Gracias a los avances tecnológicos, la memoria de los pueblos, que se ha logrado indagar, queda registrada por quienes investigan su historia.
En tiempos pasados la información se pasaba de forma oral, ateniéndose a las capacidades de quienes la recibían, por ello las fuentes de los investigadores del pasado eran los testimonios, las obras literarias y los nombres con que fueron bautizados los espacios urbanos como los barrios, parques, las calles y plazas.
La historia urbana de la vieja comarca, sus calles y barrios, cuyos nombres poco a poco se han ido perdiendo, se constituye en fuentes documentales que le cuentan al mundo sobre los hechos cotidianos que se vivieron años atrás en estas zonas.
“Esos barrios viejos, que seguramente fueron los sitios donde se conocieron nuestros antepasados, barrios que fueron asumiendo una personalidad especial y característica en la medida que se llenaban de habitantes que daban curso a sus iniciativas en el manejo de los espacios, inventaban las canciones populares y cultivaban el folclor en el que se han inmortalizado", expresa el investigador nariñense Jorge Idrobo, sobre la historia que albergan estos espacios urbanos.
A esto deben su nombre en cantidad importante los barrios y las calles de San Juan de Pasto, espacios urbanos que hablan de la historia que se tejió en este territorio, algunos llevan los nombres impuestos en tiempo de antaño y otros quedan en la memoria de quienes habitaron los cuadrantes de aquella vieja villa que daba paso a la modernidad urbana.
El Churo, El Columpio, Rumipamba, Hullaguanga, La Panadería, El Ejido, Taminango, Santo Domino, El Río Blanco o Los Dos Puentes, la Calle de Tunja, del Batán y del Vado son algunos nombres que llaman la memoria y narran historias.
La presidenta de la Academia Nariñense de Historia, Lydia Inés Muñoz, en un recorrido por algunos barrios antiguos de Pasto describe lo siguiente: "nos vamos a Ingapamba, el Pedregal o Rumipamba y allí nos quedamos en una banca mirando pasar el tiempo, pero también pasa María Cantinas con su sonrisa de niña buena, a repartir la leche por el barrio San Andrés, el Parque Infantil, las Visitandinas y de pasada va al taller de los Zaramas que le están haciendo una carroza.”
Algunos nombres de barrios y calles se conservan, pero debido a las transformaciones urbanísticas, otros han desaparecido, tomaron nuevos nombres. Para dejar en la memoria los nombres de los sectores desaparecidos, el Concejo Municipal de Pasto, en el año de 1963 dispuso que, junto a las placas dispuestas a la época urbana, se coloquen otras con los nombres antiguos, las cuales se conservan hasta la actualidad.
Frente a esta determinación, el historiador Emiliano Díaz del Castillo expresó: "las placas en las calles, plazas y edificios son la historia popular y pública de los pueblos; si es así, quien mire nuestros muros huérfanos de placas podrá pensar que es la nuestra una ciudad sin historia".
Bajo este acuerdo, Pasto informa a los pasajeros de estos muros de las historias que allí se vivieron, como la Calle del Columpio.
Cuenta Lydia Inés, que “en la zona del Río Blanco, conocido como el Río del Columpio, entre calles 19 y 23, hoy calle 21, se instalaba un columpio por la época de las fiestas de San Sebastián, desde las vísperas del 20 de enero, en la lejana colonia del siglo XVII.”
Las familias y el cabildo hacían las celebraciones religiosas en homenaje a este santo en una modesta capilla ubicada en el sector. Pero luego de la ceremonia religiosa, el columpio era el pretexto que balanceaba los encuentros de los jóvenes de la época, “de ahí que jovencitos y señoritas, se reunían a orillas del río, para entretenerse con el famoso juego del columpio”, afirma Lydia Inés Muñoz, luego de indagar en sus investigaciones.
Con el tiempo la orden desde la iglesia es terminar con la fiesta en honor al Santo, para terminar con los jolgorios, fue así como, “el juego del columpio del lugar, dio nombre al río, al puente, a la calle y al barrio., con cuya identidad es reconocido durante el siglo XIX y comienzos del XX", afirma la historiadora.
Aún se escuchan a habitantes pastusos dirigirse hacia la calle Angosta, actual carrera 22, un trecho que comprende cinco cuadras, extremadamente estrecho, con corredores construidos con ladrillos y calles adoquinadas, divididas por acequias.
“Hasta bien entrado el siglo XX, las pulperías con mostradores de madera, las rejillas y ventanas, el local de la carnicería con la pequeña bandera roja en la puerta y los chiquillos de pantalón corto que jugaban en la calle empedrada, son algunas de las características del escenario urbano de la inolvidable calle Angosta", concluye Muñoz Cordero.
La Calle del Churo, es estrecha y sigue la forma zigzagueante del caracol, corresponde a uno de los barrios más misteriosos de la ciudad de San Juan de Pasto.
“El Churo, es un auténtico quichuismo que proviene de la palabra churu, que traduce caracol, ensortijado como sabía y popularmente se designa a la calle del Churo, en el plano de Pasto que elaboró Higinio Muñoz en 1864”, afirma Enrique Herrera, historiador, quien ha realizado investigaciones urbanísticas.
Del sector del Churo que conocieron los abuelos solo queda el nombre, el cual debieron idearlo los pobladores, quienes al recorrer sus calles se sentían ingresando a un caracol.
La vida en las calles es un elemento nuevo de la modernidad, desconocido para el Pasto Viejo, “la vida en las calles dio lugar a nuevas formas de comportamiento, generó también nuevas psicologías y formas diferentes de confrontar al mundo y las relaciones con los demás.
“Los viejos barrios, fueron asumiendo una personalidad especial y característica en la medida en que se llenaban de habitantes que daban curso a sus iniciativas en el manejo de los espacios, inventaban canciones populares y cultivaban el folclor en el que se han inmortalizado algunos personajes", manifiesta Lydia Inés, al referirse a la transformación urbanística de la que ha sido objeto la capital nariñense.
Los nombres de las calles y barrios que hoy en día se leen y nombran son evocaciones de un pasado que sigue vigente, narrando la cotidianidad de aquellos años que dejaron como herencia la persistencia por no quedar en el olvido.