América Latina y el Caribe siguen esperando que el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, entienda las complejidades de la región. Nadie esperaba que hiciera de los derechos humanos o de una reforma a la política antidrogas sus grandes banderas, pero sí que entendiera las raíces de la migración o que la seguridad regional es un asunto complejo que supera el envío de ayuda militar.
América Latina y el Caribe no ha sido la prioridad
En su primer año, Biden no pudo priorizar la región, aunque ha planteado mensajes y un esfuerzo de entendimiento retórico de las complejidades, pero sin grandes cambios ni en acciones, ni en asignaciones de recursos, porque:
- Ha concentrado esfuerzos en la gestión de la pandemia.
- Ha lidiado con el retiro de las tropas de Afganistán.
- Ha competido con Rusia y China en otras partes del mundo.
- Ha esperado nueve meses a que su encargado de América Latina en el Departamento de Estado fuera ratificado por el Senado.
- Ha evadido temas domésticos importantes y, en particular, la política hacia Cuba, la cual no ha cambiado un ápice frente a la de Donald Trump.
En 2021 hubo razones para esperar más de Biden. Como Vicepresidente de Barack Obama logró en el Congreso ayuda multimillonaria, hasta por ochocientos millones de dólares, para responder las primeras oleadas migratorias de 2013-2014 y jugó un papel importante en el apoyo estadounidense al proceso de paz de Colombia, en esos años.
Aunque Biden no jugó un papel clave en la apertura de Obama hacia Cuba en 2015, tampoco se opuso. En todo caso, ha tenido y sigue teniendo un equipo de asesores para nada conservadores o militaristas, como los ha habido en Estados Unidos en otras épocas y administraciones. Sus asesores entienden mejor la región.
Sin razones para el optimismo en 2022
En 2022 no hay fundamentos sólidos para ser optimistas con cambios fuertes de Biden en favor de América Latina y el Caribe. Mucho de la política regional se define en función del electorado en La Florida, en donde los demócratas perdieron dos escaños en el Congreso.
El electorado del sur de La Florida, donde habita un número importante de cubanos y colombianos, es muy susceptible a los discursos sobre la amenaza del castro-chavismo y el comunismo. En las redes digitales se critica a Biden por actuar “suavemente” frente al comunismo –discurso típico de la guerra fría--.
Dar una imagen de apertura hacia Cuba, apoyar los diálogos entre el gobierno de Venezuela y la oposición, abogar por un proceso de negociación en Colombia entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Gobierno Nacional, son decisiones complejas, no solo por los votantes en La Florida sino también porque quien preside la Comisión de Relaciones Exteriores en el Congreso es el demócrata Bob Menéndez –de origen cubano–, fiel a las posturas más duras contra Cuba, con el respaldo de otros líderes del partido.
El peso de las elecciones legislativas de 2022
Para las elecciones legislativas de 2022, hay demócratas que apuestan por debilitar el voto de la población blanca no tan educada que, generalmente, sufraga por los republicanos y las políticas contra los migrantes. La gente de Biden no atacará esas políticas en un año electoral importante. Aspira sí a socavar esos votos absteniéndose de apoyar reformas migratorias o de fronteras proclives a la población migrante. Lo previsible son políticas endurecidas como la reciente expulsión de venezolanos hacia Colombia, en donde tienen la opción de un estatuto de protección temporal.
Un reciente análisis de WOLA considera que persiste al menos la intención de Biden y de su equipo en un cambio de perspectiva y de retórica, es decir, un esfuerzo por marcar contrastes con el Gobierno de Donald Trump que revivió sin tapujos la doctrina Monroe, diciendo que América Latina y el Caribe son su patio trasero y que el comunismo y el castro-chavismo son las mayores amenazas regionales.
Retóricamente, la administración Biden entienden la raíz de las migraciones, apoyan los esfuerzos regionales en favor de los derechos humanos, la lucha contra la corrupción, el proceso de paz de Colombia y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la iniciativa de Noruega y México para negociar la crisis en Venezuela.
La lucha contra la corrupción: piedra en el zapato
Mientras en América Latina y el Caribe esperan que la retórica de Biden se traduzca en acciones y asignaciones importantes de recursos para enfrentar esos desafíos, el de la lucha contra la corrupción constituye una piedra en el zapato para la política exterior, sobre todo con gobiernos proclives a Washington, cuyos líderes y aliados políticos participan en redes de corrupción.
Durante la guerra fría y en gran parte de la guerra antidrogas, Estados Unidos simplemente ignoró la corrupción de sus socios. Pero hoy, al abordar el tema, el Departamento de Estado y la Casa Blanca se enfrentan a posiciones engorrosas. Lo ilustra bien el caso de Guatemala, cuyo gobierno fue excluido de la reciente cumbre de países democráticos convocada por Biden, porque ha desmontado mecanismos judiciales eficaces contra la corrupción.
El hecho de que el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, se haya reunido con activistas de derecha y con algunos oficiales de la Casa Blanca demuestra que hay confusión o varias políticas dentro del propio Gobierno para anteponer algunos intereses nacionales, manteniendo como aliado, por ejemplo, a Giammattei, dispuesto a bloquear las caravanas de migrantes hacia los Estados Unidos.
Cómo lidiar a gobiernos populistas y autoritarios
En general, Biden procura el diálogo y dar la impresión de que interactúa entre pares, lo cual es muy importante, por ejemplo, en sus relaciones con su vecino México, mientras cada vez más y más, desde el sector Defensa crece la preocupación por la influencia de Rusia y de China, especialmente de ésta última.
Parte de la retórica de Biden consiste en no espantar a gobernantes populistas y con tentaciones autoritarias como Jair Bolsonaro o Nayib Bukele que, en cualquier momento, pueden aparecer sonrientes tomándose una fotografía con Xi Jinping o con Vladimir Putin. ¿Cómo puede Estados Unidos alinear a sus amigos, aunque sean populistas y autoritarios, para no empujarlos al patio de China? Ese debate no está resuelto para nada en el Gobierno de Biden y es más complicado que hacerse el de la vista gorda.
Cómo actuar ante los gobernantes autoritarios, populistas o corruptos es un debate emocional y fuerte dentro del Gobierno y del Partido Demócrata porque:
- Vienen de vencer a un populista y autoritario como Trump y siguen lidiando con otros de su corte en Turquía, Filipinas y otros países.
- No los confrontan para mantenerlos como aliados y garantizar acceso a esos países sin importar mucho que sean populistas, autoritarios o democráticos.
- Hay demócratas, especialmente en el sector defensa, que encuentran diferencias entre los populistas de izquierda y de derecha. Estos últimos no trabajan tanto con China, no mantienen una colaboración militar con Beijing e invitan al Comando Sur a participar en ejercicios militares y en nuevos programas de transferencia de armas. Algunos oficiales de Brasil o Colombia lideran o han liderado los ejercicios militares conjuntos.
- En Colombia, el presidente Iván Duque no entraría en la categoría de los gobernantes autoritarios porque nadie piensa que vaya a continuar en el poder después del próximo 7 de agosto, pero el uribismo, sin duda, es un movimiento autoritario y populista, ante el cual Estados Unidos está muy dividido por cómo relacionarse con un movimiento con enlaces del Partido Republicano en La Florida.