Una fina pluma del vallenato tiene el compositor y cantante Rosendo Romero Ospino, quién ha escrito alrededor de 400 canciones de diferentes géneros, especialmente para su querida música vallenata.
El miembro de la Dinastía Romero, criado en el barrio ‘El Cafetal’ de Villanueva, La Guajira, tuvo una charla muy amena en el programa ‘La Tarima’, de Radio Nacional de Colombia. Nos explicó la razón por la que se inclinó en la composición, pese a que su familia se inclina más por el lado del acordeón, la importancia que tiene el río Villanueva en su aprendizaje, el relato de cómo fue primero cantante de rancheras y la oscura época que tuvo que pasar para aprender en Cartagena.
Así como Octavio Daza tuvo su río Badillo y Fredy Molina le cantó al río Guatapurí, ¿qué significa el río Villanueva para Rosendo Romero?
Fue un maestro, un poeta que me enseñó muchas cosas bellas del lenguaje natural. Me hice tan amigo del río que por la espuma sabía sí él iba a crecer. Sabía encontrar los pozos profundos, y el día que compuse Fantasía (grabada por Diomedes Díaz) la hice sobre una piedra de ese río. Ahora quiero buscar esa piedra para poner el letrero.
Tuve mucho contacto con la poesía natural. Veía la sombra del laurel, veía a una muchacha saltar al pozo y salía con su cuerpo tallado. Todo eso era alimento para ese poeta que empezaba a crecer dentro de mí. Es como sí me pusiera a leer sobre el afluente.
En mi época de infancia yo era el zorro, el espadachín, el californiano, con los amigos, fui tarzán en el río. Las vivencias con él son las de dos grandes amigos. Pero la última vez que lo vi, parecía una lágrima. Por eso pido a las autoridades que nos ayuden a recuperarlo.
Maestro, ¿cuál fue su época más difícil?
Cuando me fui a vivir a Cartagena pasé mucho trabajo. Sufrí muchas humillaciones, compuse para esa época una canción que se llamó ‘Sufrimiento’, y cuando la estaban grabando, con Nicolás ‘Colacho’ Mendoza, el señor Jimmy Pérez dijo que no debía llamarse así sino ‘Noche sin lucero’. Nos gustó, fue tan acertado el título, para esa época de mi vida, oscura, pero con muchos aprendizajes.
En 1975 yo vivía en el Alto Bosque, una parte alta de Cartagena. Tuve la oportunidad de leer en la biblioteca a los clásicos rusos. Pasé momentos duros, no lloré porque tenía la resistencia del campesino, que sabe de trabajo duro. En ese entonces a uno lo enseñaban a trabajar, pero fue difícil, pasé hambre.
Recuerdo que al final del año mi hermano Israel grabó con Daniel Celedón y me llevó cinco mil pesos, ¡qué cantidad de dinero!, con eso pagué las deudas que tenía. Me llevó una caja de cartón, llena de comida de mi mamá, ahí sí sentí la lágrima que se iba a salir y fue cuando solté la expresión − ¡Dios mío! ojalá yo pudiera quitar los minutos a las horas para que mis viejos no murieran −, que puse en esa canción.
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