Antonio es un hombre de 42 años, casado, tiene tres hijos y con un alma rockera aprisionada en un cuerpo de alguien que lleva años sin saber que es una rutina de gimnasio. Es hijo de un conductor y una ama de casa.
Nació, creció, se reprodujo y aspira a morir en El Carmen de Bolívar, porque sí, en la tierra del porro y la gaita, también existen adeptos a los sonidos estridentes de las guitarras eléctricas y el ritmo frenético de las baterías. Además de ser un “Rebelde con causa”, es uno de los miles de sobrevivientes del Covid-19.
“Yo sentí que él se nos iba a ir definitivamente, yo estaba tan segura porque yo escuchaba a la doctora cuando me decía que lo habían reanimado dos veces que la evolución que él tenía era cada vez peor y que había que trasladarlo a Cartagena”, recuerda Milena, esposa de Antonio, quién lleva 20 años a su lado y aún recuerda esa vez que lo vio desde lejos en la camilla del hospital donde se encontraba internado.
“Yo lo vi ido, respirando mal y a mí lo único que se me ocurrió decirle fue: ¿qué nos vas a dejar?, ¿vas a dejar a tus hijos?, ¿me vas a dejar a mí?”, cuenta la mujer de tez morena con voz entrecortada, mientras una lagrima sale por sus grandes ojos negros.
Fueron 23 días los que duró Antonio hospitalizado, cinco de ellos intubado sin poder hablar, sin saber de los suyos, la angustia fue total. Sus hijos nunca supieron que su padre estaba batallando la guerra más dura en la que ha estado.
“No sentimos muy fuerte esa etapa, en el sentido de que nos fuéramos a preocupar, porque a nosotros en realidad no nos decían lo que mi papá tenía”, narra Eva, la hija mayor de Antonio.
“A mí no me dijeron que mi papá tenía Covid, solo que estaba enfermo, es más yo me enteré fue porque escuché conversaciones a escondidas donde decían que mi papá estaba en Cartagena hospitalizado”, agrega Luis, otro hijo de Antonio. “Yo me vine a enterar que mi papá tenía Covid, fue cuando vino del hospital”, puntualiza Santiago, el hijo menor de Antonio.
El Covid-19 llegó sin avisar y cambió todo. Antonio también cambió. “Yo lo vi cómo más pegado a uno de lo que era antes”, asegura Santiago. Mientras que Eva recuerda: “Después del Covid, mi papá se convirtió en una persona más amorosa, más responsable, más atento a su familia”. Luis Fernando, el segundo hijo, no quiso opinar porque se puso a llorar.
Como mi historia existen miles, sí, quien escribe es el protagonista de este relato, mi segundo nombre es Antonio, me nombraron igual que mi padre Edgardo Antonio.
Quise compartir esta experiencia con todos, porque fue el clic que me ayudó a cambiar y sobre todo recuperar la confianza en mí, consolidar mi amor por la familia y aprovechar esta segunda oportunidad que se ha dado, para después de estar en la habitación de un hospital luchando contra el virus, salir directo a cumplir mi sueño, pertenecer a la Radio Nacional de Colombia y desde ella trabajar por mi región.
Otra cosa que me enseñó el covid 19, es que si uno afronta las dificultades que la vida le pueda presentar, sin renegar y sin mala energía, la recompensa llega. Como dice el cantautor argentino Fito Páez en su canción “Es solo una canción de actitud”, del álbum ‘Abre’: “Es solo una cuestión de actitud, recibir los golpes no tener miedo, es solo una cuestión de actitud y no quejarse más de todo”.