El 20 de marzo de 1966 estará marcado en la historia de los Mundiales de Fútbol y del país cuna del balompié, Inglaterra, como uno de los días en que la férrea seguridad británica se puso en jaque. Ese día, la estatuilla Jules Rimet, que se exponía en el Methodist Central Hall de Westminster en Londres, desapareció, pese a que el país anfitrión se había comprometido a custodiarlo las 24 horas del día.
Cuentan las leyendas, que ese domingo, mientras en otro extremo del edificio se celebraba un oficio religioso, la Jules Rimet fue robada sin que los encargados de su seguridad se percataran oportunamente del hecho. Algunas fuentes señalan que todo sucedió debido a que el guardia que estaba de turno, un hombre de más de 70 años, salió a buscar algo para cenar, tiempo -minutos- que el ladrón aprovechó para llevarse el preciado trofeo, sin dejar rastro alguno.
La noticia se expandió rápidamente por medios nacionales e internacionales. Los días pasaban y de la copa no se sabía nada, y muchos la creían ya perdida.
De acuerdo con el portal de internet memorias del fútbol.com, “tras varios días de búsqueda, en Scotland Yard se recibió una carta del supuesto ladrón, quien pedía 15.000 libras de rescate en billetes usados de una y cinco libras. Cinco días después llega otra carta firmada por un tal Jackson, rectificando la carta anterior, en la que ahora pedía que el dinero fuera en billetes de cinco y 10 libras. La policía le sigue el rastro al personaje y detiene a un hombre de 47 años, pero el autor de la carta resulta ser un trabajador de muelles que quería aprovecharse de la situación”.
Una semana después de la desaparición del trofeo, el 29 de marzo, se acercó a la comisaría un hombre de nombre David Corbett, quien entregó un paquete donde estaba la tan buscada Copa, que luego de ser minuciosamente revisada, se pudo determinar que efectivamente era la auténtica Jules Rimet, el trofeo diseñado por el francés Abel La Fleur, en honor a la diosa griega Victoria, fabricado con casi dos kilos de oro.
Según lo narrado por los medios de comunicación, todo sucedió cuando Corbett caminaba con su perro- un collie mestizo- llamado Pickles por las calles del sur de Londres, cuando de repente el canino empezó a olfatear y escarbar frente a unos arbustos, donde había un objeto envuelto en papel periódico. Al inicio, Dave dudó en acercarse al elemento, sin embargo, fue tanta la insistencia del astuto perro, que su dueño decidió alzar el paquete.
“Rasgué un poco y vi Brasil...Alemania Occidental. Mi corazón empezó a palpitar más rápido que nunca, no lo podía creer. ¡Era la Copa del Mundo!", contó emocionado en ese entonces Corbett para la BBC.
“El trofeo estaba envuelto en periódicos y fuertemente atado con cuerda, apoyado contra la rueda del auto de mi vecino. En esa época, el IRA (Ejército Republicano Irlandés) estaba activo, así que pensé que era una bomba y lo dejé en el suelo. Lo levanté, lo volví a dejar. Entonces, la curiosidad me pudo. Rompí un poco el envoltorio y lo vi. Volví a casa corriendo y le dije a mi mujer: ‘¡Creo que encontré la Copa Mundial!’", narró Corbett.
Inmediatamente, el hombre acudió a la Policía para entregar la estatuilla, sin embargo, “todos me miraron, y entonces comprendí que me había convertido en el sospechoso número uno”, señaló. No obstante, luego de interrogarlo y de investigar, la fuerza policial determinó la inocencia de Corbett, al tiempo que encontraron a Edward Betchley, el verdadero ladrón, mientras que David y Pickles se convirtieron en héroes nacionales.
Como reconocimiento los nuevos protagonistas de Inglaterra 66 recibieron una recompensa de 6.000 Libras y un año de comida gratis para Pickles, que además fue nombrado el perro del año y recibió la medalla de plata de la Liga de Defensa Canina.
Finalmente, el 30 de julio, ante más de 90.000 espectadores en el estadio de Wembley, Inglaterra venció 4-2 en la final a Alemania, con el polémico gol de Geoff Hurts, ganando su primera, y hasta ahora única Copa Mundial de Fútbol, y levantando el capitán inglés, Bobby Moore, el recuperado trofeo Jules Rimet.