Fue un 18 de diciembre de 2007, cuando la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas estableció el día 15 de octubre, como el Día Internacional de las Mujeres Rurales con el objetivo de reconocer su contribución en el desarrollo rural y agrícola, la erradicación de la pobreza y la mejora en la seguridad alimentaria.
Este año la celebración se realiza bajo el tema “Las Mujeres Rurales se enfrentan al incremento mundial del costo de la vida” y es que según la ONU conseguir la igualdad de género y empoderar a las mujeres rurales no solo es lo correcto, sino que es un ingrediente fundamental en la lucha contra la pobreza extrema, el hambre y la desnutrición.
Una meta que atraviesa por superar la discriminación en lo que respecta a la propiedad, la remuneración, la toma de decisiones o el acceso a educación, recursos y mercados.
Pero más allá de las frías estadísticas que revelan esas brechas, están las historias de mujeres campesinas que rompen los esquemas y que a través de sus liderazgos se han unido para aportar al progreso de sus hogares y las economías locales.
“Muchas veces no miramos hacia el futuro, porque nos sentimos estancadas, pero el futuro del campo no es posible sin la mujer. Tenemos tanto por hacer y aportar, que lo que nos queda es camino”, dice Ana Leonor Rodríguez, integrante de AMEG la Asociación de Mujeres Emprendedoras de Guatavita y quién junto con sus compañeras se dedica a producir derivados lácteos.
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Ana Leonor es una de las 5,8 millones mujeres rurales qué según la oficina de mujer rural del Ministerio de Agricultura, existen en Colombia. Ella junto a 30 mujeres rurales de Guatavita se unieron para desarrollar una labor que les permitiera generar ingresos y superar la brecha laboral existente en el campo colombiano donde un 67% de las mujeres rurales trabajadoras devengaron menos de un salario mínimo y donde existe una desigualdad del 30% en comparación con los hombres, según la misma entidad.
“Empezamos a soñar con que podíamos jugar a ser grandes empresarias. Tuvimos muchos tropiezos algunas con nuestros esposos, porque por la manera en que los criaron, pensaban que la mujer en el campo solo está para apoyar al hombre, pero en ningún momento para ser más que él ni para poder generar sus propios recursos”, explicó Gilma Rodríguez Jiménez vicepresidenta de AMEG.
Esta iniciativa nació hace 20 años de la mano de un grupo de mujeres rurales en el municipio Guatavita, Cundinamarca, con el objetivo de unirse para crear empresas y contribuir más activamente en la economía y productividad de sus familias y de la región.
“La mujer rural le coloca el corazón a todo lo que hace, le coloca el corazón a su compañero de vida, a sus hijos, a su familia, a los emprendimientos, al cuidado de su casa. La mujer es delicada, está siempre preocupada por el bienestar de todos y yo creo que el campo es eso, el reflejo de una mujer que lucha porque todos estén bien y tengan igualdad”, concluye Gilma Rodríguez Jiménez.
Y justamente esa actividades del cuidado a la que ha estado relegada la mujer rural no ha sido reconocida ni mucho menos remunerada, de los 2,4 millones de mujeres por fuera del mercado laboral rural, el 72,5% se dedican exclusivamente a esa economía de cuidado, es decir 1.9 millones de mujeres rurales.
En la actualidad, AMEG se sigue abriendo paso, superando esas brechas, a través de sus conocimientos en la producción transformación y comercialización de productos lácteos, (yogur, queso campesino, queso doble crema, panelitas, arequipe) los cuales se elaboran y comercializan con procedimientos de alta calidad para lograr y fortalecer lazos comerciales, poder perdurar en el tiempo y proporcionar estabilidad y mejores ingresos de sus asociadas y sus familias.
Historias como la de esta asociación, forman parte del Especial “Mujeres Campesinas: Esperanza en los territorios”, realizado por la Radio Nacional de Colombia y el programa El Campo en la Radio donde se destacan 8 historias de mujeres rurales que decidieron romper las estadísticas que revelan que el 60% de las mujeres rurales están por fuera de la fuerza laboral en Colombia y convertirse en lideresas a través de sus proyectos productivos para aportar con su trabajo en la economía familiar y en transformación social en sus territorios.
Un especial audiovisual y sonoro que viaja desde el Amazonas hasta el Atlántico, para contar historias que develan la fortaleza de las mujeres rurales:
En Bojayá (Chocó) conoceremos la historia de una asociación de mujeres procesadoras y cultivadoras de caña de azúcar que a través de su trabajo fortalecen su economia, en Leticia (Amazonas) veremos historias de indígenas ticuna que a través de emprendimientos rurales se consolidan como agentes de cambio, en San Rafael (Sucre)mujeres rurales trabajan en la producción de cultivos como el tabaco y la cría de animales, en la vereda el Rodeo, a 15 minutos del casco urbano del municipio de Baranoa, un grupo de mujeres se dedican a cultivar el maíz que les sirve como base para elaborar productos típicos de la gastronomía caribe, como bollos y chichas.
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Asimismo, en Cesar veremos a las caficultoras e indígenas del pueblo Kankuamo a orillas del río Guatapurí, en Guamal (Meta) conoceremos un proyecto de producción y transformación de Cacao liderado por mujeres, en Algeciras (Huila) conoceremos las historias de resiliencia y esperanza que se siembran en el campo gracias el trabajo comunitario.
Los invitamos a conocer estas historias que demuestran el importante aporte de las mujeres rurales en la seguridad alimentaria de Colombia y que nos invita como sociedad a atender sus necesidades, crear conciencia para superar las inequidades de género y ofrecerles las mismas oportunidades.