Historias cortas en inga y kichwa, un libro para la memoria
El libro, que se presentó en la FILBo, es una invitación para que niños y niñas del pueblo Inga sientan arraigo por los valores culturales de su pueblo.
Tomada por: Muskuy Tisoy y suministrada por: Sandra Tisoy.
Alejandra Rincón
Las indígenas, Vanessa Tisoy Tandioy, Sandra Tisoy Tandioy y Muskuy Tisoy Tandioy, de la comunidad Inga de Santiago, Putumayo, en la búsqueda por fortalecer los valores culturales que se están perdiendo en su pueblo, decidieron recopilar parte del legado en historias para niñas y niños.
“Hemos escogido como uno de los pilares fundamentales a la niñez, pues ellos son los que heredan todo el conocimiento de los mayores de nuestra comunidad. Esperamos que este libro les permita fortalecer las historias en su cotidianidad, en su vida y en su familia”, asegura Sandra Tisoy, autora de esta obra.
Según sus autoras, este libro se pensó como un tesoro que acompañe el proceso de vida de las personas que puedan tenerlo en sus manos. Las autoras esperan que al leerlo reciban la magia del Valle de Sibundoy, la fortaleza desde la medicina, la espiritualidad y pensar en el cuidado de la tierra.
“Nosotras las autoras somos de una familia de la medicina, del cuidado de las plantas medicinales, del cuidado de la chagra y del cuidado de la vida en sí mismo. Esa motivación que nos ha inculcado nuestra familia ha sido el motor para ver el territorio como lo que somos nosotras, como guardianas de este lugar y esa inspiración nos unió para escribir algo que se pueda tener en el hogar”, indicó Sandra Tisoy.
El Valle de Sibundoy inspiró con los colores de sus paisajes, la comunidad, música, medicina, el arte y las montañas, para escribir las tres historias que se relatan en el libro. Los cuentos son escritos en inga, kichwa y castellano, para que se puedan leer y sentir en esas tres lenguas. El propósito es que el mensaje trascienda y llegue a todas las personas.
“La idea de llevarlo a un libro, era para dar un mensaje que sea corto pero que resulte profundo en las vidas, corazones y espíritus de cada lector o lectora sea grande o pequeño. Con mis hermanas Muskuy y Vanessa, tratamos de hacer una recopilación de las historias que nacen de la palabra, de la tradición oral que se fue compartiendo en nuestra familia y en la comunidad, y que fueron visiones que se pudieron obtener del ritual y el estar alrededor de la tulpa con la medicina del yagé, del escuchar a las abuelas y abuelos en la chagra”, menciona Sandra Tisoy.
La construcción de esta memoria
El proceso de construcción de las historias se dio en cuatro años, pero tuvo un formato digital hace dos años, que contó con las ilustraciones de Jeisson Castillo y el apoyo en diagramación y diseño de Manuela Mejía,
Así mismo, contó con la ayuda de Asunción Agreda y Sandra Tisoy en la traducción a la lengua inga y de Illapa Taruka Ruíz Erazo en la lengua kichwa.
“Decíamos como autoras que esto fue un cumplir un sueño para toda la comunidad indígena Inga. Esta memoria que queda plasmada en las tres historias sirve para el fortalecimiento de la comunidad, esperamos que sean leídas y transmitidas a diferentes generaciones, las que están ahora y las que vienen”, expresa Sandra Tisoy.
Del valle de Sibundoy a la FILBo
Con el apoyo de la organización ambientalista Censat Agua Viva, el libro se expuso durante la Feria del Libro de Bogotá, como una invitación para seguir escuchando a las abuelas y los abuelos alrededor de la tulpa, leyendo el mensaje que da el fuego y contribuyendo a la tradición oral para seguir compartiendo la sabiduría que hay en las comunidades indígenas del departamento.
“Para nosotras esto es como un gran tesoro. Las historias lo relatan, hablamos acerca de las piedras sagradas, la tulpa, la medicina, de los taitas sabedores y de la chagra. Todo lo que hay aquí es lo que queremos compartir, para que conozcan y sepan de la magia espiritual que somos y de la magia que nos rodea”, puntualizó Sandra Tisoy.
Agrega Tisoy que “a partir de esas lecturas, abracemos y agradezcamos a la madre naturaleza y sigamos haciendo ofrenda a los dadores de vida, al agua, a la tierra, al aire, al fuego, al amor y así mismo al territorio y al departamento. De alguna forma lo que está plasmado aquí es que reconozcamos la magia espiritual como humanos y a partir de ella seguir ofrendando”.