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Hugo Jamioy, el poeta indígena que aboga por la preservación de la palabra

En diálogo para Radio Nacional de Colombia, recalcó el valor que tiene proteger el patrimonio lingüístico del país como una forma de entender al mundo y al otro.
Foto: BibloRed
Yaneth Jiménez Mayorga

Como gestor cultural, y desde su obra literaria- entre las que se encuentran ‘Mi fuego y mi humo, mi tierra y mi sol’ y ‘Danzantes del viento’- Hugo Jamioy Juagibioy, nacido en Bëngbe Wáman Tabanók (Nuestro sagrado lugar de origen), en el Valle de Sibundoy, Putumayo, hace un llamado al país a mantener, promover y proteger la palabra oral y escrita, pues ella “nos ayuda a sentirnos parte del territorio, a cuidarlo y a valorar nuestros saberes”.

Para el poeta, perteneciente al pueblo Kamëntsa y una de las figuras literarias indígenas más representativas, “la palabra es muy importante no solo como una forma de describir o comunicar algo sino por la connotación espiritual que ella posee. Sin la palabra no podríamos dimensionar el significado que encierra cada cosa, cada fenómeno, cada ser humano, cada percepción del mundo”, señala.

Y en eso, dice, radica una de las diferencias fundamentales con los pueblos indígenas. “Para nosotros la palabra tiene un significado que va más allá de lo físico, nos transporta a esa esencia de lo que nos está tratando de manifestar. Si estamos hablando, por ejemplo, sobre el fuego, lo conceptualizamos, pero también lo sentimos, y lo sentimos como la posibilidad de adentrarnos en nuestra relación con las familias, con la comunidad. La palabra es la evidencia que nos permite trascender más allá de nombrar las cosas”.

Es aquí donde los saberes de los abuelos, de los mayores toman relevancia. “Los abuelos nos explican desde esos relatos orales el origen del mundo. Si ellos no nos hubieran trasmitido esos saberes, hoy, por ejemplo, yo no sabría quién soy. Esa tradición oral narrada a través de la relación profunda entre el ser humano y la naturaleza es la que nos permite adentrarnos a un saber, a entender, pero sobre todo a sentir que pertenecemos a un territorio”, afirma Hugo Jamioy.

Para las comunidades indígenas, añade, todo lo que se habla debe demostrarse físicamente, esa es la forma de transmitir esos saberes .“Mis abuelos, por ejemplo, nos hablaron de las semillas, de cuáles se producen en el territorio, cómo se llaman, para qué sirven, cómo se cultivan de acuerdo con el calendario lunar, y nos los mostraban de forma práctica. Y así podemos hablar de la parte agrícola, medicinal, arquitectónica, ambiental. A través de la palabra adquirimos conocimiento”.

La poesía, como puente

Partiendo de estas premisas, de su compromiso con la defensa de los derechos humanos de las comunidades indígenas y como “constructor” de país, Hugo Jamioy, ha sentido la necesidad de plasmar esos saberes, esa tradición oral, a través de la escritura como otra expresión de la palabra; para ello ha tomado recurrido a la poesía.

“He tomado prestado un género como la poesía para manifestar el valor que tienen las lenguas indígenas, que son lenguas muy cultas, en las que una sola palabra puede generar otra dimensión de la vida misma, y hacerlo de manera tal que los no hablantes de mi lengua puedan acceder a esos saberes; la uso como una forma de reafirmar que nuestra lengua está cargada de gran cantidad de construcciones poéticas, de metáforas, que no puedo desaprovechar para compartirlas y trasmitirlas en español”, anota.

Sus escritos hablan del respeto a la tierra, de esos saberes indígenas como fuente de conocimiento, de la importancia de dar valor a las enseñanzas de nuestros ancestros, de los cantos y las medicinas tradicionales, de las plegarias, de las búsquedas personales, del papel protagónico que tiene la naturaleza. Su inspiración y primera influencia artística, acota, es la tierra y la cultura de donde vienen sus sueños.

“Los poemas están hechos en nuestras lenguas, yo trato de hacer un nuevo ejercicio de creación a través de la traducción y adaptación de textos, incluso, aclarando que la palabra poesía no existe en mi lengua, ni la palabra poeta, pero estamos en unas relaciones de interculturalidad muy fuertes, más que antes; en esa dinámica, la palabra toma mucho valor por lo que debemos aprovechar ese potencial que tenemos en nuestra lengua y transmitirlo desde el español y con este género”, apunta Jamioy.

Todo ello, se evidencia en ‘Mi fuego y mi humo, mi tierra y mi sol’, ‘No somos gente’, ‘Danzantes del Viento’, ‘Yagé’, ‘Lo puro, vida del futuro’, escritos con los cuales el literato traza un puente entre la ciudad y el territorio ancestral, entre la palabra antigua y la nueva palabra desde la oralitura, “una propuesta que venimos cimentando varios oralitores de América en torno a unir esa palabra natural guardada en los abuelos mayores, en los lugares sagrados, en el territorio, con la palabra que estamos intentando construir, y acercar formas de pensamiento distintas”, señala.

Preservar la palabra es preservar la memoria

Desde Simunurwa, uno de los centros poblados del resguardo indígena arhuaco, estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, donde dirige la Biblioteca y Casa de la Memoria, un proyecto que busca salvaguardar las tradiciones, la historia, los saberes y promover acciones que permitan transmitir ese conocimiento a las nuevas generaciones, Hugo Jamioy invita a valorar más la palabra.

“Colombia tiene más de 60 lenguas, más de 60 regalos de la palabra, más de 60 formas de ver el mundo, ese es un patrimonio y tesoro invaluable que debemos proteger. En la palabra oral y escrita está contenido ese legado espiritual que nos permite tener diversas lecturas de nuestro país. A través de la palabra entendemos el mundo, entendemos al otro como ser humano, desde la palabra miramos con el corazón, mantenemos la memoria”, resalta.

Su llamado también es a que se incluyan en los procesos de formación académica tanto en la escuela, el colegio, la universidad, áreas de conocimiento o materias dedicadas a difundir el conocimiento de esos saberes.

Si eso se logra, subraya, “estaríamos hablando de un país sumamente adelantado, donde los niños y jóvenes entienden que esta es una nación diversa, que hay pueblos indígenas con un conocimiento por compartir, que debemos asumir la responsabilidad de cuidar nuestro territorio, de reconocer y respetar esa diversidad y esas formas de vida, de la palabra femenina, de las sabedoras, de las parteras, por ejemplo, de toda gente buena que está haciendo cosas bonitas, que este país está lleno de amor y esperanza, que sembrar una semilla da frutos, que debemos sembrar la palabra en el corazón”.

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