El estrés competitivo: un rival más para el deportista profesional
El estrés está presente en una tercera parte de las lesiones deportivas, por lo que el cortisol se revela como una variable a tener en cuenta en el alto rendimiento deportivo.
He trabajado con equipos profesionales de ciclismo, fútbol, balonmano, atletismo, bádminton, natación, baloncesto, eSports, judo, hockey hierba, etc. en las mejores y más exigentes competiciones internacionales y una de las cuestiones que más me ha llamado la atención ha sido la baja producción de cortisol basal (la famosa hormona del estrés) en este colectivo.
Son una muestra muy seleccionada que ha pasado una “criba” exigente, tanto física como mental. Solo los más perseverantes superan la ansiedad producida por las horas destinadas a rutinas técnicas, entrenamientos agotadores, viajes interminables, entrevistas públicas y restricción de la vida familiar.
La búsqueda de incentivos es la variable más motivadora en la lucha por vencer a sus rivales. Algunos estudios han sugerido el importante papel que juega la testosterona en la combatividad y la actividad cerebral durante la competición. Esta hormona impulsa la motivación y capacita al deportista para ganar a sus adversarios.
Así, durante muchos años se ha sugerido la existencia de un “efecto ganador” relacionado con la testosterona. Este fenómeno se caracteriza por aumentos momentáneos de la hormona a consecuencia de las mieles del triunfo y descensos al finalizar los partidos con una sonada derrota, también en el género femenino. Estos cambios hormonales se observan igualmente en el cortisol y son un excelente indicador del nivel de estrés del deportista.
Los fans también acusan las derrotas
He trabajado con jugadores de fútbol profesional que han sufrido insultos y presión extrema desde los medios de comunicación y que pueden llegar a incrementar un 300 % su producción de cortisol. Esta respuesta neuroendocrina parece bidireccional: también los fans se ven afectados por los resultados de sus equipos.
El estudio más antiguo sobre el efecto del resultado sobre los aficionados se realizó durante la final del mundial de EE. UU. de 1994, que enfrentó a las selecciones de Brasil e Italia. Los seguidores del equipo brasileño (campeón) incrementaron sus concentraciones de testosterona, mientras que los tifosi tuvieron descensos del 50 % con la frustración por la derrota.
También la presión mediática y social se vuelve en contra de un equipo cuando los resultados son esquivos. Hemos trabajado con equipos de la Liga de Fútbol Profesional (LFP) durante toda la temporada y comprobamos cómo los jugadores experimentados soportaron mucho mejor el estrés que sus compañeros más jóvenes e inexpertos.
A más cortisol, más lesiones
El problema lo tendríamos con los deportistas que perciben los partidos como una amenaza. Dentro de este último grupo existirían tres líneas diferentes de afectación psicofisiológica: un aumento del índice de masa corporal, un descenso notable en su rendimiento físico o un incremento de procesos inflamatorios y daño muscular. Llegado este punto, no parece muy divertido competir frente a sus fans.
De hecho, el estrés está presente en una tercera parte de las lesiones deportivas, por lo que el cortisol se revela como una variable a tener en cuenta en el alto rendimiento deportivo. Esto explicaría por qué algunos estudios señalan una relación entre la posición en la tabla y número de lesionados.
Algunos ya han levantado la voz
En resumen, los deportistas profesionales sufren estrés agudo y crónico debido a la cantidad de estresores que deben afrontar. Los resultados de los encuentros deportivos pueden dificultar su capacidad para superar los desafíos subsiguientes.
Esta tensión competitiva está modulada por aspectos físicos (cargas de entrenamiento), psicológicos (presión psicotáctica), de rendimiento (ganar-perder) y del entorno social.
Los fans pueden apoyar a sus jugadores y favorecer su adaptación, pero también manifestar abiertamente su descontento y convertirse en un estímulo aversivo más.
Creo que es un buen momento para abrir un debate sobre el bienestar del deportista profesional: resulta imposible adaptarse cada 24 horas a las exigencias de la competición. Si algo está claro es que no son seres extraordinarios. Puede que posean una capacidad de resiliencia física y psicológica mayor, pero no infinita.
Varios jugadores profesionales como Andrés Iniesta, André Agassi y Ricky Rubio ya han alzado la voz en público. ¿Cuántos otros habrán sufrido lesiones y recaídas que han acabado prematuramente con sus carreras antes de entender por qué? Quizá debamos reducir la cantidad de partidos y aumentar los días de descanso. No es posible cambiar la biología del ser humano en favor del deporte espectáculo.
Adecuar la preparación a los niveles de estrés
El estrés es una paradoja: podemos entenderlo como un proceso adaptativo que nos ofrece una ventaja evolutiva o como una enfermedad que puede afectar a la salud.
Actualmente, el cuerpo técnico puede obtener información sobre el nivel de estrés de cada deportista usando una simple muestra de saliva. Los grandes clubes pueden beneficiarse de los nuevos métodos diagnósticos –rápidos, baratos y fiables– mejorando su competitividad y manteniendo al deportista en una zona más ajustada a su capacidad.
Todos queremos disfrutar de más éxitos olímpicos y en las grandes ligas internacionales. Para ello es imprescindible que velemos por la salud física y mental de quienes lo hacen posible: los deportistas profesionales. Las exigencias de la preparación para vencer a los rivales obligan a los entrenadores a acercarse peligrosamente al límite.
Normalmente, la carga generada retorna a su punto base con descanso e ingesta calórica. Esto no quiere decir que el estrés que ha sufrido durante el proceso haya desaparecido. El gasto energético, físico y mental ha dejado un rastro que debemos analizar y, conforme a ello, adecuar los entrenamientos.