Preguntada por el productor discográfico Lucas Silva, de Palenque Records, acerca del curioso bautizo de su agrupación, la cantadora palenquera Graciela Salgado Valdez respondía lo siguiente: “Le pusimos el nombre de Las Alegres Ambulancias porque nosotras somos unas viejas alegres, tomamos ron, cantamos y animamos los entierros a donde sea”.
Heredera de la sabiduría musical de la dinastía Salgado Valdez, conocidos también como los Batata, Graciela Salgado fue la abanderada de la tradición del lumbalú, práctica funeraria para despedir a los difuntos en San Basilio de Palenque con agradecimiento y jolgorio. Según ella misma aseguraba, el lumbalú “es el arte de llorar a los muertos pa’ que los ancestros estén contentos”.
Nacida en el hogar de Manuel Salgado Cañate “Batata II” y María de la Cruz Valdez, era hermana de Batata III, el siguiente eslabón de esa generación de percusionistas palenqueros, y de hecho ella también ejecutaba los tambores.
En 1980 fundó Las Alegres Ambulancias, grupo dedicado a mantener una tradición centenaria de llevar música a los muertos en la región.
Dentro de las muchas composiciones de esta cantadora y sabedora se encuentran ‘La cosita’, ‘Margarita’, ‘Macaco mata el toro’, ‘Elelé Valdez’, ‘Pa’la escuela nene’, ‘Regobbé’, ‘Me picó un mosquito’ y ‘Pájaro de la mar’, más otra serie importante de bullerengues, fandangos y chalupas.
En 2011, fue la artista homenajeada del Concierto del Año de la Afrodescendencia del 20 de julio; un año después fue depositaria de la misma dignidad en el Festival de Tambores y Expresiones de Palenque, y ese mismo año el Ministerio de Cultura le otorgó el premio al Fortalecimiento de la Cultura Afrocolombiana.
Hoy, la tradición de Las Alegres Ambulancias la llevan a cuestas los hijos de la propia Graciela: Emelia Reyes, “La Burgo”, y Tomás Teherán. Desde que asumieron esas banderas se han encargado de refrescar el sonido del grupo, ampliando el repertorio más allá de lo ceremonial e involucrando vientos, bajo y guitarra eléctrica, así como diferentes arreglos de carácter moderno y festivo.
Graciela Salgado falleció en septiembre de 2013, a sus 83 años, en el Hospital Universitario de Cartagena, por complicaciones, tras ser intervenida por cuenta de una caída. Como ella misma lo hizo con cientos de coterráneos, fue despedida con todas las dignidades del lumbalú y una gran fiesta en su propia casa, de la que participaron colegas y amigos como Justo Valdez, Petrona Martínez, Rafael Cassiani y el acordeonero Enrique Díaz.
Poco después de esta pérdida sensible, Sebastián Salgado, director de la escuela de formación Oriki Tabalá, aseguró: “pese a los procesos de formación con muchas niñas no hemos podido cultivar el saber pa' que tengamos una tamborera como Graciela. Después de ella, solo ella, sus manos y su tambó”.
La gestora cultural Andreíza Anaya escribía en ese entonces, en esta misma web: “En el cielo, Etelvina Maldonado, Dolores Salinas ‘la Maldita Vieja’, Esnelda Terán, Eulalia Gonzáles, Eloísa Garcés, Martina Balceiro, Emperatriz Salinas, Encarnación Tobar, Alfredina Pacheco y por supuesto su padre, Manuel Salgado, “Batata”, están amenizando la llegada de Graciela a punta de quitambres, como le decía Batata a los tambores, porque tanto para él como para Graciela, el sonido y la magia de los tambores eran el mejor alimento para quitar el hambre”.
El 15 de septiembre conmemoramos una década sin la cantadora palenquera Graciela Salgado. Por eso es nuestra Artista de la Semana.