.
En lo que hemos explorado nosotros como CPR en todos estos años, hemos encontrado algunas técnicas. No son para crear radioarte en específico, pero sí para crear géneros híbridos o formatos diferentes. Todo en realidad vino mucho del instinto y después hemos teorizado y hemos dicho, “ah, bueno, lo que estábamos haciendo era esta serie de cinco o seis cosas”. Son como excusas para hacer algo diferente y salirnos de los corset de lo que debe ser. Uno se pone frente a la hoja en blanco o frente al grabador en blanco y dice “qué quiero contar” y “cómo”.
Ahí puede aparecer la hibridación. Hay dos géneros que en apariencia son diferentes, a ver qué pasa si los junto, qué pasa si los cruzo. Esa técnica te impulsa a contar las cosas de otro modo. Lo que pase está en el terreno del error, la casualidad, el azar, el probar. Pero hay un punto de partida que es decir, “bueno, voy a hibridar dos géneros clásicos y a ver qué pasa”.
Fragmento Crónica urbana - Lima, Perú (Francisco Godinez). Producción completa aquí.
La resignificación puede ser otra. Un género clásico: ¿qué es el radiodrama? ¿qué es la ficción sonora? Tienen ciertas características. ¿Y si le saco una de esas características que me han dicho siempre que tiene que ser o se la cambio por otra cosa, qué pasa? En la ficción sonora hay escenas, hay efectos, hay personajes, hay diálogos. ¿Y si hago una ficción sonora sin la voz humana, es posible? Esa pregunta catapulta una serie de cosas que después van a pasar. Algunas serán más artísticas, más comprensibles. La brecha será mayor o menor entre el autor y el oyente.
Una que hemos usado bastante es la traducción de otros lenguajes, de otros soportes, a lo sonoro. Ver qué pasa con los territorios digitales y otras formas de comunicación que aparecen, ¿se pueden traducir a lo sonoro? ¿cómo sería un twitt sonoro? ¿cómo sería un meme sonoro? ¿cómo sería un cómic sonoro? Lo que se intenta es extraer los códigos de ese soporte o ese otro lenguaje y traducirlos a lo sonoro. Ahí se genera algo nuevo.
Después el reformateo. Jugar con las duraciones de las cosas. Hoy con el territorio digital, cuando uno hace un contenido, puede hacerlo de diferentes duraciones para diferentes ocasiones, públicos o plataformas. Entonces, uno puede hacer un documental sonoro de 50 minutos para una emisora convencional, pero, además, una versión más larga para quien quiera escucharlo como podcast o una versión en capítulos para quien quiere emitirla semanalmente. Esto también puede ser una clave de generar algo nuevo a lo que quizás uno no hubiera llegado si no se hacía algunas preguntas.
Luego, cuando hablaba de estos géneros de autor o de autora, también se puede subvertir eso. ¿Qué pasa con la producción colaborativa, colectiva? Es como un incentivo para producir algo diferente. Podemos hacer un “cadáver exquisito” sonoro. Nosotros lo hemos hecho. Alguien produce una parte, se la pasa al siguiente de la lista que debe sumarle algo, juntar esas dos partes y pasarlo a un tercero. Más allá del contenido final, se produce una metodología, se producen ideas, se produce un proceso valioso.
Entonces, bueno, algunas de esas técnicas producen radioarte. Otras producen contenidos más convencionales, una campaña, un programa, una entrevista, un documental, pero que pone a disposición de la narrativa sonora en general las motivaciones del radioarte o del arte sonoro. Ojo, que no es la revolución en cada pieza, tampoco creemos eso. A veces uno llega resultados que podrían entenderse como una pieza posible. Digamos, no es la gran innovación, pero también el proceso importa, cómo uno llega, haciéndose otras preguntas y por otros caminos.
Fragmento Cadáver exquisito sonoro. Producción completa aquí
¿Cómo es la la relación con el público?
No tengo datos. Qué pasa con la escucha siempre es un punto oscuro, para nosotros siempre ha sido difícil saber, pero creo que somos muy escuchados en América Latina. El CPR nace en Buenos Aires, Argentina. Teníamos un estudio acá, ahora estamos virtualizados. Pero siempre tuvimos equipos de trabajo en Colombia, Perú, Uruguay, España. Este ha sido un colectivo desterritorializado. Lo que hacemos es mover olas, generar antecedentes que después se puedan revisar. Que otros productores o productoras vean que hay algo hecho al respecto, que hay ideas ahí para usar. En ese sentido, somos muy de nicho. Y quien está interesado en estos temas suele valorar las exploraciones que hacemos.
No somos masivos, pero tiramos estas ideas para que quien sea masivo pueda utilizarlas y que, en sus contenidos súper escuchados, trate de meter estas estéticas. Ha sucedido, hay ejemplos. Cuando eso pasa, reconforta. Se desintegra ese prejuicio de que el radioarte es solo para entendidos. Y uno dice, bueno, está usando ingredientes de una estética sonora diferente para un contenido que puede ser tranquilamente masivo. Eso es una idea que siempre tenemos en nuestro caso.
También hacemos programas periodísticos convencionales que tienen el público que le interesa un tema, lo busca y encuentra nuestro programa en internet. Pero siempre tratando de generar ambas cosas, mostrar que la experimentación sonora tiene posibilidades de integrar contenidos masivos. No hay que tenerle miedo a eso. Esa es nuestra gran apuesta.