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El ángel de los muertos en el sur del Meta

En Mesetas, vive Cajuche, un hombre que, durante el recrudecimiento del conflicto armado, recogió más de cien cadáveres.
Álvaro Martínez Avendaño

El municipio de Mesetas fue un lugar donde se podían escuchar disparos a cualquier hora sobre el año 2000, donde los primeros comentarios que se escuchaban eran “¿y ahora quién sería?”. Actualmente, dejó de escucharse el ruido de la violencia, por lo que esa realidad ha cambiado.

Cajuche salió de Bogotá cuando era muy pequeño y llegó a Mesetas para comenzar a trabajar en fincas de la región, sin un nombre ni apellido, sin una edad definida, sin saber nada de su verdadero pasado y después de muchos ires y venires.

Llegó a Mesetas, no porque él quisiera, sino porque la vida lo trajo, él mismo comenta “yo vivía enmontado en las montañas del Guayabero, durante mucho tiempo, comiendo corozos y plátanos, yo comía de cualquier platanera y diferentes pepas”.  

Ya establecido y sin familia, se fue haciendo conocido de algunas personas que le ayudaron y dejaron vivir en un rancho. Gracias a su noble corazón, sencillez, amabilidad y cordialidad, auxiliaba a quien lo necesitara sin pedir nada a cambio.

La historia de Cajuche, el ángel de los muertos de Mesetas

Quien le puso el nombre de Cajuche fue un señor al que le dicen Guarapo, un habitante que vivía en el Bajo Duda, en Mesetas, el cual le daba trabajo y cama, esto en una zona rural distante del municipio.

La cédula y el nombre se la dieron hace poco tiempo, pero siempre fue conocido como Cajuche y hoy se llama Carlos Brausin, porque la familia que “lo adoptó” le dio sus apellidos.

Luego de la zona de distensión, los conflictos se agudizaron en la región. “Pasó la zona de distensión y la situación se puso compleja”, dice Cajuche.

“Tuve que recoger los muertos, a donde me dijeran que estaban, me iba con un lazo a sacarlos, los amarraba en una cicla o al hombro y los traía hasta donde era la comisaría en ese entonces”, menciona.

Agrega más sobre su labor: “Tuve que recoger los cadáveres de muchos conocidos, lo que más me duele, fue la muerte de una gran amiga, La Monita, de La Macarena, ella era una gran amiga, me regalaba ropa, me daba comidita”.  


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Dice el señor Roberto Culma, quien ha sido habitante de la región por más de 30 años y ha ocupado cargos administrativos: “yo lo distinguí, a veces Cajuche desenterraba los muertos que se sabía que llevaban un tiempo y los traía al cementerio o al lugar donde les hacían los reconocimientos por parte de las autoridades”

Culma afirma que las labores de Cajuche trascendieron a las de transportar a los muertos: “En esa época le tocó muchas veces hacer de tanatólogo, por petición de algunas personas pues no había quien lo hiciera, los más agradecidos eran los familiares”.

Cajuche comenta: “había días que hacía arrume de muertos, creo que cargué cerca de 200 personas en total y por ahí me daban monedas y comida para el diario, además algunos me daban ropa, me tocaba sacar del río algunas veces y otras recogerlos y otras sacarlos de algunos días de enterrados en lotes baldíos”.

“Muchas  familias muchas veces me daban dinerito por haberles traído a su familiares que resultaban muertos por diferentes lados, muchos personas que recogí eran conocidos y otros que aunque les conocía el nombre si los conocía de rostro”, afirma Cajuche.

En diálogo con Olmes Pulgarín, quien fue inspector de policía por esa época, se refirió a Cajuche: “Fue un héroe, pues hacia lo que nadie hacía, un día él me dijo que le prestara una cicla, cuando me dijeron ‘vea, ¿no es esa su cicla?’, que había pocas por la región, y dijeron, ‘oiga, Cajuche lleva un muerto en la cicla’ como si fuera montado en la cicla con él”.

Y continúa contando: “yo no volví a coger esa cicla y se la regalé, y sí, él recogía las personas que mataban y dejaban por allá tiradas o medio enterradas, en potreros, en las carreteras, pero eso sí él es muy buena persona, prácticamente un héroe o un ángel”

Además, el señor Olmes recordó los hechos de una Masacre en la vereda El Diamante, donde murieron 4 personas y de la ayuda de Cajuche: “Cuando fuimos a entrar a la morgue, él le destapó la cara a uno de ellos y resultó que era un señor muy amigo de él. Él se puso a llorar y perdió la fuerza. Me tocó regañarlo diciéndole ‘si era amigo, con mayor razón entremos’ y reaccionó, cogió fuerza y los cargó hasta la morgue. Fueron muchos casos vividos con Cajuche, todos de mucho riesgo.”

Carlos afirma que se siente bien de haber ayudado a tantas familias en esa labor que no es fácil de hacer, pero que fue necesaria en su tiempo.

 

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