‘Bullying’, ciberacoso, castigos corporales, violencia psicológica, maltrato emocional, acoso entre estudiantes, agresiones físicas, humillaciones, burlas, ‘grooming’, discriminación, entre otras tantas, son solo algunas formas de violencia a las que millones de niños, niñas y adolescentes se enfrentan a diario en las instituciones educativas del mundo, generando impactos negativos en su educación, salud mental y bienestar.
Una estimación de la ONG Plan International y Unicef plantea que 246 millones de menores en el mundo resultan afectados cada año, estando las niñas y a quienes se les percibe que no se ajustan a las normas sexuales y de género dominantes entre las personas mayormente afectadas. No obstante, todas las formas de violencia escolar representan una vulneración de los derechos de niños, niñas y adolescentes.
De acuerdo con el estudio ‘Detrás de las cifras: Poner fin a la violencia y el acoso escolar’, de la Unesco, publicado en el Foro Mundial sobre la Educación en 2019, el más reciente en torno al tema, las encuestas muestran que casi 1 de cada 3 estudiantes (32%) fue víctima de acoso por parte de sus compañeros o compañeras de escuela al menos una vez en el mes anterior a realizarse la encuesta. En todas las regiones, excepto en Europa y América del Norte, el tipo de acoso más común es el físico, seguido del acoso sexual.
Otros datos revelan que “los niños, niñas y adolescentes a quienes se les considera “diferentes” de alguna manera tienen mayor riesgo de ser víctimas de acoso. Las encuestas internacionales indican que el aspecto físico es la razón más común de ser objeto de acoso, mientras que la raza, la nacionalidad o el color de la piel ocupan el segundo lugar”, advierte el estudio.
Los resultados muestran, asimismo, que más de 1 de cada 3 estudiantes (36%) se peleó con un compañero o compañera (al menos una vez) en el año previo a la realización de las encuestas, y casi uno de cada tres (32,4%) ha sido agredido físicamente al menos una vez.
De otro lado, la probabilidad de que los niños participen en una pelea o sean agredidos físicamente es superior que la de las niñas. El acoso físico es más común entre niños que entre niñas, mientras que en el ámbito psicológico ocurre lo contrario.
“A escala mundial, la violencia física por parte de docentes es poco habitual, pero, en algunos países, niños y niñas refieren niveles elevados de violencia física a manos de sus profesores. El castigo corporal, que es una forma de violencia física, sigue estando permitido en los centros escolares de 68 países y se utiliza con frecuencia en muchos de ellos”, señala el estudio.
Un aspecto relevante a tener en cuenta es diferenciar una resolución de conflictos de violencia escolar, como lo explica Norma Constanza Sánchez, psicóloga, magister en educación y docente del programa de Psicología de la Universidad Cooperativa de Colombia.
“Para que un hecho sea considerado como violencia o acoso escolar y no conflictos o discusiones entre los menores debe ser una acción sistemática de comportamientos agresivos que se repiten a lo largo del tiempo, de manera intencionada y en donde hay un desequilibrio de poder entre los perpetradores y las víctimas”.
Pero, además, considera la docente, es fundamental entender que este accionar no solo afecta a víctimas y victimarios, sino a otros compañeros del colegio, a los secuaces o amigos protectores del agresor, a los observadores activos y pasivos, docentes, padres de familia y otras instancias de la sociedad.
Bullying y ciberacoso
Entre las múltiples formas de violencia escolar, el bullying es una de los más frecuentes. Según la Cepal, en Colombia el 32 % de los estudiantes reportan haber sido víctimas de bullying; y de acuerdo con la ONG Bullying Sin Fronteras, entre el 1 de octubre de 2017 y el primero de marzo de 2020 y el primero de marzo de 2021, en el país hubo 8.981 casos graves de bullying.
Una problemática que, debido a la crisis generada por la pandemia de la Covid-19 y las medidas para contrarrestar sus impactos como la educación virtual en casa, ha traído consigo importantes consecuencias y efectos como el incremento del ciberbullying. Según informó Unicef, en 2019, el 70% de los jóvenes ha experimentado violencia en línea, acoso digital y ciberacoso.
Para Luis Evelio Castillo, doctorando en educación y docente investigador de la Facultad de Educación de la Universidad de La Salle, es evidente que el ciberacoso ha aumentado durante la pandemia, pues “diferentes estudios muestran, por ejemplo, que ha aumentado el uso de plataformas y al pasar esto, los casos de violencia y acoso escolar también crecen, se dice que en Estados Unidos, por ejemplo, 1 de cada 5 niños ha sido víctima de este tipo de violencias”, comenta.
Estos estudios, añade, también muestran que la existencia de familias disfuncionales, el ausentismo parental, el aumento de espacios de ocio y de difusión a través de la red, entre otros, “han posibilitado que estas violencias no sean fácilmente detectadas, ya que hay una menor percepción del daño, pareciera que los niños naturalizan este tipo de ofensas, pero además, al no estar cara a cara con el agresor no tienen posibilidades de defenderse, y al existir mayor posibilidad de difusión en la red, estas agresiones están más disponibles”.
A ello se suma que, así como la pandemia, el afrontar totalmente la educación virtual ha sido una situación atípica para la cual nadie estaba preparado. Al proliferar, por ejemplo, la aparición de juegos en línea que son violentos, que traen una violencia oculta a través de símbolos y figuras son aspectos que permiten que aumento del ciberbullying.
Este tipo de violencia, agrega la docente Sánchez de la Universidad Cooperativa de Colombia, puede incluir comentarios humillantes a través de redes sociales, ‘fake news’, el ‘sexting’ (envío de imágenes de índole sexual), o el ‘grooming’ (cuando un adulto con intenciones sexuales se hace pasar como menor de edad para ganar confianza), envío de mensajes de texto o correos electrónicos intimidatorios, publicación en redes sociales de imágenes comprometedoras para hacer que la víctima sienta vergüenza, entre otros.
Consecuencias
Los efectos de las violencias, acosos escolares y ciberacoso pueden ser devastadores, como lo expone Sánchez.
“La víctima puede presentar atraso o deserción escolar, baja autoestima, dificultad para establecer relaciones interpersonales, tendencia a desarrollar trastornos emocionales, a aislarse socialmente, depresión, ansiedad, estrés, deseos de venganza; a futuro se les puede dificultar conseguir un trabajo y, en casos prolongados o intensos, tener pasamientos destructivos e ideaciones suicidas”.
Mientras que el agresor también puede tener dificultad de establecer relaciones interpersonales, presentar fracaso escolar debido a su comportamiento agresivo, ser víctima de agresiones fuera de la escuela y, a futuro si no se trata a tiempo, presentar comportamientos delictivos.
Retos
Uno de los principales desafíos frente a esta compleja situación se relaciona con el paulatino regreso a clases presenciales pues representa “procesos de readaptación de los niños, niñas y adolescentes a un contexto de socialización y construcción colectiva del conocimiento luego de casi dos años. Habrá que esperar con paciencia y atención en cómo se configura el proceso ante las nuevas manifestaciones, las nuevas experiencias, pero también frente a nuevas formas de violencia”, anota Castillo.
Se podrían, por ejemplo, generar situaciones de jóvenes totalmente distraídos, niños o niñas que sean desplazados en el contexto escolar, estudiantes que llegan con un mayor poder de influencia- no siempre positivas- fenómenos que antes eran ocasionales y que pueden exacerbarse en esta nueva realidad, advierte Castillo.
“Pero también, pueden ser una oportunidad para determinar cuáles son las nuevas comprensiones del mundo que tienen los niños, de la manera de relacionarse consigo mismos y con los demás, de las formas como aprenden y cómo conciben la construcción social de conocimiento en el aula”, acota el investigador de la U. de La Salle.
Para la Unesco una prioridad estratégica está en garantizar que niños, niñas, adolescentes y jóvenes tengan acceso a entornos de aprendizaje seguros, inclusivos y que promuevan la salud; así mismo, asegurar la aplicación de la legislación para salvaguardar sus derechos e implementar políticas de prevención y respuesta a la violencia y el acoso escolar; mejorar la disponibilidad de datos exactos, fiables y desglosados; y promover enfoques escolares integrales en los que participe toda la comunidad escolar: estudiantes, profesores, personal no docente, padres de familia y autoridades.