Arví se llama, y su nombre no resulta extraño para ningún antioqueño. Bueno… al menos no para quienes viven en la “Ciudad de la eterna primavera” o sus contornos. Arví, ese sitio del silencio y el aire limpio, es sinónimo de color, de flores, de paz, de todo aquello que, entre las montañas de Antioquia, emerge como lo naturalmente mágico.
Diríase que Arví es el parque ecológico más colorido de Antioquia. La múltiple variedad de flores que escoltan sus senderos naturales obliga (por no decir que invita) al caminante a detenerse para a observar, en pétalos, árboles y semillas, cualquier cantidad de texturas y olores. Recorrerlo, a la luz del día, es como sumergirse en un espacio similar al descrito por el viejo novelista argentino Julio Cortázar en uno de sus poemas: el sitio donde “las flores y las hojas ordenan el espacio en un liviano acuario de colmenas donde tiembla el color”.
Este es un fotorreportaje que capta solo una parte, una pequeña parte de toda la plenitud de la belleza del Parque Arví, desde la fría altura de la vereda Piedras Blancas. Este rincón pinta de diminuta naturalidad la rutina rural, a solo un paso de la ciudad.