En la Franja de Gaza, uno de los últimos almacenes de trigo resultó gravemente dañado por los bombardeos israelíes y el pan, un alimento básico para sus habitantes, escasea cada vez más.
Han pasado 42 días desde que estalló el conflicto entre Israel y Hamás, desencadenada el 7 de octubre por el ataque del movimiento islamista en suelo israelí, que dejó 1.200 muertos en Israel -sobre todo civiles- según las autoridades; y la fábrica de harina de Jan Yunis, en el sur, ya no funciona.
Con unas reservas de 3.000 toneladas de trigo, es una de las más importantes de este territorio palestino costero. Pero su almacén quedó parcialmente destruido y la planta ha dejado de funcionar por falta de combustible.
"Si la Cruz Roja no consigue que los israelíes nos permitan hacer las reparaciones necesarias, tendremos que dejar de trabajar", declara a la AFP Abdelnasser al Ajami, presidente de la asociación de panaderos.
La planta superior del almacén fue alcanzada por un bombardeo el jueves de madrugada y la AFP no pudo comprobar en qué estado se encuentran sus existencias.
Aparentemente, la víspera, la fábrica de harina Al Salam, en Deir al Balah (centro de la Franja), quedó destruida por otro ataque, según la Oficina de la ONU de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA).
De los cinco molinos de trigo que hay en la Franja de Gaza, al menos dos se han visto afectados por los bombardeos israelíes que, desde el 7 de octubre, causaron 11.500 muertos -mayoritariamente civiles, de los que dos tercios eran mujeres y niños-, según el gobierno de Hamás.
Tensiones en el mercado
Según la ONU, los 2,4 millones de gazatíes enfrentan un riesgo de hambruna "inmediato", en medio del "asedio total" al que los somete Israel.
Ya casi no queda ni agua ni electricidad, hay muy poca comida y las provisiones de medicamentos prácticamente se agotaron. Al pequeño territorio sólo han llegado 1.139 camiones con ayuda humanitaria desde Egipto, de los que 447 transportaban alimentos, según la ONU.
Con esto, solo se cubre el "7% de las necesidades calóricas mínimas diarias de la población", estima el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
Los pocos sacos de harina disponibles se venden ya a precio de oro, hasta 180 euros (195 dólares).
Todavía quedan unas 2.000 toneladas de trigo de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (Unrwa), lo que equivaldría -según ese organismo- a unas 370 toneladas de harina, es decir, cinco o seis días de abastecimiento antes de que se acabe el total de existencias.
La agencia de la ONU explicó a la AFP que trabaja con más de 80 panaderías de la Franja, pero todas las del norte están paradas y solo 63 siguen funcionando, en el centro y en el sur, aunque muchas no lo hacen al 100% debido a la falta de gas y de electricidad.
La panadería más grande, situada en la Ciudad de Gaza, cesó su actividad el martes porque un bombardeo israelí destruyó sus paneles solares. Los habitantes, hambrientos, se abalanzaron sobre las reservas de harina.
Cebollas y berenjenas crudas
Desde que empezó el conflicto, se suelen formar filas delante de las panaderías desde el amanecer y, aun así, son muchas las veces en que los clientes no consiguen bastante pan para poder dar de comer a toda la familia.
Además, agrega la OCHA, durante las cinco horas, de media, que tardan en ser atendidos, los vecinos se "exponen a los bombardeos aéreos".
La oenegé estadounidense Mercy Corps informó que ha habido veces en que sus equipos en Gaza han tenido que gastarse hasta 30 dólares por cinco panes árabes.
Todas las tiendas de comestibles tienen estanterías vacías y en muchas hay carteles que rezan "no queda pan" o "no queda levadura".
En los 154 refugios que gestionan, donde viven 813.000 desplazados, la Unrwa y el PMA también reparten directamente el pan producido en sus establecimientos asociados. Pero, según la Unrwa, la mayoría de los camiones que se usan para ese reparto carecen ya de combustible.
Así las cosas, muchos habitantes se han puesto a hacer su propio pan.
En el sur, donde se hacina buena parte de los 1,65 millones de desplazados, dos hogueras encendidas con ramas secas y carbón, delante de las casas, dan cuenta de ello.
No obstante, en muchas áreas del territorio es ya imposible encontrar harina, agua y sal, advierte la OCHA, señalando que los gazatíes se están viendo obligados a "prescindir de sus comidas o a reducirlas" o a "recurrir a métodos de cocción nocivos para la salud".
Los hay que ya solo comen "cebollas y berenjenas crudas", denuncia la oficina de la ONU.