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CERRAR

Leonel Vásquez, la memoria sonora de Colombia

Los silencios y la ausencia de los seres vivos y paisajes se muestran como una manera de reconstrucción, una forma de recordar en Colombia.
Foto: Colprensa.
Andrea Calderón García

Colombia es un país resiliente, que en las últimas décadas se ha visto marcado por la pérdida y que, a pesar de ello, intenta recuperarse y mantenerse en un estado de reconciliación, no solo con sus ciudadanos sino también en su territorio. 

Es así como lo plantea Leonel Vásquez, artista sonoro colombiano, quien en la conferencia titulada “Archivos vivos en contextos de cambio, una reflexión sobre la memoria sonora en Colombia”, en la Asociación Internacional de Archivos Sonoros y Audiovisuales (IASA) 2021, expresó que por medio de su trabajo intenta darle voz a quienes la han perdido.

A través de una de las piezas de su obra Cantos Silentes en Cuerpos de Madera, Vásquez mostró lo importante que es recordar, el no olvidarnos de las víctimas, ni de las huellas que estas dejan en sus seres queridos. Si bien estamos en época de posconflicto, en dicho fragmento audiovisual se aborda la memoria del paisaje cultural afectado por el conflicto armado, en la comunidad de Santo Domingo (Arauca), el 12 de diciembre de 1998, el cual dejó 17 muertos tras un bombardeo orquestado por el Ejército Nacional.

“En esta obra, se construyó un memorial sonoro, con la intención de identificar la memoria de las víctimas sobrevivientes y ausentes. Esto en un acto de reconocimiento público de la responsabilidad del Estado colombiano de la masacre de 17 niños, hombres y mujeres” expresó Vásquez.

En dicho proyecto se fabricó un bosque sonoro de la memoria en el lugar donde sucedieron los hechos. Este consistió en producir la vibración del sonido de la tierra, a través de un sistema de conducción mecánica del sonido, situado en las raíces de los árboles, sembrados en medio de una banca, que, a su vez, busca hacer una invitación a sentarse y escuchar, como un acto de encuentro con aquellos que ya no pueden hablar.

“Me interesa hacer énfasis en el modo en que las violencias sobre el paisaje han generado afectaciones en el orden social y la pérdida del equilibrio natural, Los cuales se ven expresados en el silenciamiento de sus formas de vida” mencionó el artista. 

Otra de sus obras en la que puntualizó, fue Aguas Blancas. En ella se puede escuchar el sonido del agua de un río que recorre, esta resonancia es generada mediante dos recipientes que contienen agua, cuyo ruido es conducido por una aguja de acero que eleva la vibración a unas cápsulas y al final se amplifica sutilmente por unas cornetas, generando una sensación auditiva agradable.

Lo anterior es presentado al tiempo que se observa una imagen conformada por piedras de distintos tamaños acumuladas, cubiertas por tierra y polvo. Esto es lo que quedó del arroyo El Bruno, ubicado en el departamento de la Guajira, el cual se secó, debido a la actividad minera que se realiza cerca del lugar y hoy en día afecta al Pueblo Wayuu que habita esta zona.

Por su parte, Vásquez manifestó sentirse conmovido por el hecho de haber sido testigo de la desaparición de un afluente, que ha tardado millones de años en su formación, y que se ha visto detenido y transformado en menos de una década por acciones humanas. “Me da un poco de temor pensar en lo importante que es contar con ese archivo sonoro, porque no sabemos si al final en estas nuevas condiciones políticas ambientales será lo último lo que nos quede”, continuó.

La charla es una invitación a reflexionar acerca de la falta de las experiencias sonoras que se viven a diario, todos esos sonidos que muchas veces se pasan por alto en el afán de la rutina, los cuales deben ser apreciados y recordados. Para el artista, aunque el país está cambiando no se pueden pasar por alto, ni mucho menos olvidar todos esos acontecimientos y protagonistas que dejaron los diferentes contextos de violencia en el país y hoy en día se memoran en todos los silencios que dejaron.

“Iniciamos nuestras formas de escuchar y resonar esos archivos en una dirección en la que podamos escuchar con los huesos y con el corazón, de manera simbólica que asumamos de alguna manera, un tipo de hospitalidad con todos estos seres vivos humanos, seres vivos del paisaje y todos estos muertos que ha dejado las distintas formas de violencia en Colombia y seguramente en otras partes del mundo”.

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