La pluriculturalidad de Tumaco se refleja en la manera que tienen sus habitantes para comunicarse. En sus palafiticas viviendas distribuidas en 5 comunas y en más de 80 barrios, los padres de familia expresan a sus hijos ‘coloridas frases’ que en la mayoría de ocasiones connotan bienestar.
Hernando Prado gestor cultural y asesor de la dirección administrativa departamental de Cultura quien desde hace más de 30 décadas promueve la conservación del idioma nativo argumenta que la jerga que identifica a las comunidades afrocolombianas está cargada de expresiones verbales que reafirman el carácter étnico de quienes habitan en la costa pacífica nariñense.
“Nuestra jerigonza o terminología tradicional está enmarcada en cotidianos quehaceres y en las variadas maneras que tenemos los pueblos afrodescendientes para comunicarnos. Por ejemplo, cuando un muchacho hace una travesura, la única manera que tiene su papá o mamá para corregirlo es diciéndole; te voy a dar un cocacho, lo cual quiere decir que le dará un leve golpe en la cabeza para que el joven entienda que lo mejor es obedecer”, explicó.
Cuando un tumaqueño está embriagado o pasado de copas, Hernando indica que en los entornos familiares o barriales se acostumbra decir: “ese man está tapia´o”. Con dicha expresión cualquiera pensaría que aquel joven o adulto está rota alguna parte del cuerpo, pero no; se refiere a la borrachera o a la ‘chuma’ en la que se encuentra dicho ciudadano.
Tío o tía son otras palabras del habitual léxico de los tumaqueños que desde sus hogares están muy relacionadas con el aprecio y el respeto. Estos vocablos, que generalmente son muy utilizados por los niños y niñas, se emplean en la calle o en otros espacios públicos cada vez que requieren la ayuda de una persona mayor.
Lee también
Para ilustrar dicho caso, aquellos niños que en la avenida La Playa necesitan cruzar la calle y no pueden hacerlo por el alto tráfico vehicular, suelen decir a la persona que está junto a ellos, tía me ayuda a pasar al otro lado. O en otras ocasiones suelen manifestar: Tío me puede por favor informar la hora.
Diálogo con afecto
“Nuestra jerga está atiborrada de palabras dulces y por eso en cada frase que pronunciamos transmitimos bienestar. Aunque algunas suenan graciosas, su significado está lleno de bondad y hermandad”, indicó Jhon Alex del Castillo, maestro en bellas artes e instructor de la oficina municipal de Cultura de Tumaco, tras explicar que ‘ñaño’ es otro término popular que se utiliza con frecuencia.
En el colegio, en el barrio, en la calle o en los sitios de trabajo es infaltable la palabra ‘ñaño’, la cual en su jerga traduce ‘mi hermano’. Este amable vocablo es utilizamos cuando están junto a sus ‘panas’ y en ocasiones en las que su compañía les contagia de felicidad, comprensión y solidaridad.
“En un partido de fútbol acostumbramos a gritar; ñaño pásame el balón, o al recibir un favor también es tradicional decir: muchas gracias ñaño. La comunicación con afecto es la bonita costumbre que tenemos en Tumaco para relacionarnos con los demás”, afirmó.
“Folclor literario”
“La jerga tumaqueña es muy especial porque nace de nuestro folclor literario. En el diario vivir se dicen palabras que en su época fueron muy utilizadas por nuestros abuelos”, subrayó Juan Carlos Montaño, docente de la institución educativa municipal Santa Teresita tras indicar que la palabra bunde es otro de los términos que aún sigue vigente en los barrios, veredas y corregimientos.
En su entorno comercial destaca el frecuente uso de la palabra bunde para referirse a un montón. Por ejemplo; cuando una madre afrodescendiente va a comprar un kilo de carne dice: “véndame un bunde de carne”.
“Cuando decimos véndame un bunde de plátano, queremos expresar que nos venda un montón de plátano. Teniendo en cuenta expresiones como estas, contamos también con una danza que lleva por nombre bunde; en esta muestra cultural los bailarines representan a aquellas personas que en las playas ofrecen al público bundes de conchas”, afirmó.
“Ñia” es otra popular expresión de los tumaqueños y se utiliza cuando juegan a las cartas o al dominó. En estos encuentros, al compañero de juego se le dice “ñia” y por eso antes de iniciar se le recuerda con insistencia diciéndole: “usted es mi ñia”.
Los términos propios de los pueblos afrocolombianos del Pacífico nariñense también están presentes en la alimentación, por eso cuando las familias se reúnen en las veredas y llega la hora del almuerzo es habitual para los comensales decir: “deme mi verde”, haciendo referencia a que les sirvan más plátano cocido.
“El plu con pla” es la expresión verbal más antigua y popular que tenemos en Tumaco. Cuando un paisano se encuentra con otro y empiezan a conversar; es tradicional escuchar en su diálogo preguntas como: oye, ¿tú que vas a desayunar?
Como respuesta, el otro contesta: “yo voy a desayunar plu con pla”. En su jerga, eso quiere decir plumuda con plátano.
En Tumaco, la plumuda es un pescado de consumo popular que tiene mucho hueso y es muy fácil de pescar.
“El molinillo de tingui tingui”
El léxico tradicional de los pueblos afrocolombianos asentados en ‘la Perla del Pacífico nariñense’ también está inmerso en los elementos de cocina, los cuales el docente Carlos Montaño asegura que con el paso del tiempo comenzaron a hacer parte de los mitos y leyendas.
En las veredas de Tumaco, después de que el cacao es cosechado, molido, tostado y moldeado en circunferencias, se echa a hervir para obtener el chocolate. Para su preparación, se acostumbra a cortar las ramificaciones de un árbol, las cuales se adecuan como si fuesen un molinillo.
“El molinillo de tingui tingui se popularizó en nuestra jerga y más aún cuando surgió la leyenda de la tunda. Dice la leyenda que cuando un hombre llegó a su casa después de jornalear encontró a su mujer conversando con la vecina en lugar de dedicarse a prepararle el almuerzo”, dijo.
Cuenta el educador que aquel labriego enojado llamaba a gritos a su esposa Tulia y ella al oír su nombre corrió desesperada hasta la cocina. Según la leyenda, el eco de los bramidos de su cónyuge se expandió con tanta facilidad entre las palmeras que al retumbar entre las plantas, parecía que decía tunda.
“En su enojo, el labriego le arrojó a su mujer el molinillo de tingui tingui y casualmente le cayó en uno de los pies. A medida que caminaba; las ramificaciones de dicho elemento de cocina se le iban incrustando, por eso en la leyenda de la tunda se dice que aquella mujer tenía una pierna de carne y otra de palo”, explicó.