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Entre cacharros, vajillas, papelerías y tradición comercial: la cacharrería

Todos los colombianos en algún momento de nuestra vida hemos tenido la necesidad de acudir alguna cacharrería, ya sea en la ciudad o pueblo.
Entre cacharros, vajillas, papelerías y tradición comercial: la cacharrería
Ángel López
Ángel López

Hay de todos los tamaños; negocios que son un verdadero encuentro con la variedad. El formato de los grandes almacenes de cadena de proporcionar al cliente todo en un mismo lugar surge con las cacharrerías. Establecimientos de este tipo datan del momento mismo de la interacción comercial, el cual es inherente a nosotros como sociedad, ya sea desde el trueque o el cambio de artículos por una divisa. 

La cultura de los pueblos en Colombia se aglomera en lugares que por tradición han sido parte activa de la economía, pese al tiempo, las tecnologías, y el comercio electrónico, “las Cacharrerías” son el sitio donde encontramos todo, desde un pocillo de porcelana hasta la bicicleta o la freidora de aire del momento. 

En el sur del Tolima, en el municipio de Chaparral, existen uas 10 cacharrerías mal contadas, así lo menciona Liliana Sánchez Jaramillo, una mujer caldense que ha dedicado toda su vida al comercio. Ella es la dueña de una de las papelerías más tradicionales de los chaparralunos; su historia es como la de muchos negocios familiares. Su esposo, Conrado Jiménez, tiene una especie de sótano-bodega que en su inventario llega hasta tener una mesa de billar. Luego está su hijo Nicolás, quien también tiene otro almacén algo más moderno y que complementa el de sus padres.

Son tres negocios: La Gran Parrilla de Liliana Sánchez Jaramillo, Donde Conrado y Asekible, son la trinidad de las cacharrerías en el sur del Tolima. La historia de los tres establecimientos se entremezclan, todo inició donde ahora queda Asekible; allí existía un restaurante llamado La Gran Parrilla, por ello Liliana a su papelería le dejo ese nombre. Ella cuenta que todo surge en una ida a Bogotá para comprar los útiles escolares de sus dos hijos. “Recuerdo que fuimos a una de las papelerías grandes en el centro, la chica que nos atendió le dijo a mi marido que solo vendían por docenas, pero a él no le gusto el tono y por eso decidió comprar unas 3 a 5 docenas de cuadernos”, Liliana dice que luego de regresar a Chaparral saco una mesa con todos los útiles que les sobraron y los puso a la venta, luego se pasó al fondo del restaurante donde exhibía sus productos. Mas adelante dividieron el restaurante, teniendo casi un 40 % del área. Don Conrado en paralelo siempre tuvo negocios de toda clase, junto al restaurante tenía un almacén de muebles y electrodomésticos. 

En el 2017, por un incendio estructural donde fue incinerado tanto el restaurante como la papelería, deciden terminar con el negocio de la hostelería y dedicarse de lleno a todo lo que sería la cacharrería. Conrado ya había empezado con su negocio, el cual está ubicado en toda la octava, frente al Parque de los  Presidentes. Sus padres le enseñaron desde muy joven el tema del comercio, y aun con sus 81 años sigue lucido y está siempre en la caja atendiendo a su clientela. En lo personal, siempre que voy a un pueblo escucho el nombre Conrado y está ligado a un comerciante que lo vende todo y Chaparral no fue la exención.

En el caso de Liliana bastaron dos meses luego del incendio del restaurante, para que su hijo Nicolás abriera a tan solo una cuadra del Parque de los Presidentes, una nueva papelería “yo no quería seguir con esto, pero fue Nico que me monto todo, en esa época también murió mi madre y no estaba de ánimo”. Liliana es una mujer que ama lo que hace, atender a las personas, lograr conectar con ellas es algo que fluye, aún tiene su acento paisa a pesar de que desde los 20 años se trasladó para Chaparral, son más de 40 años siendo negociante y se siente orgullosa de sus dos hijos, el menor es médico, el mayor, Nicolás es ingeniero, pero fue el que heredo la vena de comerciante.

El más joven de esta trinidad comercial es Asekible, lleva cerca de tres años, pero ya ha logrado posicionarse como un lugar clave para la compra de electrodomésticos, herramientas y productos para el hogar. Nicolás es su propietario y ha modernizado no solo la manera de vender sus productos, sino que también tiene una gran gama de artículos que se suelen encontrarse en plataformas de compras por internet, (como Amazon o AliExpress), “mi hijo ha logrado dirigir su negocio de forma remota, al mismo tiempo trabajar en otros proyectos, pero haciendo crecer su almacén, con nuevos productos chinos de muy buena calidad o cualquier novedad que aparece en las redes sociales”. 

En Chaparral la mayoría de Las cacharrerías son como franquicias de algún comerciante paisa, aun las que hemos hablado tiene su origen paisa. Sin embargo, para Liliana no son competencia estos almacenes de rebajas “la diferencia entre un almacén de estos es la atención, los que entran acá son atendidos por la dueña, también me gusta es que acá vienen y encuentran la solución de lo que necesitan”.

Para Liliana no es solo vender a bajos precios, es darles alternativas a las personas, “en ocasiones viene a pedir un artículo para un trabajo, les muestro que lo pueden hacer con otro o que simplemente con algo que tienen en su casa lo pueden hacer y no tienen que comprarme”. Para ella no es solo un trato comercial, es un lugar donde las personas reciben asesoría y consejos de toda clase de tareas o trabajos. 

Mientras Liliana me contaba su historia ella dirigía su almacén con sus ayudantes y en paralelo habla con algún cliente sobre lo que estaban buscando, una sensación de que siempre podrán encontrar lo que necesitan o la asesoría para ello, “nosotros nos complementamos lo que usted no consigue donde Conrado, lo mandan para acá o yo los mando donde mi hijo” es como si fuera un mismo almacén, pero con distintas sedes y cada uno se especializa en algo. Las cacharrerías son lugares de comercio que traspasan la barrera de la economía, convirtiéndose en patrimonio en algunos pueblos y ciudades pequeñas. Como los antiguos boticarios, en este caso no venden medicamento, pero sí toda clase de artículos para la vida cotidiana. La cacharrería: miscelánea, papelería y almacén para el hogar, persiste a pesar del tiempo y se adaptan a las nuevas formas de consumo de los pueblos. 
 

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