Cuando alguien que ha recorrido de 'pe a pa' la Vía 40 comienza a contar que pronto volverá a bailar en la Batalla de Flores del Carnaval de Barranquilla, parece que todo se detuviera. No importa si no lo estás viendo, si ni siquiera lo conoces o si nunca has estado en esta fiesta, que este año se celebrará del 26 al 29 de marzo. A esa voz que narra la acompaña por momentos una especie de mapa en la que se reflejan imágenes, como las del sol canicular de más de 32 grados que casi siempre se siente durante esos días, los trajes vistosos, el maquillaje, y el deseo infinito de hombres y mujeres que han esperado varios meses para ondearse de lado y lado.
Seguramente por la manera en que se refieren a esta fiesta, declarada Patrimonio de la Humanidad, es que resulta increíble dejar de escuchar las historias en las que cuentan cómo esta celebración se ha convertido en más que un estilo de vida. Como las que menciona Adolfo Maury, director del Congo Grande de Barranquilla, una de las agrupaciones del Carnaval que tiene más de 140 años de haber sido fundada.
Él, que viene de una dinastía carnavalera, que dirige hace 17 años esta agrupación que cuenta con 120 integrantes, en donde también participan su pareja Sandra Milena González, sus tres hijos y una veintena de familiares; afirma que desfilar por la Vía 40 es un aliciente, un no sé qué que corre por sus venas.
“El 26 de marzo vamos a demostrar que hemos sido golpeados, pero que somos personas con una gran resiliencia, la cual nos permite a nosotros levantarnos y darnos cuenta que sí se puede salir adelante después de todo esto, sin dejar de lado a esas personas que estuvieron acompañándonos y que compartieron con nosotros, y hoy ya no están. Esta es la oportunidad para rendirles un homenaje”, dice Adolfo justo después de contar como él y su esposa lloraron sentados en la terraza de su casa, en el barrio Los Andes de Barranquilla, el día que se celebraría la Batalla de Flores del año pasado.
Es que fue inusual todo lo que ocurrió, se supone que aquel entonces debió bailar hasta el cansancio, y aun así seguir celebrando. Pero la historia, como ya se sabe, fue distinta.
Otras ‘voces’
A Mónica Ospino y a los 30 hombres que forman parte de las Farotas de Talaigua Nuevo, agrupación que ella coordina desde 2012, también les extraña muchísimo llevar las tradiciones culturales de esta parte de la depresión Momposina a la capital del Atlántico. Esta “danza guerrera” que narra la hazaña de 13 indígenas farotos que se vistieron con faldas, flores y sombreros para vengar la violencia sexual que habían sufrido sus parejas, es otra de esas historias que causan asombro.
Ellos, que son oriundos de este municipio de Bolívar y tienen entre 18 y 45 años, ensayan dos veces por semana desde diciembre del año pasado. Así se alistan para volver a bailar en el Carnaval de Barranquilla.
Regresar a esta fiesta es, sin duda, lo que venían esperando con tanto ahínco. Y tal vez por eso resulta increíble escuchar cómo es que retoman las actividades previas al gran desfile, o qué expectativas tienen sobre esta fiesta que ya casi comienza. El director de la Fundación Cultural Danzas Tradicionales Diablos Arlequines de Sabanalarga, Gastón Polo, cuenta que extraña interactuar con otras agrupaciones, especialmente con las que provienen de otros municipios del Atlántico. “El 26 vamos a desfilar y a decir que aquí estamos, a pesar de todo lo que hemos vivido. Ese será un gran logro”, sostiene.
Él, Mónica y Adolfo volverán cada uno con su agrupación al Carnaval, aunque seguro todo será distinto, especialmente para el Congo Grande Barranquilla, en donde murieron cinco de sus integrantes: dos por causa del virus y tres por la depresión que les produjo el encierro. Todos llevarán pancartas en las que recordarán a quienes perdieron la vida por la covid 19 u otras variantes, bailarán “como nunca” lo habían hecho, y, por supuesto, le harán mofa a la muerte; total, en esta fiesta quien lo vive es quien lo goza.