Eduardo Santos, un republicano liberal
El primero de febrero de 1940, bajo el gobierno de Eduardo Santos se creó la Radio Nacional de Colombia. Era jueves. El mundo entero estaba pendiente de Europa. La Segunda Guerra Mundial llegaba a su auge. Las decisiones políticas debían darse con pinzas. Un paso en falso podía resultar fatal.
La guerra demostraba el poder que tiene la radio para lograr fines políticos. En todo el mundo, los países ya tenían emisoras privadas y estatales. En Colombia, la radio llegó tarde. Eduardo Santos, a través de su hermano, el periodista y crítico de arte Gustavo Santos (1892-1967), quien estaba a cargo de la recién conformada Dirección de Bellas Artes del Ministerio de Educación Nacional, promovió la creación de “la emisora del Estado”.
La Radio Nacional fue pensada bajo algunos principios que reflejaban el espíritu de la época. Eran tiempos de la República Liberal y Eduardo Santos era la síntesis de ambos elementos: el republicanismo y el liberalismo. Estos se manifestaban en su actitud antimonárquica y contra los autoritarismos; aquello, en un periodo marcado, de una parte, por las distintas formas de fascismo y, de otra, por los efímeros años de la República española, que inició el primero de abril de 1931 y llegó a su fin en 1939, tras los años de la Guerra Civil y el ascenso del franquismo. Además, el periodismo, una de las labores que ejerció Santos desde el Periódico El Tiempo a partir de 1914, sintetizaba algunos principios como la libertad de expresión y, por supuesto, la libertad de prensa y de empresa.
“Eduardo Santos; santanderista, estratega y cazatalentos” hace parte de la nueva temporada de los podcasts Historias de Onda Larga de Radio Nacional de Colombia. Con los aportes del historiador Cesar Ayala, se interpretan y se da contexto a algunas alocuciones del expresidente.
La vocación republicana de Santos se deja entrever en algunos de los discursos que hizo en la Academia de Historia, de la cual fue miembro y presidente; se resaltan aquellos que estuvieron dedicados a festejar y reconocer el surgimiento y, más tarde, la derrota de la República española. La postura antimonárquica de Santos se alineaba con el proyecto de una España que encajaba con principios civilistas. Esa postura parecía estar permeada por sus vínculos familiares más próximos. Al escucharlo, podría pensarse que su madre, Leopoldina Montejo, con quien Santos sostenía una relación muy próxima, compartía este principio antimonárquico; no obstante, de lo que puede leerse en el libro “Los jóvenes Santos”, de Enrique Santos Molano, ella fue una mujer extremadamente católica: “era tan religiosa que a su familia la hacía rezar hasta por los reyes católicos de España”. El padre, Francisco Santos Galvis, era por contraste, un liberal que, aunque inicialmente radical, terminó participando del proyecto de la Regeneración de Rafael Núñez.
El republicanismo de Eduardo Santos tomó forma por dos vías: de una parte, gracias a sus lazos con el presidente Carlos E. Restrepo, quien ejerció su mandato entre 1910 y 1914 procurando que en plena Hegemonía Conservadora se diera una Unión Republicana con el fin de articular los intereses de los que para ese momento eran ya los partidos tradicionales de Colombia y, de otra parte, gracias a los lazos con el grupo de intelectuales que conformaron la generación del Centenario y que gravitaron en torno a la figura de Agustín Nieto Caballero; se trató de una variopinta combinación de escritores, periodistas y políticos: desde José Eustasio Rivera, hasta Alfonso López, pasando por León de Greiff y Laureano Gómez.
A semejante diversidad de pensadores los unían sentimientos en común, como la necesidad de superar las secuelas de la Guerra de los Mil Días y la oposición al gobierno autoritario de Rafael Reyes. Con el tiempo, la historia demostró que, por lo menos en el ámbito político, muchos de ellos tomarían caminos disímiles.
Explica el historiador Cesar Ayala que los Centenaristas y quienes coincidieron en esa época tuvieron una relación renovada con España. Tanto liberales como conservadores fueron permeados por la Generación del 98 y la confrontación que en España se dio entre republicanos y monarquistas se leyó en Colombia desde los códigos liberales y conservadores, respectivamente. Pero en el caso de Santos, la base de esa manera de ver lo político y la vida pública no era realmente España sino Francia, que fue la cuna del republicanismo. Un extracto sonoro que proviene del programa de Viva Voz, incluido en el podcast devela algunos de los principios que definen a Santos:
“Algo absolutamente íntimo. A principios de aquel año, pensaba yo ir a Europa, y mi madre, que era una mujer admirable y mi mejor amiga y compañera, me precedió en algunas semanas con el deseo de pasarlas en España, y el 14 de abril, hoy hace trece años, la primera noticia que yo recibí, yo que había sido hacía poco, ministro de relaciones exteriores, fue un cable de ella que me decía: ‘proclamose la República, feliz abrazo’.
Era el sentimiento vivo de esta América española, liberal y democrática, que compartía la felicidad del pueblo español en ese primer día de su resurgimiento. Admirable el día que quedará en la historia de la humanidad como uno de los más hermosos y claros, como una fiesta de libertad y democracia, que quizás no tendrá paralelo. La República nació al impulso exclusivo de la voluntad del pueblo español. Y nació grande y generosa e hidalga sin rencores y sin odios, cubriendo toda la extensión del territorio hispánico y abriendo los brazos a todos los que habían creído en España, para que retemplaran su fe en ella y se aprestaran a nuevos esfuerzos”.
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La Radio Nacional de Colombia acogió a algunos españoles que llegaron a raíz de la Guerra Civil. No es difícil hallar en los archivos sonoros algunas conferencias y programas dirigidos por españoles. José Pratt, por ejemplo, fue un republicano que llegó huyendo del franquismo y logró desplegar en la emisora su conocimiento profundo sobre el teatro. Así mismo, fue muy conocido Fausto Cabrera, quien dirigió varias obras de radioteatro.
En el siguiente aparte del mismo discurso, se percibe el tono desgarrado con el que Santos lamenta la manera como el fascismo derribó el sueño republicano español:
“Pensad por un momento el contraste de cómo nació la república y cómo murió. Nació dentro de la alegría y de la pureza, de la verdad, de la voluntad popular y murió. Ella que había nacido mirada con respeto y desde lejos por los militares españoles, murió a manos de una rebelión militar.
Murió a manos de quienes habían jurado lealtad y obediencia al gobierno, se sublevan contra él.
Y murió a manos extranjeras porque una vez más vinieron las fuerzas extranjeras a acabar con las libertades españolas. Eran los hijos de San Luis, eran los hijos de Hitler y Mussolini”.
El republicanismo de Santos, que era también una expresión contra el autoritarismo, se expresó en una actitud solidaria con intelectuales franceses como Paul Rivet, para tiempos de la Segunda Guerra, director del Museo del Hombre de París y quien debió huir de los Nazis. Con Rivet, Santos intercambió por mucho tiempo una interesante correspondencia que tocó temas científicos y políticos. Es así como a su llegada a Colombia se creó el Instituto Etnológico Nacional, predecesor del actual Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Durante su gobierno, Santos promovió la creación de otro de los institutos vitales para el reconocimiento de nuestra identidad: el Caro y Cuervo. Podríamos decir sin temor a equivocarnos que ese republicanismo que definía a Eduardo Santos se sostenía también en un interés por promover la investigación y la divulgación de la ciencia y del arte. En parte, este interés se fortaleció con la formación superior que adquirió en Francia, en las áreas de literatura y sociología. Su vínculo con ese país se manifestó en su ser político e intelectual y en una clara distancia con regímenes como el de Hitler y Mussolini.
La radio le había servido a Hitler para que el pueblo alemán escuchara sus incendiarios discursos. En ese periodo, unos y otros nacionalismos se beneficiaron de ese medio. Desde otra orilla, al crear la Radio Nacional de Colombia el gobierno Santos se propuso unir a la nación. La emisora resultaba de una simbiosis entre comunicación y educación. Músicas, relatos, referentes culturales eran seleccionados para cumplir esa misión. El siguiente aparte del discurso inaugural de la emisora refleja estos aspectos:
“Al paso que crecen nuestras obras materiales de progreso, ha de elevarse también el espíritu y ha de elevarse también nuestra cultura y demuestra vida colectiva. Somos un pueblo libre, que en estas tristes horas de la humanidad, agobiada por una guerra universal, este es un bien inapreciable. Somos una democracia igualitaria, y ello debe constituir el mayor de nuestros orgullos. Somos una nación de muchos millones de colombianos unidos por ideales generosos, ligados por sentimientos de solidaridad.
(…) Sus únicos propósitos son trabajar por la cultura nacional en todos los órdenes. Colaborar con las universidades, colegios y escuelas en intensas labores de enseñanza; contribuir a la formación del gusto artístico con programas cuidadosamente preparados. Dar información absolutamente serena y desapasionada, totalmente objetiva que lleve a todos una breve y fiel síntesis de cuanto en el país y en el exterior sucede”.
Se esperaba que los propósitos de la Radio Nacional, expresados en la alocución de Santos, se dieran gracias a la vinculación de intelectuales que poco a poco fueron contribuyendo a definir una parrilla de contenidos. Las nóminas y recibos de pago que se conservan en el Archivo General de la Nación y de los cuales hay algunas muestras en el Especial Radio Nacional 80 Años, dan cuenta de la vinculación de importantes personajes del entorno cultural colombiano, desde su primer director, el poeta Rafael Guizado, pasando por León de Greiff, Álvaro Mutis y Eduardo Carranza, entre muchos otros. Este panorama, que además contempla a otros pensadores en diversos ámbitos como el Instituto Caro y Cuervo o el Instituto Etnológico Nacional es explicado por el historiador Cesar Ayala como el resultado de la capacidad de Santos de “cazar talentos” para construir una red intelectual y académica de alto vuelo. Esa red permeó los proyectos culturales que se crearon durante su gobierno, así como también al periódico El Tiempo, fundado en 1911 y adquirido por Santos en 1914.
Santos entendió que la comunicación resulta central para avanzar en la construcción de un proyecto político; de ello es reflejo el periódico que orientó por tantos años. Probablemente una de las coyunturas en que quedó demostrado ese papel del periódico y del propio Santos como referente del republicanismo fue el cierre que éste y otro periódico, El Espectador, sufrieron durante el gobierno de Rojas Pinilla, el 3 de agosto de 1955. Días más tarde, en el Hotel Tequendama se llevó a cabo una concurrida reunión de opositores al régimen de Rojas y en homenaje a Eduardo Santos. Los discursos del evento fueron registrados por Álvaro Castaño de la emisora HJCK y se encuentran en los archivos de Señal Memoria. Santos fue elocuente y punzante en su mensaje al general:
“Señor presidente, se expresó en términos muy amables para mí y hasta algunas personas optimistas decían que el decreto dictado ayer sobre suspensión transitoria de la censura, era una discretísima participación en esta fiesta. Lástima grande que esa participación, muy agradecida por lo demás, se haya visto tan limitada por el decreto de prohibiciones que prácticamente reemplaza la censura por la prohibición casi integral. Ya no tendrán mis desventurados colegas, censores a domicilio pero sí un decreto que les prohíbe decir casi todas las cosas que pudieran decir y una amenaza en manos del poderosísimo jefe de propaganda, para multarlos con sumas de 10 o 20 mil pesos cada vez que así le venga en gana”.
Santos murió en 1974, el mismo año en que terminó el Frente Nacional. Toda una metáfora si de hacer un balance sobre nuestro republicanismo se trata. Cada una de las obras que conforman el legado de Santos siguió el ritmo de los tiempos.