Se dice que el voto es elemento esencial de la democracia. Con él, los ciudadanos eligen sus gobernantes y sus representantes. Esta práctica se inició en la Antigua Grecia, cuna de la democracia occidental; pero no todos los ciudadanos podían votar, mujeres, esclavos, metecos estaban excluidos de este proceso, de tal suerte que quienes votaban eran apenas el 10%.
A lo largo de la historia, el voto siguió siendo restringido, en general en función de los ingresos o del patrimonio. Incluso después de la Revolución Francesa, donde unas mujeres ilustradas que pidieron el derecho al voto terminaron en la guillotina, sigue así y hay que esperar la Revolución de 1848 para ver la aparición del sufragio universal… masculino.
La mujer seguía considerada como apéndice del hombre, padre y luego marido, sin derecho a opinar. Solo a finales del siglo XIX aparece el voto femenino.
El movimiento por el sufragio femenino empieza en Estados Unidos en 1848 y se propaga por Europa. Sue estimulado a principios del siglo XX por las huelgas de obreras que reclaman derechos laborales y una igualdad con los hombres en el campo laboral y civil.
El primer país que aprobó este derecho fue Nueva Zelandia, en 1893. Luego fue el Reino Unido en 1918, Estados Unidos en 1920, y Francia en 1947 con el general De Gaulle.
En América Latina el derecho al voto de las mujeres se da en el siglo XX, primero en Uruguay en 1927 para las elecciones municipales y en 1938 para toda clase de comicios. En Ecuador en 1929; en Brasil en 1932, bajo el gobierno militar de Getulio Vargas; en México en 1947 para elecciones municipales y en 1953 para todas las elecciones. En Argentina, el general Juan Domingo Perón otorgó el voto a las mujeres en 1947. En Chile, en 1934 y en Perú con el general Odría en 1955. En Paraguay en 1961 con el general Stroessner.
En todos estos procesos, fue decisivo el liderazgo de mujeres preparadas y valientes que lograron sortear obstáculos, burlas y desprecio en sus reivindicaciones al tiempo que los gobiernos apetecían el enorme caudal de votos dados por las ellas, la mitad o más de la población.
En Colombia, en la provincia de Vélez (Santander), en 1853 la Constitución Provincial otorgó fugazmente el voto a las mujeres, pues pronto, en 1855, este derecho fue abolido por la Corte Suprema. La lucha por el voto femenino fue tanto más difícil en una cultura patriarcal que venía respaldada por una Iglesia Católica extremadamente conservadora. En 1922, la ley permitió a la mujer administrar sus bienes y en 1933, obtuvieron el derecho a la educación.
A partir de los años treinta aparecieron organizaciones femeninas de lucha por sus derechos, en ellas había trabajadoras, intelectuales y mujeres que pertenecían a familias políticas tradicionales como Bertha de Ospina, Ofelia Uribe de Acosta, Esmeralda Arboleda, Josefina Valencia. En 1944 se crea la Unión Política Femenina, luego la Alianza Femenina. Fundaron periódicos y tuvieron algunas emisiones en la radio. Esta batalla dio sus frutos en 1954, cuando, después de un acalorado debate, el Congreso de Colombia aprobó el voto femenino, este se dio por primera vez en el plebiscito de 1957 el cual aprobaba el pacto del Frente Nacional. Hoy, las mujeres votan y son elegidas o nombradas en cargos públicos. Pero aún no se ha acabado la lucha de las mujeres por ser -y ser miradas- sin prejuicios.