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El cielo de Bucaramanga se pintó de amarillo

75 años después, el Atlético Bucaramanga consiguió un título en el Fútbol Profesional Colombiano. Aquí, una crónica que reúne una semana de llena de emociones con culmen en el éxtasis de una ciudad bañada de gloria amarilla.
Atlético Bucaramanga: El cielo se pintó de amarillo
Foto: 'X'/Atlético Bucaramanga
Carlos Alberto Buitrago Pinto

Bucaramanga amaneció distinta. Parecía el apocalipsis, pero amarillo. Un ambiente festivo similar al mismo que se siente un 31de diciembre, cuando la suerte del año está echada y por delante lo único que queda es esperar el abrazo de medianoche. 

En la glorieta vecina del Estadio que ahora se llamará Américo Montanini, en honor al máximo goleador del Atlético Bucaramanga (136 dianas), una fila interminable de vehículos hacen fila para pintar una estrella en sus ventanas. Los principales puentes de la ciudad visten una tela extendida que reza “ponte la camiseta”. Un río amarillo de motocicletas se extiende a lo largo de las principales avenidas en la ciudad.

Hace seis meses la incertidumbre reinaba en la capital santandereana, “venimos de un letargo político desastroso en la ciudad”, advierte por radio Gonzalo Ordóñez, sociólogo y docente de la Universidad Industrial de Santander. “Y esta emoción que genera el equipo ha vuelto a unir la esperanza de muchísima gente”, remata. 


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A esa desesperanza se sumaba que la dirigencia del equipo venía acumulando una racha de más de 15 años con 50 o más entrenadores, y una pasarela de jugadores que con más humo y nombre que fútbol inflaban en vano la ilusión de un pueblo de dos millones de personas que habitan el área metropolitana. 

El primer semestre del 2024 lucía igual. Un equipo armado a punta de retazos sobrantes del campeonato local, que Rafael Dudamel debía bordar con pinza. Su contrato, incluso, establecía la renovación siempre y cuando avanzara a los cuadrangulares en cualquiera de los dos campeonatos. 

“Quizá muchos veníamos de un pasado inmediato, no muy bueno, y eso marca nuestra historia, pero no nuestra capacidad”, respondía Rafael Dudamel sobre las críticas en torno a su equipo, 180 minutos antes de que se jugara el primer juego de dos de la final colombiana. 

Ya sobre el césped reverdecido de Bucaramanga y con una defensa regia comandada por Jefferson Mena, el Atlético impidió que Santa Fe llegara al arco con oportunidades reales de gol. En el minuto 67, de los primeros 90, Emerson Córdoba intentó por tercera vez romper por derecha y logró conectar con Freddy Hinestroza, que, de izquierda, la acomodó al segundo palo de Andrés Mosquera Marmolejo. 

El templo bumangués volvió a temblar, incluso más que las tres o cuatro veces que la falla de Bucaramanga ha puesto el Padrenuestro en boca de los santandereanos en su historia. Fue el grito de 75 años de silencio. De un cometa Halley visto y, en cambio, no un campeonato. Fue el desahogo de 25 mil personas que hicieron lo imposible por no perderse una cita con la gloria. Y de millones que, esparcidos por Bucaramanga y el mundo, anhelan un milagro.

Después del grito de Manuela Beltrán en Socorro, el del ‘Alfonso López’ es el más importante en la historia de una región que nunca había logrado algo importante. Fue el éxtasis y orgasmo de un amor fiel que incluso aguantó más que cualquier matrimonio conocido. 

La semana que sobrevino después, fue, tal vez, la más inútil en Bucaramanga. Toda conversación laboral concluía en una plegaria por el Atlético. Cualquier cita médica terminaba en el deseo mutuo de un grito desaforado. Fue una semana sin lluvia, y con días que auguraban un sábado de arreboles. 

Ilusión

Cuando el juez Carlos Betancur ordenó el inicio de los 90 restantes, Bogotá y Bucaramanga compartían la lluvia. Un aguacero de proporciones bíblicas que escondía el sudor de los 22 en la cancha y los millones expectantes frente a televisores, pantallas y radios, siguiendo una redonda que hará feliz a unos y condenará a la tristeza a otros. 

Al minuto 9 del juego en Bogotá, la algarabía de Bucaramanga se silenció. Hugo Rodallega conectó un zurdazo al que Aldair Quintana no llegaba ni deslizándose por un césped empapado en el Campín. Santa Fe llevaba dominando el inicio del juego, y el gol era cuestión de inercia. 

Al 26, un centro de Hinestroza paró de sus sillas a una ciudad completa. De nuevo, Mosquera Marmolejo se colgó de esa pelota y le robó de la cabeza el gol a Emerson Córdoba. Bucaramanga se volvió a sentar. Cuatro minutos después, Sambueza hizo de las suyas, como en toda la temporada. Filtró perfecto para Córdoba, que definió como los dioses cuando se instalan en el Olimpo. 

En momentos irrepetibles como estos, es difícil imaginar la felicidad que sienten bumangueses como Tobías Duarte, que a sus 96 años puede preciarse de haber visto el primer partido de Atlético Bucaramanga en 1949, haber vestido más de 100 camisas auriverdes durante 75 años, y ahora, ver a su equipo más cerca del milagro. 

De Mauricio Buitrago, uno de esos hinchas que solía repetir “uno tiene que ser hincha del equipo de la tierrita, mano”. 

De José Ordóñez, humorista santandereano que en la primera década del 2000 se hizo famoso por hacer reír a un país a punta de su hablado santandereano, de mucho carácter frente a cualquier similar, pero noble y dócil ante su esposa. Caricatura fiel del santandereano. 

“Ruuuuumbo a la libertadores”, decía una y otra vez en sus programas. Añoranza que durante dos décadas fue motivo de burla contra cualquier santandereano por fuera de su tierra, y que ahora se había convertido en una posibilidad real para el Atlético Bucaramanga. 

Pasados 45 minutos, Bucaramanga volvía a ser un carnaval. “Ya tenemos tres cuartos de una estrella”, decían unos. “Cállese, no diga eso”, le gritaba otro, seguramente creyente de las cábalas. Los autos volvieron a circular por las calles, las motos se colgaban del pito. En todos los rincones de la ciudad sonó, por enésima vez, La cumbia de los trapos. 

Si a esta película le faltaba trama, llegó temprano en el segundo tiempo. Un tiro de esquina del Bucaramanga, manoseado por todos en el área, le puso la bola a Daniel Mosquera para que anotara su séptimo gol. Un segundo antes, Jhon Emerson Córdoba había interactuado en la jugada, siendo el último hombre del juego antes del portero cardenal. 

Los gritos desaforados de Bucaramanga se enmudecieron de golpe, ante el silencio eterno de Betancur mientras le comunicaban por pinganillo que, en efecto, había sido gol. 

¿Dos gritos en un mismo gol? Eso es jugar con la emoción de dos millones de mortales esparcidos por el globo terráqueo. Bondades o desgracias del VAR. Todo depende de según cómo se mire. 

A falta de 7 minutos para el final, Santa Fe volvió a arrimarse al área de Bucaramanga. Era una calca de esos primeros minutos cuando Rodallega abrió el marcador. Desde un tiro de esquina, la pelota cayó en los pies de Julián Millán y empató. El silencio en Bucaramanga duró lo que dura un suspiro. El ‘leopardo’ seguía siendo campeón. Y vino un penalti. 

Aldair Zárate agarró a Francisco Chaverra. Falta sin discusión. El uruguayo Germán Agustín Gutiérrez celebró a rabiar ese cañonazo a la derecha del arquero Quintana. Las caras largas de los bumangueses se hicieron aún más largas. Las manos se entrelazaron como rezando un rosario, el mismo gesto católico de Rafael Dudamel. 

Cuarta final consecutiva en Colombia que se definía por el punto penal. “Siempre hemos aguantado hasta el final, siempre hemos aguantado hasta el final”, gritaba una mujer dentro de un bar. 

La tanda se extendió. Los corazones se querían salir. Hasta que apareció Aldair Quintana, por segunda ocasión, y tapó el cobro de Julián Millán. 

El coro “quiero ser campeón, quiero ser campeón” que retumbó en el estadio ‘Alfonso López durante tantos años, ya puede cambiarse. 

En la ignorancia de siete décadas y media de sequía, supongo que la emoción que genera una gesta como esta es similar a la que siente un astrofísico cuando su vida coincide con el paso del Cometa Halley. Para ser sinceros, no hay precedentes en Bucaramanga de una emoción colectiva como la que vive una ciudad que nunca había conseguido nada importante. 

Mauricio Buitrago, tío, aunque hace dos años ves los juegos del equipo de la tierrita desde el cielo, como miles que se durmieron para siempre esperando la gloria, hoy el Atlético Bucaramanga grita por primera vez: CAMPEÓN. 

El carnaval de las cumbias apenas empieza.

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