Foto: Juan Miguel Narváez- Radio Nacional de Colombia
Juan Miguel Narváez Eraso
Cosechando la yuca brava, tejiendo la fibra de chanchama y hablando en su lengua originaria, el pueblo Murui Muina del municipio de Leguízamo, en el bajo Putumayo, celebra el Día Internacional de los Pueblos Indígenas.
Para Braulio Ocainatofe, abuelo del pueblo Murui Muina, el 9 de agosto es la fiesta más grande que conmemora su territorio porque sabe que todas las comunidades originarias se unen a través de la chagra, las artesanías, la música y la danza.
“Al tiempo que en nuestras casas y malocas compartimos con nuestros hijos y nietos los alimentos que nos brinda la madre naturaleza, recordamos el origen de nuestra cultura y a la vez evaluamos los procesos que nos permiten la transmisión de la lengua materna para la preservación de nuestra identidad”, manifestó.
A sus 77 años de edad, Braulio considera que ese largo recorrido en su vida no es suficiente para enseñar a la niñez a saludar, agradecer y despedirse utilizando términos propios de su lengua nativa.
Así mismo, asegura que esas 7 décadas son insuficientes para transmitir los cantos que se entonan en los ritos que ofrecen a la madre naturaleza y descubrir los sanadores poderes de la madre naturaleza.
“Jamás me cansaré de enseñar todo aquello que identifica a mi pueblo y si el tiempo no me alcanza, estoy seguro que lo harán las mujeres como principales seres dadores de vida. Así como la mujer se identifica con la yuca dulce, el hombre se compara con la planta de tabaco”, dijo el abuelo Braulio.
Al comulgar con la yuca, el tabaco y la coca, tres plantas sagradas para el pueblo murui muina, Braulio asegura que sus integrantes alcanzarán el máximo nivel de la espiritualidad.
Bondadosa madre tierra
En las malocas, la bondad de la madre tierra se compara con la piedad de las mujeres, por eso la abuela del pueblo indígena murui muina, Monserrat Caimeramuy, argumenta que ellas tienen muchos dones para transmitir en sus hijos los poderes curativos de la medicina tradicional y su lengua materna.
“Las mujeres somos prolongadoras de la existencia y con nuestro trabajo en ningún hogar falta la yuca dulce y la yuca brava. En nosotras están los sanadores poderes de las hierbas medicinales de las cuales extraemos los más sabrosos y aromáticos brebajes para sanar todos los males del alma y del cuerpo”, expresó.
A sus 63 años, Monserrat Caimeramuy está segura que la única manera de prolongar en sus hijos la lengua materna de su pueblo es cantándoles y hablándoles desde el primer instante en que ellas como seres dadores de vida saben que las criaturas están en su vientre.
“Si nosotros perdemos nuestra lengua originaria quedará mutilada nuestra identidad. De ahí la importancia que nuestros niños y niñas nos acompañen en la confección de los trajes de fibra de chanchama, en la elaboración de artesanías a partir del hilo del cogollo de cumare y en la preparación de la caguana, del casabe y la fariña”, manifestó.
En esos procesos, la abuela Monserrat considera oportuna la presencia de los menores de edad para que sepan cómo se tejen los bolsos y mochilas y a la vez descubran los frutos y hojas silvestres con las cuales tiñen esos elementos de uso personal.
Cosmovisión y naturaleza
Antonia Agreda, acompañante del ministerio nacional de Cultura en la difusión y articulación del Plan Decenal de Lenguas Nativas de Colombia, asegura que el contexto territorial tiene mucho que ver con la cosmovisión y la manera en que los pueblos indígenas se relacionan con el medio ambiente y con los sitios sagrados que hacen parte de la identidad de las comunidades originarias del municipio de Leguízamo, en el bajo Putumayo.
“Cuando los pueblos indígenas nos referimos a la madre naturaleza es porque hay una relación directa con la pachamama y las distintas formas de vida. Los pueblos indígenas del departamento del Putumayo y de otras regiones del país son muy importantes para Colombia porque son portadores de conocimientos y tradiciones lingüísticas que permiten a la Nación tener otras maneras de relacionarse”, destacó.
Es por ello que las mujeres son vitales para la transmisión intergeneracional de la palabra, la cual se hace a través de la madre y la familia. Es en esos procesos es donde la mujer indígena, como ser dador de vida, difunde la sabiduría y el empoderamiento cultural.