Hace 56 años en Colombia se celebra el Día del Campesino, fue en 1965 cuando se estableció que, el primer domingo del mes de junio sería la fecha para dar un reconocimiento a campesinos y campesinas en el desarrollo económico.
Aunque las brechas, el distanciamiento, garantías, seguridad, oportunidades y empatía, siguen siendo casi que una deuda con nuestro campo, en Encuentros, programa de Radio Nacional de Colombia, conversamos con algunos jóvenes que viven, caminan, cultivan y defienden ese extenso territorio de nuestro país.
Cultivos de sueños y esperanza
“Sin el campo no puede vivir nuestra ciudad”, tiene 29 años, su nombre es Michael Camacho, es representante de la Red Nacional de Jóvenes Rurales Colombia (RNJR). Para este joven, el campo colombiano es puro arraigo y verraquera. “Nuestra tierra es identidad, hace parte de nuestra cultura”, asegura.
Aunque las Naciones Unidas define como juventud a las personas que están entre los 15 y 24 años de edad, también es cierto que la definición cuenta con algo de flexibilidad.
Lo que se conoce como experiencia puede variar un poco de una región a otra, eso quiere decir que, hablar de juventud es válido si se hace desde esas ganas de vivir, de emprender las cosas, esa misma verraquera de la que habla Michael: “aunque en el marco de la ley estatutaria ya pasé la edad, en la red tenemos un proceso de formación en las regiones de Colombia y lo más importante, es que tengo un espíritu muy joven”.
La Red Nacional de Jóvenes Rurales es un movimiento que brinda capacitaciones a las juventudes, para formalizar iniciativas productivas que logren ser la primera opción de permanencia en el campo y no deban salir del territorio para obtener oportunidades. “Generamos confianza para transformar comunidades, por eso nuestra red tiene una comunicación horizontal, así tomamos decisiones entre todos”, explica.
Entre los logros de la Red está la capacitación de 1.000 jóvenes en el campo en diversas habilidades. Por otra parte, se han logrado financiar 60 emprendimientos gracias a los proyectos propios.
Mujeres del campo
“El amor al campo es por mis papás”, Kelly Marcela Torres García es saravenense, joven campesina de tierra araucana, tiene 21 años, es hija de agricultores y aunque sus padres son de Boyacá, llegaron hace más de 30 años a construir una vida en el segundo municipio más poblado de Arauca. “Ellos me han enseñado el valor por cada producto y por cada planta”, comenta.
Hace parte de la Asociación de Mujeres Emprendedoras y Cacaoteras del Sarare (AMECSAR). Allí trabajan por la transformación del cacao como producto principal, le apuestan al chocolate y otros derivados como chocolatinas, choculas, turrones, almendra confitada, galletas, brownies o tortas de chocolate.
Desde la parte humana, la apuesta de este proyecto juvenil en el campo de Arauca, se busca empoderar el esfuerzo y la tenacidad de la mujer. “Somos 30 mujeres y aportamos desde nuestros conocimientos”. Para Kelly, el proyecto tiene una relevancia, ya que la apuesta del territorio corresponde a enfrentar las adversidades que, a las mujeres les ha tocado vivir por distintos motivos como la violencia, malos negocios, pérdida de cultivos y fenómenos naturales.
Para esta joven, lideresa y soñadora, no cabe duda del privilegio que tiene por ser rural. “Es un orgullo ser mujer campesina, el mejor ejemplo es mi mamá”, anota y señala que para ella es una bendición contar con agua natural, “como campesinos valoramos cada cosa en la vida porque todo nos costó el sudor de la frente”.
Dulce sabor del campo
A menos de 50 kilómetros de la capital colombiana, está el municipio de Subachoque (Cundinamarca), hermosa tierra que enaltece el campo del país. Allí, en la ruralidad de la provincia de Sabana Occidente, los jóvenes también sueñan con un futuro.
“Buscamos la independencia para surgir y desarrollar una actividad económica que nos permita hacer lo que nos gusta y apasiona”, de esta forma sencilla y directa, Andrés Carpeta Sánchez, líder del proyecto Apiarios el Majuy, describe lo que desea para el campo colombiano, para su campo en la vereda Guamal de Subachoque.
Andrés es apicultor de oficio y zootecnista de profesión, desde su iniciativa han trabajado por la comercialización de productos de las colmenas, por otra parte, ha desarrollado trabajos de investigación con abejas nativas. “Es importante recalcar que los impactos de la apicultura son positivos en el medio ambiente, los ecosistemas y especialmente en el sector rural”, destaca.
Dentro del trabajo, que poco a poco han logrado extender por el territorio, han tenido la oportunidad de acercarse a comunidades campesinas víctimas del conflicto armado, dando asesorías de proyectos apícolas. “Hemos tenido una conexión fuerte con los niños, ellos se han interesado por el mundo de las abejas”, afirma.
Aunque este joven apicultor es realista frente a las oportunidades e intereses que pueden cambiar cuando los menores de edad van creciendo, no pierde el impulso por seguir apostándole al campo colombiano.
Mucho se habla de la ruralidad del país, de nuestro campo, pero no todos tienen el honor de conocerlo más allá de probar sus alimentos a diario; el placer de caminarlo es otro, solo por esa razón, el gusto de acercarse a lo desconocido en la voz de esos jóvenes debe ser inspirador. Cómo dice Andrés Carpeta, joven campesino y apicultor, “el temor nace del desconocimiento, no debemos tener miedo a lo que no conocemos”. Feliz Día del Campesino colombiano.