El ‘balcón del oriente del Tolima’ está ubicado en el municipio de Icononzo, con una población no mayor a los 12 mil habitantes en su mayoría de vocación campesina, con la tenacidad intacta marcada en sus manos de tanto trabajar la tierra. A sus espaldas se encuentran altas montañas que conectan con la cordillera oriental y a lo lejos desde su piedemonte a orillas del río Sumapaz, límites entre Tolima y Cundinamarca se puede observar la variedad de cultivos y el verde puro de la vegetación a una altura de 1.304 metros sobre el nivel del mar.
Todo esto hace que propios y turistas, especialmente de la capital de la República, cada fin de semana lo visiten para apartarse por un momento de la congestionada ciudad, mientras el aire fresco acaricia sus rostros.
Una situación muy distinta se vivía en el pasado por la misma dimensión que tomaba el conflicto y que de alguna manera frenaba la tranquilidad de los “paseos de olla”, los planes en familia y hasta las aspiraciones políticas de sus pobladores. Pero con la firma del acuerdo todo eso cambió.
Ahora, reincorporados, comunidad y víctimas trabajan de la mano en la construcción del tejido social. La política tomó relevancia dentro del marco del respeto, la no discriminación y la no estigmatización. Hoy Icononzo es ese balcón donde se intenta por todos los medios avanzar y brindar oportunidad a quienes en algún momento fueron victimarios.
Reconciliación a pocos minutos de la capital
Con 37 años de edad, Mario Montiel, nacido en Ortega (Tolima), hizo dejación de las armas en el antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación Antonio Nariño, de la vereda la Fila, y le apostó a la salida política del conflicto armado. Fue elegido concejal en las elecciones regionales del 26 de octubre de 2019 convirtiéndose en el más joven los 11 elegidos en Icononzo.
Su elección fue ratificada por la Registraduría tres días después del reconteo de votos y luego de que el segundo candidato más votado a la alcaldía decidiera no ejercer la curul que se le otorgaba por derecho. Un cargo que ha sido catalogado, en sus propias palabras, como un triunfo en su primer ejercicio del derecho al voto y la participación en política.
De hecho, la misma Registraduría reveló que tras la firma del Acuerdo se han expedido 7.237 documentos de identificación que han permitido a los excombatientes de Farc retomar sus derechos políticos.
“Cuando me dieron la noticia yo sentí unos escalofríos y dije: ¿ahora qué? Pensé de una en asumir y representar a quienes depositaron la confianza en mí”, señaló Montiel.
Mario es una muestra importante para el mundo de que, pese a la lenta implementación de los acuerdos y la evidencia de amenazas a líderes, defensores de derechos humanos y el asesinato de 285 reincorporados, el 90% de exguerrilleros están cumpliendo y utilizando la política como una salida viable en la construcción de paz estable y duradera como lo plantea el documento firmado en Cartagena el 26 de septiembre de 2016, y ratificado en el Teatro Colón el 24 de noviembre de ese mismo año.
Como muestra, en esas mismas elecciones resultaron electos dos alcaldes: Guillermo Torres, en Turbaco (Bolívar) y Edgardo Figueroa en Puerto Caicedo (Putumayo), así como tres concejales para un total de cinco excombatientes que hacen su reincorporación al tiempo que ocupan un espacio en los recintos democráticos de sus municipios. A esta participación se suman las 10 curules otorgadas al partido que surgió de las extintas Farc.
Compromiso indeclinable respetado por las comunidades
De unos 11 mil habitantes que tiene Icononzo, 8.858 pueden votar. Solo en el antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de la vereda La Fila, hay 350 personas de las cuales 250, entre exguerrilleros y familiares están habilitadas para ejercer el derecho al voto. Esto significó una importante participación en la jornada electoral de octubre de 2019. El 65.51% de la población se midió en las urnas, unas 5.803 personas, donde solo importó la sana convivencia.
Diego Alfonso Huertas Ballén es un joven emprendedor que vive en Icononzo, fue desplazado por la violencia en el año 2005 y sin resentimiento retornó de la ciudad de Bogotá con las ganas y el deseo enorme de volver a su tierra, al tiempo que la paz también hacía lo mismo. En cinco años de implementación del acuerdo final, ha interactuado con la población reincorporada y en su rostro se refleja la esperanza de construir futuro junto a su familia.
“Tengo la fortuna de decir que los exguerrilleros se han adaptado bien, que han hecho un buen trabajo con la comunidad. Al principio tenía temor porque había mucho estigma y no sé cuáles cicatrices se iban a tocar cuando les empezaran hablar de Paz y reconciliación. Pero después me di cuenta que es un proceso importante que da una oportunidad de Paz y que me daba la oportunidad de transformarme como persona y sanar las heridas”, contó Diego.
En esta época de transición los campesinos ya no ven a los exguerrilleros como una amenaza, al contrario, comparten con ellos, los ven como parte de su comunidad y entablan conversaciones que involucran fincas, animales, cultivos y hasta música. Ellos entendieron que más allá de las diferencias está la vida y la tranquilidad que pueden disfrutar desde su balcón, el cual esperan no se convierta nuevamente en un escenario de confrontación.