"La reputación de esta hoja es que con ella se hace droga, pero no quiere decir que hoja que agarres es hoja mala", explicó a Efe Quispe, quien en sus trabajos combina los tonos ocres con los verdes naturales de la hoja de coca.
Quispe, autor de más de trescientas obras elaboradas con coca, emplea una técnica que consiste en ir pegando las hojas sobre un lienzo para recrear rostros de personas.
Con estas obras, refirió, trata de innovar en el uso de esta hoja milenaria para hacer un "arte más profundo" que refleje e identifique a la gente y también demuestre que la hoja de coca "no es algo malo, es algo boliviano".
A medida que se superponen y combinan, las hojas se van transformando en la piel de los rostros avejentados de mirada melancólica que Quispe plasma en sus lienzos.
Según el artista, este "collage" "refleja la vida de los bolivianos", ya que cada rostro muestra las duras pruebas que debieron superar los indígenas o los mineros, colectivos que respetan esta hoja, porque les da "fuerza" para seguir trabajando.
"Sus ojos se me quedaban grabados, porque ves el sufrimiento y la fatiga de la clase de trabajo que hacen", comentó.
Además, el artista sostuvo que la teoría clásica del color es "algo que los conquistadores inculcaron y no es algo puro".
Por eso, Quispe prefiere utilizar, además de las hojas, pigmentos extraídos de la coca y solo utiliza óleo para resaltar los detalles de forma sutil.
"Cada hoja de coca es de un tono distinto y es tan natural que no voy buscando cómo implementarlo; simplemente, se va fusionando con los rostros de nuestra gente", aseguró Quispe.
El autor utiliza hojas de diferentes partes de Bolivia, pues las tonalidades difieren dependiendo del terreno en el que se cultiva la planta.
"Cada hoja de coca de cada lugar de Bolivia es distinta; por eso veo las tonalidades que se adecúen a la obra", explicó el artista.
Las principales áreas de cultivo de hoja de coca en Bolivia son la región central de Cochabamba y la zona subtropical de Yungas, en el andino oeste del país.
En algunos de sus cuadros, Quispe combina las hojas de coca con tejidos típicamente andinos como los coloridos aguayos, pero su trabajo ha ido evolucionando y hoy prefiere que toda la obra esté elaborada con coca.
El primer retrato que el artista "pintó" con esta técnica fue el del guerrillero argentino-cubano Ernesto "Che" Guevara.
La obra, realizada en el 2012, fue comprada por la embajadora de Venezuela en Bolivia.
"El presidente Evo Morales hizo una entrevista en televisión con la embajadora de Venezuela y vi mi obra colgada en el fondo: me sentí muy orgulloso", afirmó Quispe.
El artista ya ha expuesto en Bolivia en seis ocasiones y cobra por sus cuadros entre cien y 2.000 dólares (entre 80 y 1600 euros), según "el simbolismo" de cada lienzo.
Bolivia es, junto a Perú y Colombia, uno de los tres principales productores mundiales de hoja de coca, planta que contiene el alcaloide base para la elaboración de su derivado ilegal, la cocaína.
La planta tiene en el país andino reconocidos usos culturales ancestrales entre los que se incluyen aplicaciones medicinales y también se emplea en industrias de elaboración de alimentos, bebidas y cosméticos, pero un alto porcentaje de los cultivos son desviados al narcotráfico.
Naciones Unidas reconoció en el 2013 la tradición del mascado de coca o "acullicu" en Bolivia, aunque la hoja de coca sigue siendo una sustancia controlada dentro de la Convención Antinarcóticos de la ONU. Yolanda Salazar. - EFE