En la zona rural de algunos pueblos en Colombia, las cubiertas para portar el machete son solo un elemento para el trabajo. Sin embargo, los bellos y tradiciones diseños que se elaboran en Chaparral, sur del Tolima, son singulares. En tiempos pasados, estos elementos eran destinados para embellecer el vestido de los señores, que generalmente los portaban cada domingo para ir a la eucaristía. Hoy, aunque ya son pocos los caballeros que la portan aún permanecen algunas cubiertas en estanterías de las talabarterías más populares y tradicionales del municipio.
La talabartería en su momento era una tradición muy representativa en el sur del Tolima. Hoy solo quedan algunas familias que han dejado en alto el nombre de Chaparral por todo el territorio colombiano con sus cubiertas o forros para los machetes, fabricados con cuero de novillo. De este legado queda Omar Conrado, un profesor de educación física que por cosas de la vida fue criado por su abuelo, don Carlos Julio Calderón, ‘el ingeniero’ de la famosa cubierta chaparraluna.
“Inicialmente, la cubierta se hacía era con una herradura en la parte de encima. No se le colocaban estos adornos, anteriormente. Pero ya cuando la gente empezó a decirles a los artesanos que las hacen que las querían con tal estilo, con tal elemento decorativo, entonces muchos empezaron a hacerlas así como hoy la conocemos, con corazones. Con los años, cogió fama por la misma calidad del cuero y del trabajo decorativo”, explicó Omar.
Por su parte, María Tapiero, artesana de la Talabartera Vanegas, una de las pocas que aún fabrican en Chaparral la famosa cubierta, asegura que la cubierta original chaparraluna es la de 40 puntas de dos corazones. “Esto es tradición familiar. Hace 25 años tenemos este negocio aquí en el municipio. El cuero se compra en Ibagué donde lo procesan, porque aquí no tenemos como curtirlo. La fibra se trae de Barranquilla. La cubierta trae dos calidades de cuero: con el que se hace la baqueta de la cubierta (cuero más grueso), y con la que se elaboran los nudos (cuero más delgado)”, explicó la artesana.
Uno de los que aún usan esta tradicional artesanía es José Ducuara, quien, desde que tiene memoria, porta la cubierta chaparraluna. “Tengo 60 años y desde pequeños los papás le enseñaban a uno a cargar la cubiertica para portar el machetico. En estos momentos, tengo como tres cubiertas por ahí arrumadas, ya achacaditas, y uno va comprando porque con el tiempo se van desgastando. Por eso, estoy aquí [Talabartería Vanegas] preguntando a ver si me llevo una, para no dejar acabar la tradición”, dice.
Mas de 100 años de tradición
En los libros, en los relatos históricos de Chaparral o del Tolima no hay referencias de la cubierta chaparraluna. Sin embargo, en la tradición oral pervive, y con ella, sus tradiciones y legados que construyen paz. “La tradición de ese elemento importante y tradicional del campesino del sur del Tolima data de unos 100 años, de unas tres generaciones más o menos. Y esa tradición es consecuente con la avanzada de tanto paisa, valluno, huilense, y otros colonos que llegaron a raíz de que esta región era el antiguo eje cafetero del país a comienzos del siglo XX”, analizó Fernando Osorio, periodista e historiador de Chaparral.
En otras regiones también hay estilos de cubiertas como elemento de trabajo. “Este era netamente utilitario, es decir, solo para guardar el machete o la rula y cargarla en el camino. Pero en la medida en que los arrieros empezaron a popularizar el porte de la cubierta para cargar la peinilla a comienzo de siglo, lo fueron convirtiendo en elemento de lujo, así como la peinilla o machete mismo. Habían algunos de acero templado, muy finos, como la Águila Corneta, que empezó a llegar, marca colombiana. Era motivo de orgullo llevar el mejor machete en la mejor cubierta. Recuerdo de niño que todos los arrieros llegaban con su cubierta ‘enrramalada’, porque entre más ramales tuviese, pues parece que les daba más categoría”, puntualizó el académico.
Para desentrañar la historia de la cubierta chaparraluna tradicional, nos debemos remitir al legado de don Carlos Julio. Él inició siendo empleado de los talabarteros más antiguos de Chaparral, los Tique, una familia artesana del cuero, sobre todo, con el que elaboran sillas para montar a caballo. Fue don Julio, quien, con su destreza e ingenio, se dio a la tarea de crear esta artesanía. “Fueron muy reconocidos por trabajar muy bien la talabartería, pero ellos lo que más trabajaban eran las sillas de montar caballo”.
Otra de las familias tradicionales de artesanos talabarteros de la cubierta es la de don Roberto Calderón Parrado, que con 87 años recuerda haber tenido su primer contacto con esta artesanía a los cinco. “Mi hermano y yo aprendimos a hacer la cubierta de mi papá, Carlos Julio Calderón Aguas, desde que éramos niños. Mi papá y un primo llamado Virgilio Sarmiento aprendieron a hacer la cubierta con cueros muy buenos, traídos de otras regiones del país porque aquí no alcanzaba el material. Mi papá me ponía a hacer los primeros tejidos, pero no hacíamos solo la cubierta, sino que elaborábamos la mulera, el cinturón y otras cositas que adornaban la cubierta”, recordó el señor, quien agregó que ya se retiró del oficio hace aproximadamente 20 años.
A lo largo de la historia, esta pieza artesanal tuvo modificaciones a razón del conflicto armado. “Eso durante el tiempo de la guerra, empezó a solicitarse la cubierta negra, que para serle sincero era en tiempos cuando estaban las Farc. Ellos la empezaron a utilizar de ese color, porque la cubierta amarilla era muy visible y no les hacía mucho juego con el uniforme que traían ellos. En cambio, la negra se adaptaba más al camuflado, entonces ellos la empezaron a pedir, pero también el Ejército empezó a pedirla. Y ya luego empezó a gustarle mucho a otras personas, quienes también empezaron a pedirla negra, porque se enmugraba menos y aguantaba más el trajín del trabajo”, relató Conrado.
Omar continúa esta labor con su tío, Carlos Julio. Don Julio y su esposa son los ayudantes en la Talabartería y han sido testigos de cómo la cubierta ha tenido modificaciones a lo largo de las décadas. “La tradicional, tradicional, es la que lleva incrustados los dos corazones o la herradura. Pero hoy algunos le mandan a poner la imagen de los gallos, porque les gusta la juega de gallos entonces la mandan a tallar con esa imagen. Otros, le mandan a poner es el escudo de algunos equipos de fútbol”, explica don Omar, el artesano.
Hoy en Chaparral hay muy pocos que continúan el legado de don Roberto Calderón Parrado y de su padre fallecido, don Carlos Julio Calderón Aguas. De acuerdo con Álvaro Olaya Cárdenas, que con 46 años, lleva 25 elaborando la cubierta chaparraluna, hoy en el municipio hay con él solo cuatro artesanos que aún elaboran a mítica artesanía. “Hay dos señoras y un muchacho, aparte de mí, que hacen cubiertas y viven de este oficio. Los que quedan ya tienen mucha edad, entonces si no hay una estrategia para continuar el legado de la cubierta, esta se termina”, reflexionó Álvaro.
Algunos de los que quedan han propuesto crear escuelas de formación para continuar el legado, así como incentivos por parte del Estado, para que nuevas personas y jóvenes se interesen en elaborar esta artesanía, con miras a que la tradición no pierda vigencia. Mientras tanto, algunos siguen portando este tradicional elemento muy simbólico del campesino colombiano.