En el corazón de Charalá, Santander, las mujeres de Corpolienzo, a través de todo el proceso del hilado del algodón, mantienen una cadena de valor fundamental para el sostenimiento de familias y para el empoderamiento de las mujeres en el territorio desde el patrimonio, la tradición y la soberanía cultural.
El hilo de algodón cultivado orgánicamente es un bien escaso que parece no hacer falta en la sede principal de la Corporación de Recuperación Comunera del Lienzo de la Tierra, Corpolienzo, donde se le ve en telares, bobinas y productos - Foto: Camilo A. Carrillo.
Severa Castro, vista aquí trabajando en un telar, denomina a su labor de más de treinta años como un “rescate artesanal” de las técnicas relacionadas con el cultivo, hilado, tintura y tejido del algodón o “lienzo de la tierra”.
El sonido traqueteante de la rueca representa una manera mediante la cual la corporación beneficia a las mujeres charaleñas, prestando su uso para la transformación del algodón en casa y comprando el hilo resultante.
Bobinas, cañuelas, ruecas, telares y agujas son solo algunas de las herramientas que facilitan este trabajo manual mediante el cual se transforma la tierra en el sustento de múltiples familias de la región.
Otilia Pinzón y Mercedes Alvarez, así como aproximadamente sesenta y ocho mujeres vinculadas a la corporación, han encontrado en el lienzo de la tierra una forma de vida que les ha permitido independencia y una proyección hacía el futuro.
La experta hilandera, e integrante más joven de esta hermandad, Martha Liliana Ardila, es una pieza clave en el proceso de relevo generacional al cual le apunta la corporación para continuar con esta tradición que data desde épocas precolombinas.
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En una casa escondida en el camino tras una vegetación intensa, en lo que se conoce como la Vereda El Salitre, se erige el taller donde desde 1986 las semillas del proyecto ERA (Educación Rural Apropiada) hizo su evolución en lo que hoy se conoce como Corpolienzo.
Reconociendo el valor de la tradición que ha vivido en sus manos durante treinta y ocho años, Rosalba Alvarez, eleva a la nuevas generaciones charaleñas el recado de aventurarse a mantener viva una tradición milenaria.
El proceso de tinturado del hilo se cocina en horno de leña y permite introducir en el hilo colores naturales, ya sea de la cebolla, el encino, el palo de Brasil, el aro y el achiote.
La madera del Palo de Brasil o Paubrasilia, es uno de los insumos orgánicos utilizados en Charalá para el tinturado del algodón hilado. Este se pasa hasta tres veces por el tinte, cambiando el matiz de intenso a suave con cada proceso.
La variedad de productos de la tienda del Museo del Lienzo de la Tierra permiten vislumbrar un proceso robusto, con una cadena de producción organizada y unos resultados que se han convertido en un símbolo cultural de Charalá.
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