Así se juega el bolo criollo, patrimonio cultural de Santander
En cada uno de los 87 municipios de Santander, es común la práctica del bolo criollo, logrando congregar a familias y comunidades alrededor del sano esparcimiento.
Tan santandereano como el Cañón del Chicamocha, la pepitoria o las hormigas culonas, así es el bolo criollo, un deporte que hace parte de las tradiciones y de la identidad cultural del departamento de Santander.
Originario del municipio de Macaravita en la provincia de García Rovira, logró instalarse como uno de los pasatiempos predilectos entre los primeros colonizadores de la cordillera Central de Los Andes colombianos. Así lo confirma César Castro, uno de los mejores jugadores de bolo criollo en Bucaramanga y ganador de múltiples torneos de esta disciplina. “Es una tradición que viene de los antepasados, en el caso mío mis abuelos jugaban bolo, mis papás jugaban bolo en el campo y de ahí nosotros salimos como con esa tradición de jugar bolo”.
Con similitudes al tejo en su sistema de juego y al bowling (bolo americano) en cuanto a los elementos que lo integran, este deporte mezcla competencia y entretenimiento en dosis precisas, una combinación que se ganó un lugar privilegiado en la cultura de los santandereanos.
Su nombre referencia la semejanza que tiene con el bolo americano. A diferencia del deporte estadounidense, en el bolo criollo se juega con una bola de aluminio de dos libras de peso con arena o tierra en su interior y los pines son tres y no 10. Cada uno de los pines mide 60 centímetros de alto y ocho centímetros de diámetro. El material en el que están elaborados, es madera. Se puede competir de forma individual, por parejas o equipos.
La bola metálica puede ser lanzada por el aire y por esta vía los pines que derribe siempre son válidos. Mientras que si es lanzada rozando la pista, se deben derribar los pines en la ida de la pelota para que sean válidos; pero si tocan la pared, los pines no serán válidos.
Al igual que en el tejo, en el bolo criollo un encuentro se denomina ‘chico’ y se juega a determinado número de puntos o lanzamientos. Cada pin derribado entrega un punto y por lo general se pacta a 15 puntos. No habrá empate.
La salida se define a la suerte, el cara y sello de una moneda determina quien comienza el chico, denominándose ‘postor’ y quien lanza al final, se denomina ‘matador’.
En cada uno de los 87 municipios de Santander, es común la práctica del bolo criollo, logrando congregar a familias y comunidades alrededor del sano esparcimiento. Es tal su arraigo en este departamento del oriente colombiano, que mediante Ordenanza 036 de 2010, fue declarado como patrimonio cultural de los santandereanos.
Una de las personas que desde hace varios años trabaja por la preservación de esta tradición, es Héctor Hernández, según el dirigente “En el bolo criollo se integra la gente, se recrea y además, causa una dinámica económica que beneficia a quienes en él participan”.
Otro de los elementos que caracteriza este deporte autóctono de Santander, es el garitero, que es la persona encargada de convalidar los lanzamientos y devolver la bola de metal a los jugadores. Se ubica detrás de un tablero de madera, que lo protege.
Actualmente su popularidad se ha extendido a departamentos cercanos como Boyacá, Norte de Santander, Bolívar, Magdalena y Atlántico. Aunque no cuenta con una estructura federada ante Coldeportes, ha logrado la conformación de varios clubes y ligas. El próximo objetivo es constituir la Federación de Bolo Criollo, lo que permitiría avanzar en masificación y competitividad de esta disciplina de origen netamente santandereano.
Este domingo 15 de octubre, Radio Nacional de Colombia llega a Sabana de Torres, próxima parada de nuestro especial 'Mi tierra deportiva', donde viviremos de cerca este deporte tan arraigado a esta región. Lo invitamos a sumarse a este especial y a nuestra conversación en redes sociales con el #BoloCriollo.