Es 5 de junio de 2023, Día Mundial del Medio Ambiente. A mí y a Francisco nos separan siete horas de diferencia. Él está en Viena, Austria y yo en Bogotá, Colombia. Ambos hemos conversado en varias ocasiones, pero nuestra última charla fue cuando él tenía nueve años; hoy tiene 13.
Durante estos cuatro (años) han pasado muchas cosas: Francisco Vera fue amenazado de muerte por haber posteado un video en el que le pidió al Gobierno de turno (al del expresidente Iván Duque) que garantizara la conectividad en todos los territorios para el regreso a las aulas, luego de una pandemia (la del Covid-19) que le arrebató la vida a 142.765 colombianos, según el Instituto Nacional de Salud.
Después de esto, lo siguiente que pasó, fue que salió de Colombia, uno de los países que más asesinatos de líderes ambientales registra, por la amenaza que mencioné.
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Creó un movimiento que lleva por nombre ‘Guardianes por la vida’ en el que hoy lo acompañan más de 700 jóvenes no solo colombianos, sino de todo el mundo, que sueñan, como él, crecer en un planeta sano, limpio y justo.
Escribió un libro y ha hecho tanto y en tan poco tiempo, que recientemente participó en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático; fue nombrado asesor infantil del Comité de los Derechos del Niño de la ONU y hoy, en el día en el que miles de líderes ambientales alzan su voz en señal de protesta para decir que los humanos estamos acabando con lo más preciado, fue nombrado por la Unicef como el primer defensor del medio ambiente y la acción climática para América Latina y el Caribe.
Cuando por fin me contesta, luego de estar acompañando la Conferencia de Niños y jóvenes defensores de Derechos Humanos, que se realiza en Viena, lo primero que hago es preguntarle quién es Francisco Vera cuatro años después de que escuchamos nuestras voces por última vez.
De inmediato, al otro lado del teléfono, escucho una voz distinta, ya no es tan dulce, pero sin verlo, sé que el Francisco actual es un joven que se quiere comer el mundo y llevar su mensaje hasta el lugar más lejano.
Hoy, ya habla varios idiomas, sabe exactamente lo que quiere y responde preguntas que no cualquier niño de 13 años podría responder con tal vehemencia, conocimiento y terminología en materia ambiental.
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“Yo soy el mismo Francisco Vera, que defendía el cuidado del medio ambiente hace unos años”, asegura mientras ríe y dice para su mamá y para mí, la famosa frase ‘cómo pasa el tiempo'. “Pero hoy, después de todo por lo que pasé, tengo la posibilidad de llevar mi mensaje desde y hacia plataformas más grandes”, confirma.
Es conciso en lo que habla. Tiene claro que como activista y con el poder que le han dado a él y a sus semejantes, las redes sociales serán el escenario para masificar su discurso; así lo demuestra en Twitter, en donde, por ejemplo, abre conversaciones que no se atreve a abrir cualquiera.
“Quiero expandir una plataforma de activismo en donde pueda llevar a cabo acciones y luchar por el planeta. Quiero que los Gobiernos tomen medidas y que los niños que se han visto afectados por temas como el cambio climático, al carecer no solo de servicios básicos, sino al no ser un foco de inversión, finalmente lo sean”. Asimismo, me cuenta que lo hará generando procesos de trabajo mancomunado para que la participación gubernamental y ciudadana sea la mejor.
Amplificar un mensaje, la meta
“Mi gran rol es que la voz de esos niños que terminan siendo marginados en cualquier lugar del mundo, pueda ser escuchada. Nosotros tenemos mucho que decir y el esfuerzo que estoy haciendo es por eso”, afirma.
Él, como a todas las personas que han pasado por el largo y tortuoso mundo de las amenazas en Colombia, suspira y dice que “es uno de los temas más difíciles de abordar, porque no solo me han afectado a mí, sino que han generado afectaciones en mi familia y en lo que era mi vida cotidiana. Pero lo más lamentable es que no solo he sufrido yo. Colombia es el país más peligroso para ser activista ambiental y defensor de Derechos Humanos. Sin embargo, he sido afortunado y he contado con el apoyo de organismos internacionales y de personas que me están llevando a difundir mi mensaje”.
Al cuestionarlo sobre lo más gratificante, no deja de mencionar que le gusta inspirar a más niños y que durante su camino ha visto cómo otras personas de su edad se han empoderado y hoy están generando cambios, esos que nos permitan respirar un aire más puro, tomar un líquido que no esté contaminado, ver cómo el proceso de la vida se mantiene intacto en el mar y en la tierra y, disfrutar de la flora y la fauna en la que es rica su región: Villeta (Cundinamarca).
Finalmente, nos despedimos y no podía hacerlo sin preguntarle por Colombia, por sus sueños y por sus proyectos.
Afirma que volverá algún día, pero con toda la seguridad del lenguaje, concluye que pese a no estar físicamente en el país, mentalmente y desde sus redes y en sus conferencias, menciona lo que realmente está pasando en esta zona del mundo, porque aquí guarda su corazón y su corazón le pertenece al planeta.
“Hacer de América Latina y el Caribe una región más verde, más sana y más segura para todos no debería ser solo el compromiso personal de Francisco, sino que debe ser una de las prioridades de cada gobierno. Necesitamos más jóvenes como Francisco, y los necesitamos ahora”, concluye el director regional de Unicef para América Latina y el Caribe, uno de los tantos y conocidos personajes que hoy son protagonistas en la historia de este joven.