Corría el año 1944, cuando Don Enrique ‘Quique’ Lucca Caraballo, cansado de su oficio como chofer de transporte público, trasladando pasajeros desde el área de la Playa de Ponce, al sur de Puerto Rico, hacia el casco urbano, organizó una agrupación musical bautizándola inicialmente con el nombre de ‘Orquesta Internacional’, que lamentablemente no tuvo el reconocimiento esperado.
Diez años más tarde, en febrero de 1954, empeñado en cumplir su sueño musical, Don ‘Quique’ se da a la tarea de organizar una nueva orquesta que llamó ‘La Sonora Ponceña’, haciendo referencia directa a su sitio de residencia, el municipio autónomo de Ponce, el segundo más grande de la isla puertorriqueña, en términos de extensión territorial y para muchos una cantera inagotable del talento salsero.
Basta decir que, de allí, de Ponce ‘La ciudad señorial’, como también se le conoce, surgieron en otro tiempo, soneros emblemáticos como: Cheo Feliciano, Ismael ‘Pat’ Quintana, Héctor Lavoe y Pete ‘El Conde’ Rodríguez, por mencionar solo algunos.
El concepto musical que implantó Don ‘Quique’ para la nueva agrupación, tuvo una gran influencia de la música que siempre escuchó a través de la radio y en las velloneras, las creaciones del Conjunto Casino y La Sonora Matancera, en especial esta última, de la que incluso tomó la idea para el nombre de la orquesta, incorporando el del pueblo costero de Ponce.
De primer momento ‘La Sonora Ponceña’ fue la agrupación acompañante de los populares cantantes Felipe Rodríguez y Pedro Secundino Ortiz ‘Davilita’, un dúo que marco época y que hoy sigue considerándose como uno de los de mayor importancia dentro del cancionero popular antillano.
La Sonora Ponceña en sus primeros álbumes, aún con el éxito comercial logrado, sonaban extraños para los más entendidos y estudiosos de las formaciones musicales, ya que se hacían llamar ‘Sonora’, tenían formato de ‘Orquesta’, pero sonaban más bien como un ‘Conjunto’. Contradicción que al público poco le importó.
¿Y por qué sonaban como conjunto? Pues porque posiblemente el más fiel admirador del Conjunto de Arsenio Rodríguez fue el propio ‘Quique’ Lucca; fue tal su fanatismo que su hijo Papo (director de La Sonora Ponceña) tiene por segundo nombre Arsenio, en honor a quién indiscutiblemente fue el líder de uno de los primeros y más importantes conjuntos de son y sin imaginarlo, uno de los constructores de lo que luego se llamaría ‘Salsa’.
En 1968 La Sonora Ponceña grabó su primer disco de larga duración titulado ‘Hacheros Pa Un Palo’ y al año siguiente lanzan su segunda placa ‘Fuego en el 23’, que prácticamente fue el primer peldaño para que la orquesta y los Lucca, - Don Quique y su hijo Papo- fueran convirtiéndose en leyendas.
El repertorio consignado en esa segunda producción de La Ponceña contiene una bella versión del bolero ‘Nosotros’, inspirado por el cubano Pedro Junco, un son montuno de la pluma de Tite Curet Alonso titulado ‘Tercio de acero’; ambos cantados por Tito Gómez. También figuran: ‘Casabe Sabe’ (Kito Vélez) y ‘Rinkinkalla’ (original del pianista cubano Juan Bruno Tarraza), estos vocalizados por ‘El negrito del sabor’ Luigui Texidor.
Desde luego, la punta de lanza del álbum etiquetado por el sello INCA (una filial de Fania Records para Puerto Rico) fue el tema que suministró su título: ‘Fuego en el 23’, una composición del cubano Arsenio Rodríguez, que tras la interpretación de Texidor se convirtió en un clásico de La Sonora Ponceña.
El origen de la canción es un incendio real producido una tarde, muy cerca al apartamento donde residía Arsenio, ubicado en el quinto piso del edificio 23, en la calle 110, entre Madison y la Quinta Avenida, en la ciudad de Nueva York.
Cuenta la historia que cuando las llamas y el humo recorrieron todo el nivel de la construcción, entre la multitud alguien gritó: “¡Hay fuego en el 23 de la calle 110!”, fue en ese momento que el cantante Luis ‘Wito’ Kortright, que vivía en el vecindario, se apresuró y ubicó a Arsenio en su apartamento y lo condujo cuidadosamente hacia una zona segura fuera de la edificación, hasta que el ‘Ciego Maravilloso’ estuvo fuera de peligro.
Con la acostumbrada intuición de Arsenio, la cinematográfica escena se convirtió en una canción que grabó con su Conjunto en 1957.
Doce años después, La Sonora Ponceña graba la pieza, encontrando la temática muy cercana para el pueblo puertorriqueño y en especial para la ciudad de Ponce ya que en 1883 un incendio de grandes proporciones amenazó con destruir la ciudad. En ese momento, Puerto Rico no tenía una fuerza de lucha permanente contra el fuego.
Los bomberos eran en su mayoría, ciudadanos voluntarios para el servicio. Cuando otro incendio importante se produjo en 1845, el entonces gobernador de la isla, el español Rafael Arístegui, creó una nueva organización voluntaria de extinción de incendios que se estableció desde el año 1885 en el emblemático Parque de Bombas, hoy un sitio turístico de la ciudad de Ponce, convertido en museo.
Ese Parque de Bombas, fue precisamente la locación escogida para realizar la fotografía de la portada del disco ‘Fuego en el 23’, lanzado por La Sonora Ponceña en ese recordado 1969 y reactualizado por la orquesta en 1985 en el álbum ‘Jubilee’, donde la vocalización corrió por cuenta de Héctor ‘Pichie’ Pérez.