Masacre de Trujillo: más allá de la memoria, el resurgir de su gente
Hace más de 30 años, una masacre golpeó a este municipio, ubicado al norte del Valle. Hoy se levanta con nuevos sueños y proyectos.
Por: Miguel Ángel Cortés
“Prohibido olvidar. La memoria transforma el dolor en esperanza, la muerte en vida y la impunidad en justicia”. Como si marcara un antes y un después, un final y un nuevo comienzo, esta frase es una de las tantas consignas simbólicas que reúne el Parque Monumento del municipio de Trujillo al norte del Valle. Entre 1988 y 1994, una masacre golpeó a este territorio, que hoy se levanta con una nueva mirada del ayer y el mañana. Así se reconstruye el ‘Jardín del Valle’:
Recordar para no repetir
La Asociación de Familiares de Víctimas de Trujillo (Afavit) relata que de forma sistemática, continuada y selectiva, se dió paso al aniquilamiento de miembros de la población civil, en medio de la denominada ‘Operación Limpieza’, al ser señalados como supuestos colaboradores de la guerrilla.
“La masacre fue una alianza entre el narcotráfico, el Ejército, la Policía y unos paramilitares que ellos formaron”, indica Aldenivier Cano, miembro de la Junta Directiva de Afavit y quien perdió a su padre y a su tío en estos hechos.
Campesinos, jornaleros, amas de casa, ebanistas, recolectores de café, entre otros, fueron torturados, asesinados y desaparecidos en esta masacre, que también cobró la vida del padre Tiberio Fernández, párroco del municipio, líder y promotor de 20 cooperativas para luchar contra la pobreza en la región.
En 1995, el Estado colombiano fue condenado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por este suceso. Ha pasado el tiempo y los trujillenses han descubierto en la memoria el instrumento para dignificar la vida y la historia de su comunidad. Que el recuerdo sea una forma de superar el pasado y construir el futuro.
“Hay que reconciliarnos, hay que aprender a perdonar, a no olvidar porque la memoria no se puede dejar, para que los muchachos vean lo que pasó y se enseñen a que esto no es posible, que no ordenen quitar la vida así como así, porque es muy doloroso”, recalca Aldenivier.
En el municipio de Trujillo hay 2 mil 837 víctimas que son sujetos de atención y/o reparación, según cifras recientes de la Unidad de Víctimas.
Para Cano, la petición de las víctimas, desde un comienzo, ha sido verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, aunque comenta que esto no se ha cumpido plenamente.
“Verdad: pues se esclarecieron los hechos, quiénes fueron los victimarios y los narcotraficantes, pero no hubo justicia, porque esas personas que capturaron nunca los condenaron y reparación: a medias, repararon a 34 y hay otro proceso de 42, para completar 76 y el resto no se sabe nada. Y no repetición: en el pueblo se repitió el hecho con el asesinato de Alba Mery Chilito en 2013”, cuestiona.
Un Parque Monumento en homenaje a los que están y a los que partieron
Dicen que quien no conoce su historia está condenado a repetirla, los trujillenses la conocen y tienen claro que es algo que no quieren volver a vivir. Su mirada ya no está en el dolor de hace casi 30 años, sino en el Trujillo que sueñan y quieren construir a largo plazo.
Como medida de satisfacción a las víctimas y siguiendo la recomendación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en 2012 se inauguró en el municipio el Parque Monumento, que rinde tributo a los afectados y los desaparecidos de la Masacre de Trujillo.
“Esto representa la parte de que le guarda culto a la memoria, con el objetivo de que estos hechos victimizantes no se olviden y no se repitan más en nuestra región, ni en ninguna parte de Colombia ni del mundo”, señala Nelson Fernández, representante legal de Afavit y quien perdió a su hermano en estos hecho que enlutaron a este municipio vallecaucano.
En el recorrido por el lugar, desde el Sendero de Memoria Nacional; los osarios, donde reposan los restos de algunas víctimas; el Monumento Mausoleo al Padre Tiberio; la Ermita; hasta el Muro del Abrazo a la Sombra del Amor, se convierten en símbolos que hablan por los que ya no están.
El Parque Monumento se ha convertido además en un espacio de para la sensibilización y el trabajo con matriarcas, patriarcas, jóvenes y niños del municipio, en torno a la reconciliación y las formas de repensarse como comunidad afectada por este trágico episodio.
“Nos interesa contar cómo pudimos salir, cómo queremos salir y cómo hacer una transformación de superación, de buscar otros caminos y de buscar que algún día tengamos, paz, orden, tranquilidad en nuestro municipio”, explica Nelson.
Cada año, Trujillo es sede de la gran peregrinación, se trata de un recorrido que se toma el Parque Monumento con la participación de la comunidad, activistas y ONG defensoras de derechos humanos que llegan a este punto para alzar la voz por las víctimas. Cada año es una cita con la memoria del pasado y la esperanza del presente.
El campo es el futuro
“A pesar de tener tantas dificultades y problemas, soy un convencido de que el futuro de nuestro país está en el campo”, dice con total certeza Jaime Ortega, vicepresidente de la Asociación de Familias Agropecuarias con Predios Restituidos de Colombia (Afarec) y habitante de la zona rural de Trujillo.
Esta organización nació en 2014 y agrupa a 24 familias beneficiarias de procesos a cargo de la Unidad de Restitución de Tierras en las veredas Monte Loro, La Sonora, La Betulia, Playa Alta y Puente Blanco. La entidad empieza a realizar un trabajo social con las comunidades que regresan a sus predios, con el fin de que recuperen la confianza en su entorno y se unan para trabajar.
Así nacen más adelante la Cooperativa Integral de Hombres y Mujeres Empresarios Agropecuarios Víctimas del Conflicto Armado del Municipio de Trujillo (Cimevat) y la Asociación Campesina Unida Labor del Campo (Asucolcan).
“Nosotros como comunidad, como sociedad, como asociación, nuestra labor es mostrar el lado bueno que tiene nuestra región. Trujillo en un época fue altamente estigmatizado por la violencia, de la cual nosotros no tuvimos la culpa, pero ahora ya hay cosas muy positivas y yo creo que de aquí para allá, también vienen muchas cosas que vamos a seguir viendo, ver cómo nosotros hemos ido prosperando”, afirma Jaime.
Sí. Atrás quedan los malos tiempos de la masacre y los desplazamientos, pero adelante está el futuro. El campo que un día contemplaron con tristeza, hoy es una tierra que cultivan con esperanza y nuevas posibilidades.
Además del impulso de cultivos tradicionales como el plátano, el guineo, el café, el lulo y actividades como la porcicultura, con apoyo de la Gobernación del Valle, Afarec ya está trabajando en la implementación de cultivos de yacón, un tubérculo reconocido por su variados usos y propiedades medicinales.
“El yacón tiene múltiples beneficios. Si es con el tubérculo, se pueden hacer conservas, como es dulce, industrialmente se puede extraer azúcar y hay muchas recetas de cocina que se pueden hacer con él. En cuanto a la hoja, se pueden hacer infusiones, porque tiene muchos minerales y vitaminas”, expone Ortega.
Para este agricultor, el objetivo es que este producto sea una fuente de ingresos para los productores de la zona, porque no requiere de tanta fumigación. Se trata de un cultivo que no lleva tanto químico, resulta amigable con el medio ambiente y no hay necesidad de destruir bosque para cultivarlo en áreas pequeñas.
“La ambición de nosotros es llegar a industrializarlo, porque es un producto que no solo da azúcar, sino también insulina, así lo procesan en Japón, lo llevan en una pasta para las personas que sufren de diabetes, eso puede ser una alternativa grande también”, dice con tono optimista. Con este proyecto, Trujillo sería la primera zona del Valle en incursionar con la producción de yacón.
Larga vida a la tradición cafetera
Maximizando el potencial cafetero de la región, Cimevat es una cooperativa dedicada a la compra del grano, con el fin de procesarlo, maquilarlo, empacarlo y venderlo. “Por el momento estamos en el proceso de comprarle a todas las comunidades, beneficiando a las veredas de Maracaibo, Puente Blanco, la Betulia, La Sonora y Monte Loro”, explica Blanca Santa, una de las líderes de la cooperativa.
“El café de nosotros es un café que es sano, que es producido por la misma región. Es un café natural, no tiene químicos, es limpio y no hace daño, el sabor es muy diferente a los otros que se venden. Es el café de nuestra región, de nuestras veredas, entonces con eso podemos apoyar a nuestras comunidades”, agrega.
Para Blanca la principal preocupación ahora radica en tener apoyo para dar mayor salida a su producto y comercializarlo a nivel nacional e internacional. Destaca la tranquilidad, que ya han logrado al superar la barrera del conflicto armado. “Ya nos nos estigmatizan tanto, que ya podemos salir libremente, se nos perdió el miedo y se recuperó mucho el tejido social de la comunidad, ya nos reunimos con más frecuencia, lo que antes no se podía hacer”, señala.
“El café es lo que nos dejaron nuestros abuelos, nuestros ancestros, y tenemos que seguirlo luchando, para que nuestros hijos vean que del café, del campo, de los cultivos, de los plátanos, de la yuca, de la variedad que hay, también se vive y se puede salir adelante”, recalca Blanca.
Y como la unión hace la fuerza, Afarec, Cimevac y Asucolcan ya están trabajando en el desarrollo de otro nuevo proyecto, que busca aprovechar la tradición de su región, para trabajar en la producción de un café especial con sello 100 % trujillense.
Se trata de una iniciativa que cuenta con el apoyo y el acompañamiento internacional de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (Jica) y con la cual se beneficiarán alrededor de 59 familias.
Del pasado al presente, Trujillo resurge sobre las bases de su memoria, su gente sabe lo que significa, saben que la unión los fortalece y saben que donde hubo dolor ahora hay esperanza.