Como ‘El Municipio de las Lagunas’, Puerto Rico, al sur del departamento del Meta, nace al turismo, buscando atraer a visitantes de Colombia y el mundo con sus atractivos naturales, culturales y gastronómicos que, por décadas, estuvieron cerrados al público por temas relacionados con el conflicto armado.
Gracias al programa de cooperación internacional ‘Territorios de oportunidad’, de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional – USAID - que trabaja en el fortalecimiento de las capacidades de las comunidades afectadas por el conflicto - y que apoya en Colombia a 51 municipios PDET (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial nacidos en el Acuerdo de Paz de La Habana), más de 170 puertorriqueños se capacitaron en temas como servicio al cliente, buenas prácticas, conservación de recursos naturales, primeros auxilios y cocina tradicional, entre otros, con el fin de potencializar su turismo que, aunque incipiente, se perfila como una de las mejores actividades económicas en esta población del Bajo Ariari.
Según Mariana Parra, coordinadora del proyecto para el fortalecimiento del turismo comunitario de Puerto Rico: “Con el liderazgo de ASOTUR (Asociación de Turismo de Puerto Rico), que soñaba con un turismo que los ayudara a conservar su territorio y que generara empleos a jóvenes que salían del municipio por falta de oportunidades, nosotros comenzamos a ver cómo resaltar el volver al origen, que es reconectarse con lo más esencial de la naturaleza de forma sencilla, real, auténtica, desde la comunidad, no como el turismo tradicional”.
En este proceso, además de ASOTUR, participaron otras asociaciones del municipio que venían trabajando temas relacionados con el turismo como el colectivo juvenil de producción audiovisual CLAP Producciones, la Asociación Avícola y Agroturística del Darién AAA Darién, conformado especialmente por mujeres campesinas con tareas de guianza, y cocinas tradicionales, ente otras labores de atención a los visitantes; y ASOFLUPUERTO, con el tema del transporte fluvial por los ríos Ariari y Güejar , así como la Institución Educativa Alicio Amador Elvira, colegio que hace parte del programa Amigos del Turismo.
“Se vincularon al proyecto líderes y lideresas del municipio para empezar a generar esas soluciones que necesitábamos (en temas como la confianza) y para empezar a tejer el siguiente reto, que era la mirada de Puerto Rico hacia afuera, de cómo posicionar el destino, porque Puerto Rico no aparecía en el mapa de ninguna persona a quien le preguntamos, no existía en la señalización por carretera. Empezamos a decirle a la gente que había que posicionar una narrativa distinta - no desde el conflicto - para que el destino se posicione”, dijo Mariana, quien además es la directora de proyectos de la Asociación Colombiana de Turismo Responsable, ACOTUR.
Con esa nueva narrativa, que incluye visitas a sus más de 12 lagunas, a fincas agroturísticas, la contemplación de los hermosos amaneceres y atardeceres llaneros, senderismo y paseos en bicicleta por sitios paradisiacos rodeados de naturaleza, la degustación de su deliciosa gastronomía, espacios para disfrutar de la música y la cultura de la Orinoquia colombiana y el avistamiento de una gran cantidad de flora y fauna, como toninas - en la confluencia de los ríos Güejar y Ariari -, de distintas especies de aves, osos palmeros, babillas o cachirres, monos aulladores, titís y hasta felinos, sus habitantes buscan pasar definitivamente la página de hechos como la toma guerrillera de julio de 1999, que dejó 28 policías secuestrados y 5 asesinados, y la Operación Jaque del 2 de julio de 2008, en inmediaciones de la laguna de San Vicente, que permitió que la aviación del Ejército liberara a 15 secuestrados de las antiguas FARC, entre ellos la excandidata presidencial Ingrid Betancourt.
Hoy, los habitantes de este municipio esperan que el turismo se convierta en ese nuevo motor que les permita mejorar sus condiciones de vida y les ayude a dejar atrás ese pasado que ‘les tocó vivir’, entre el miedo y la tristeza, por causa del conflicto, entre ellos Gilberto Acosta Osorio, miembro de una de las primeras familias que llegaron a poblar este territorio: “En la primera bonanza, por allá en los 60 y 70, se sembró arroz y maíz, en los 70 llegó la segunda bonanza, la de la marihuana y a los pocos años la de coca, ahora estamos en la bonanza de la palma africana, pero esperamos que la próxima bonanza sea la del turismo”.
Incluso actores que aún no hacen parte de la cadena del turismo que se está implementando en esta población, como Orlando Monroy Fajardo, Salvador González y Fernando Galindo, que son pequeños agricultores de chontaduro, ven en el turismo una posibilidad para que a corto o mediano plazo lleguen compradores que paguen a un precio justo por sus cosechas, pues Puerto Rico también ofrece buenas tierras para cultivos de productos como chontaduro, palma, piña, cacao, plátano, mango y cítricos, por lo que, así como el turismo de naturaleza, esperan que el agroturismo y el turismo gastronómico - aprovechando los productos locales - también sean ese motor que jalone la economía local.
Luis Fernando Castro, de OPEPA, Organización para la Educación y Protección Ambiental que apoya el fortalecimiento de este proyecto de turismo comunitario en Puerto Rico y en otras regiones del país, asegura: “Pensamos en que todo esto se transforme, como se ha transformado en Colombia el turismo en los últimos años. Falta mucho por construir, mucho por desarrollar, mucho para que la gente valore y quiera su territorio; hay que pensar que esto tiene sentido, que el turismo es importante para niños y jóvenes que hoy
no tienen muchas oportunidades”.
La laguna que nació por amor en Puerto Rico
En ‘El Municipio de las Lagunas’ se han identificado cerca de 12 de estos depósitos de agua que potencialmente se pueden ofrecer a los visitantes por ser santuarios de flora y fauna en este territorio que transita entre la Orinoquia y la Amazonia. Lagunas como las de San Vicente, Caño Chivecha, Caño Mojarra, Trinidad, Cunumia, Las Almas, Los 7 Espejos, La Herradura y la de los Muertos hacen parte del inventario turístico de Puerto Rico, pero posiblemente en el proceso de reconocimiento de todo este territorio de casi 3.800 kilómetros cuadrados pueden sumarse algunas más.
Una de sus lagunas tiene una historia que parece de película o, mejor, de una canción. Al mejor estilo del fragmento de La Casa en el Aire de Rafael Escalona “voy a hacerte una casa en el aire, solamente pa que vivas tu”, la Laguna del Amor, que hoy se perfila como uno de los atractivos más importantes de Puerto Rico, nació de una historia de amor con dos protagonistas: Gildardo Acosta y Miriam Villada Palomar.
Cansado de un romance a distancia entre Puerto Rico y Bogotá, donde residía Miriam, a quien Gildardo llamaba su musa, decidió construirle, primero, una casa y, luego, en un terreno de aproximadamente 8 hectáreas, una imponente laguna. Con apoyo de su cuñado Fernando Villada - hermano de Miriam – en el año 1996, con ayuda de un minicargador, una retroexcavadora y una volqueta, comenzaron a remover la tierra y a canalizar un charco que se formaba allí en épocas de lluvias, sembraron moriches y un año después comenzó a tomar la forma y el paisaje que hoy ofrece.
La Laguna del Amor - aunque nació de manera artificial – fue poco a poco conquistada por la naturaleza y hoy es un importante corredor de especies como monos, dantas, osos palmeros, cachirres, guíos y loros que anidan entre los morichales que, a su vez, ayudan a mantener el nivel de agua de este imponente atractivo turístico del municipio. “Hay mucho moriche, que lamentablemente la gente daña para coger los nidos de los loros. Tenemos que hacer un trabajo muy grande para que la gente tome conciencia, que eso no se puede seguir haciendo. Desde Cormacarena nos dijeron que hay una especie de lorito chiquito que se llama Cascabel que solo lo hay en esta laguna, vamos a tratar que eso se proteja, que no los sigan tumbando para conservarlos”, dice Miriam.
Esta historia duró un poco más de 40 años y sólo fue interrumpida en enero de 2021 por causa de una enfermedad que apagó la vida de Gildardo. De esta unión quedaron sus hijos Camilo, un periodista que trabaja en un importante medio de comunicación en Medellín, y Catalina, una cineasta que prepara un documental para enseñar al mundo la intensa y amorosa vida de sus padres, y que llevó a sus protagonistas a trabajar por un bien de interés turístico que hoy es un orgullo para los puertorriqueños y metenses, y al que invitan a visitantes de Colombia y el mundo a conectarse de manera directa con la naturaleza.
También queda la Casa Rural Mussaenda, la primera casa construida por este soñador que antes de embarcarse en toda esta aventura de amor con Miriam recorrió el mundo como ingeniero de barcos y en uno de sus pasos por Filipinas le sorprendió la belleza de un árbol con flores tropicales de colores como el rosado, crema, amarillo o naranja. “Mi esposo en vida quiso colocarle el nombre de un árbol que a él le gustaba mucho, que conoció por allá en Asia, específicamente en Filipinas, y, como curiosidad, descubrió que se llamaba Mussaenda y él a mí me decía ‘musa’, yo siempre fui su musa inspiradora. Cuando encontró este árbol en Colombia me dijo: ‘yo lo quiero tener en la finca, la finca se va a llamar Mussaenda en honor a ti’”, recuerda Miriam.
Miriam - como lo soñó Gildardo -, vive en esta casa, cumpliendo otros sueños de su esposo, como fue la de conectar la casa con la Laguna del Amor por un corredor ecológico que hoy es una realidad y que se puede transitar a pie o en bicicleta por los bellos paisajes que ofrece este paradisiaco lugar, con el sorprendente fondo musical que brinda su variada fauna.