Empezaremos explicando que los ecosistemas, son comunidades de organismos, vegetación, seres vivos, e incluso bacterias y otros microorganismos, que proporcionan servicios vitales como el suministro de agua, la purificación del aire, la polinización de cultivos y la regulación del clima. Algunos ejemplos de ecosistemas son las lagunas, los arrecifes, bosques tropicales o desiertos.
Las causas principales de la pérdida de ecosistemas están directamente relacionadas con las actividades humanas. La deforestación, la urbanización, la expansión agrícola, la minería y la construcción de infraestructura han transformado vastas áreas de bosques, humedales, praderas y otros hábitats naturales. Según un informe reciente de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), aproximadamente el 75% de la superficie terrestre ha sido severamente alterada por la actividad humana, incluido el 85% de las áreas de humedales.
Los bosques tropicales se encuentran entre los ecosistemas más afectados, esta pérdida no solo destruye hábitats esenciales para millones de especies, sino que también contribuye al cambio climático al liberar grandes cantidades de dióxido de carbono almacenado en los árboles. La desaparición de estos ecosistemas conlleva la pérdida de biodiversidad, es decir, la variedad de vida en el planeta.
La biodiversidad es crucial para mantener los ecosistemas saludables y funcionales, pero las cifras actuales son alarmantes. Según el Informe Planeta Vivo 2022, elaborado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), las poblaciones de vertebrados, incluyendo mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces, han disminuido en un 69% en promedio desde 1970.
Además, se estima que alrededor de un millón de especies de plantas y animales están en peligro de extinción, muchas de ellas en las próximas décadas, si no se toman medidas urgentes para proteger sus hábitats. La desaparición de estas especies no solo representa una pérdida irreparable de vida, sino que también pone en riesgo los servicios ecosistémicos de los que dependemos.
La situación es crítica, pero aún hay esperanza si actuamos de manera decisiva. La conservación de los ecosistemas requiere un enfoque integral que involucre a gobiernos, empresas, comunidades locales y ciudadanos.
Es fundamental proteger y gestionar eficazmente las áreas naturales, promover iniciativas de reforestación y restauración de ecosistemas degradados, fomentar prácticas agrícolas sostenibles y aumentar la conciencia sobre la importancia de los ecosistemas y la biodiversidad, priorizando las actividades sostenibles para que cada actividad que se realice, tenga un impacto positivo en el medio ambiente.