Por: Angélica Blanco Ríos - Radio Nacional Bucaramanga
La expresión El Carajo cobra vida en Santander, pues en sus montañas, en la vía serpenteante que de Bucaramanga conduce hacia Cúcuta, se esconde este campamento en una finca de 30 hectáreas.
Este es un lugar verde de día, azul de noche y frío siempre, alejado de la ciudad y ubicado a tan solo 30 minutos de Bucaramanga en carro, y cerca de tres horas caminando, es un paraíso para los amantes del camping.
Allí, “las nubes bajan a saludar”, como lo dice el letrero que le da la bienvenida a los turistas que llegan en busca de tranquilidad al kilómetro 22, en el municipio de Tona.
Hace frío, se siente la humedad y se ve despejado el panorama tan solo por unos minutos, pues el clima se encarga de tapar todo con una blanca y espesa capa de neblina. Pero lo mejor de este momento se vive en un bosque de pinos ubicado al lado de la zona de camping. “Es mágico, huele a fresco, se siente vivo. Si esto es así que me manden para El Carajo siempre”, dice Jhonatan Arias, fotógrafo que recorre junto a mí este campamento.
Sin embargo, este es un plan para disfrutar en familia, pues desde el más pequeño de la casa hasta el más grande, puede visitar esta reserva de bosque alto andino, es decir, es un ecosistema que está ubicado a una altura superior a los 1.600 metros sobre el nivel del mar, lo que hace que quien suba a pie, conozca no solo a los lugareños, sino también a los cultivos de mora, lulo, granadilla y arveja, que le dan el sustento a cada familia que vive en esta zona rural y fría del departamento.
Además, de primera mano, se pueden conocer las especies endémicas que nacen y mueren en este lugar: musgos captadores de agua de colores o también la Cueva del Murciélago, a donde se llega luego de recorrer siete kilómetros y que por sus destapados caminos, rodeados de naturaleza pura y virgen, “conducen hacia más senderos que se tienen que descubrir con calma”, explica Camila Franco Mateus, ingeniera ambiental santandereana, guía y dueña de Ecolombia, empresa que hace rutas ecológicas en esta zona del país.
Para llegar a El Carajo se debe hacer una caminata de tres horas y como si los números coincidieran, también se tienen que hacer tres paradas obligadas. La primera es en la finca La Laguna, la segunda en Agua Blanca.
“El turismo se tiene que hacer de forma responsable y he notado que quienes vienen cumplen con eso, compran de lo que cultivamos y les gusta pasarla bien caminando por El Carajo”, cuenta Yolanda Esparza, una campesina que vive en esta zona hace más de 30 años y quien a punta de jugo de mora conquista a los caminantes.
Pero la tercera, sin duda, deja sin aliento a quienes son amantes de las noches estrelladas, pues aunque El Carajo está cerca de la capital santandereana, las luces no impiden que se goce y vislumbre este momento o el amanecer.
“Lo más bonito de todo es que ahora El Carajo, no queda tan lejos como suena, gracias a que han arreglado la vía que conduce hacia acá”, detalla Camila Franco Mateus, quien está parada frente a la cocina del campamento.
Allí la buena comida no falta. Venden desde el típico desayuno santandereano con tamal y chocolate, hasta caldo de carne con arepa santandereana. Pero el almuerzo también se disfruta de muchas maneras. Unas de ellas es con carne oreada, trucha al ajillo, cerdo y pollo, por supuesto, acompañado de un postre particular del campamento: torta imposible (una mezcla de torta de chocolate con leche azada) o la famosa cuajada con melao.
La historia que nació hace dos décadas
Cuenta la historia y quienes la conocen, que El Carajo nació hace unos 25 años, pertenece a un hombre adinerado que no es santandereano ni vive en este departamento.
Sin embargo, su momento de fama lo vive desde hace tres años, cuando el turismo ecológico se empezó a vivir y a sonar en esta zona de Colombia.
“La encargada de administrar esta finca, recuerdo que se llama Doña Pastora, es la hermana del dueño. No se sabe dónde esté en este momento, pero ella fue quien le dio vida a este lugar. Recuerdo que cuando yo empecé a venir esto en serio quedaba en El Carajo, pues la llegada no era tan fácil como ahora”, recalca Camila, quien recomienda a cada bumangués hacer el recorrido por ese lugar que tiene una altura de 1.952 metros sobre el nivel del mar y en donde se puede descansar acompañado del sonido de la naturaleza y del frío de los lugares altos de Santander.