En abril de 2023, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas -UBPD-, a través del Grupo Interno de Trabajo Territorial (GITT) en Villavicencio, entregó dignamente el cuerpo de Ruby Yaned Pardo Morales, quien fue reclutada en 1989 a la edad de 15 años por las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc-EP, y desaparecida ocho años después cuando era combatiente en el marco del conflicto armado en Colombia.
Para Yolanda Pardo, hermana de Ruby Yaned, que también fuera reclutada por las Farc-EP, y quien lideró la búsqueda, “la labor de la Unidad de Búsqueda ha sido muy importante para mí porque me dio oxígeno. Me quitó un peso de encima que yo tenía de no saber nada sobre el paradero de mi hermana. Por eso estoy muy agradecida con la entidad, porque me ha dado vida y ganas de salir adelante. Ya tengo a mi hermana, ya la puedo visitar y le puedo llevar un ramo de flores azules que tanto le gustaban”.
Casos como el de la familia Pardo Morales se suman a los de cientos de personas que luego de años de búsquedas incansables pueden librarse de la incertidumbre, procesar el duelo por la pérdida, dar algo de alivio a un sufrimiento prolongado, darle sepultura y hacer un cierre digno a los dolorosos capítulos de la desaparición forzada en el país.
“En nuestra cultura el ritual funerario es muy importante, entre otras razones porque es una de las formas cómo familiares y allegados pueden procesar el fallecimiento de esa persona. Tiene que ver con la manera de ver el cuerpo físicamente como un ente simbólico que ayuda a elaborar esa parte del duelo de aceptar que la persona ya no está”, señala Laura Milena Segovia Nieto, magister en psicología con énfasis en investigación en cognición y desarrollo moral, docente del Politécnico Grancolombiano.
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De acuerdo con la catedrática cuando no existe certeza sobre qué ha pasado con un ser querido desaparecido y no se tiene un cuerpo para enterrar, esa persona y su memoria quedan a la deriva, y el doliente en la negación de la muerte, con la esperanza de que todavía pueda encontrar a su ser querido, o quedar en un duelo congelado.
“En muchos casos, a los deudos les cuesta reaccionar ante la pérdida y continuar el proceso de duelo en sus diferentes etapas, negándose a aceptar la ausencia y a no gestionar adecuadamente sus emociones. Se quedan en estado de espera y no logran sanar esas emociones ni dar un cierre que les permita continuar su vida, honrando la memoria de su ser querido”, apunta Segovia.
Impactos psicosociales
La desaparición forzada en Colombia ha dejado impactos devastadores para las personas afectadas, sus familias y la comunidad. De acuerdo con el Centro Nacional de Memoria Histórica, “la desaparición ocasiona la presencia permanente del sufrimiento de los familiares, la incertidumbre, impotencia, tristeza, angustia y sentimiento de indolencia por la falta de respuesta estatal. Se constituye como una tortura por el malestar emocional, psicológico y espiritual en tanto han sido sometidos a un trato cruel degradante e inhumano”.
Si a ello se suma la incapacidad de sepultar a los seres queridos o enfrentar dificultades en el proceso de duelo, los efectos en la salud mental a corto, mediano y largo plazo se acrecientan exponencialmente.
“A corto plazo, uno de esos efectos es el duelo no resuelto, entendido como un proceso que no se cierra. Unas emociones que no se viven, no se experimentan y no son expresadas. Cuando los seres humanos no expresamos nuestras emociones estas pueden generar somatización, de ahí que se puedan presentar, entre otros, problemas estomacales, dolores de cabeza o cuadros de fibromialgia”, apunta la docente del Politécnico.
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De por sí, la pérdida de un ser querido ya es una experiencia estresante y dolorosa y la incapacidad de llevar a cabo rituales funerarios puede aumentar el estrés y la ansiedad. Las personas pueden experimentar preocupación constante, insomnio y otros síntomas de ansiedad.
“Algunas personas pueden experimentar sentimientos de culpa y remordimiento si no pueden proporcionar un entierro o ritual adecuado para sus seres queridos, lo que puede ser especialmente difícil si sienten que no pudieron cumplir con las expectativas culturales o religiosas. La falta de cierre y rituales funerarios adecuados también puede llevar a un trauma no resuelto relacionado con la pérdida, trauma que puede manifestarse a través de pesadillas y otros síntomas de estrés postraumático”, señala Segovia.
Así mismo, la desaparición forzada puede afectar gravemente las relaciones familiares. Las familias pueden experimentar tensiones y conflictos a medida que luchan por lidiar con la incertidumbre y el duelo. La falta de respuestas puede dificultar el proceso de duelo y la capacidad de las familias para avanzar.
Las familias de las víctimas también se ven enfrentadas al aislamiento social, pueden sentir que no pueden hablar abiertamente sobre la desaparición y el cuerpo de su ser querido por temor a la estigmatización o a la represalia.
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No obstante, encontrar el cuerpo o sus restos, lograr darle una sepultura digna y despedirse del ser querido víctima de desaparición forzada ayuda a aliviar el sufrimiento psicológico y ayuda a la recuperación emocional. “Las familias pueden comenzar a abordar su dolor y a encontrar un espacio para honrar y recordar a la persona desaparecida de manera adecuada”, señala la docente del Politécnico Grancolombiano.
El entierro digno, además, restaura la dignidad de la persona desaparecida y de sus seres queridos. Permite que la víctima sea tratada con respeto y honor, y evita que su memoria sea mancillada, al tiempo que contribuye a eliminar la estigmatización asociada a la desaparición forzada.
Por último, pero no menos importante, la sepultura digna es una manera de lograr verdad, justicia y reparación. Puede proporcionar pruebas que ayuden en las investigaciones y enjuiciamientos de los responsables, y en la construcción de memoria colectiva. La resolución de casos de desaparición forzada y lograr una sepultura digna pueden ayudar a restablecer la confianza en las instituciones gubernamentales encargadas de la justicia y los derechos humanos, lo que es fundamental para la estabilidad y la gobernabilidad.