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Sandra Arenas: la gloria olímpica que se forjó en los trabajos del campo

A Sandra le tocaba hacer los trabajos del campo, recolectar café y tiempo después irse caminando a los entrenamientos.
Foto: Colprensa
Thomas Beltrán

Antes de la medalla olímpica, Sandra Lorena Arenas había ganado los Juegos Panamericanos y esa medalla de oro en 2019, se había convertido en la más importante de su carrera deportiva. En esa competencia tuvo un amuleto especial que fue la presencia de sus padres. María Rudy y José Otoniel, padres de Sandra, viajaron en esa ocasión por primera vez al extranjero. Lo hicieron a Lima, Perú, a ver la competencia de su hija. Su madre le dio la bendición muy temprano antes de la competencia y su hija le correspondió no solo con la medalla de oro, sino que hizo nuevo récord panamericano en esa especialidad.

Para Tokio era más difícil acompañarla por la distancia y la situación de la pandemia, pero en casa estuvieron sus padres pendientes. María Rudy, aunque fuera a través de la pantalla de televisión, le envió su bendición y otra vez su hija no le falló y consiguió la medalla de plata.

Sandra Lorena nació en Pereira y se fueron con la familia a vivir en el departamento del Quindío, allí un entrenador vio sus condiciones y le dijo que podría ser una gran atleta. Ella no se entusiasmó mucho pero cuando su hermano se fue a vivir a Medellín, se le unió y en la capital de la montaña Libardo Hoyos la recibió como atleta de larga distancia.

“Los sacrificios han sido de ella, porque decía que quería ser deportista. Ella no lleva tanto tiempo en el deporte. De Pereira donde nació nos fuimos para el Quindío y un profesor le dijo que era buena para correr, entonces empezó a competir y ganó una carrera en el Quindío. En esa competencia se ganó 100 mil pesos y ahí mismo nos invitó a almorzar toda contenta”, contó su madre María.

La vida de Sandra, como la mayoría de los deportistas, no fue fácil, con sus hermanos José, Julián Andrés y Diana se criaron en el campo. A Sandra le tocaba hacer los trabajos del campo, recolectar café y tiempo después irse caminando a los entrenamientos, porque ni ella tenía ni sus papás podían darle plata para el bus. Eso forjó un carácter en la atleta que en su carrera ya cuenta con una medalla olímpica.

“Yo si la apoyé, el papá decía que eso del deporte era una bobada. Muchas veces se iba a entrenar escondida del papá porque él era muy terco. No le gustaba que las mujeres salieran de la casa”, recuerda doña María con una mirada retadora sobre su esposo.

Sus padres entendieron que el deporte les cambió la vida y finalmente tuvieron que darle la razón a su hija que, con medallas, ha demostrado que los grandes triunfos se forjan con grandes sacrificios.

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