Indudablemente los nombres de las cantadoras Juana Emilia Herrera García (1932 – 1993) e Irene Martínez Mejía (1923 – 1993) están asociados con el fenómeno de modernización comercial del bullerengue, la tambora y los bailes cantados.
Gracias a ellas, a sus voces y a su carisma y desparpajo en escena, esas sonoridades salieron de sus territorios y conquistaron a todo el país, primero en el ámbito de los carnavales de Barranquilla, y luego dentro de la radio comercial y de los programas musicales de televisión, que rápidamente le dieron cabida a esta sabrosa novedad.
Reconocida durante toda su vida como cantadora en Gamero, corregimiento de Mahates, Bolívar, Irene Martínez dio el salto a la fama cuando ya frisaba los 60 años. Con ella en la parte vocal (acompañada además por el recordado cantador y compositor Magín Díaz) y gracias a la labor del músico y productor Wady Bedrán, nació en 1979 la agrupación Los Soneros de Gamero.
Gracias a su primer sencillo, titulado ‘El lobo’, empezó para ella un camino de reconocimiento que la llevó a ganar cuatro Congos de Oro en los Carnavales de Barranquilla y a grabar 17 discos, la gran mayoría con el sello Codiscos. Más tarde llegarían éxitos como ‘Mambaco’, ‘El ron está sabroso’, ‘A pilar arró’ y ‘La penca’.
Cuenta la historia que Wady Bedrán quiso invitar a la cantadora Martha Herrera, prima de Irene, para que hiciera coros con los Soneros de Gamero, pero cuando le contaron que debía viajar a Medellín a grabar, declinó la oferta y recomendó a su hermana Emilia, nacida en Evitar, otro corregimiento de Mahates.
Ella, quien sólo tenía experiencia como cantante aficionada de rancheras, les había vaticinado a los suyos que a sus 45 años iba a ser una artista famosa. Y la profecía se cumplió luego de grabar esos coros y tras llegar al sello Felito por invitación de un colega del mundo del vallenato, que la recomendó con Eduardo Dávila, el productor del sello.
Así nació la leyenda de la Niña Emilia, con su voz poderosa, su vanidad y sus eternas gafas oscuras.
Su primer sencillo como solista se coló de inmediato en el gusto popular. Era una canción que le había dedicado a uno de sus hijos, Nadín, quien se había ido a vivir a Brasil y de quien criticaba su supuesta indiferencia con su familia. Así nació ‘Coroncoro’, el mayor de sus éxitos. A ése le sobrevendrían ‘Currucuchú’, ‘Periquito con arró’, ‘Cundé cundé’ y ‘La gustadera’.
Dicen que durante una grabación de Los Soneros de Gamero en la que participó la Niña Emilia en coros, cantó de manera informal una composición propia con dejos humorísticos de doble sentido: ‘El pájaro picón’. Unos días después, el tema apareció en el disco ‘Sambatá’ (1984), de Los Soneros de Gamero, con el nombre de ‘Se va, se va’, firmado en autoría por Irene. Fue el principio de la rencilla entre colegas y primas, que las llevó hasta los estrados judiciales y que representó un resto de vida entre puyas e indirectas.
Emilia Herrera e Irene Martínez siempre serán recordadas por su carácter fuerte, por su sentido del humor y por una vida en la que el tabaco, la bebida y la fiesta popular fueron protagónicas. Ambas murieron en 1993, con unos días de diferencia. Primero falleció Irene, el 23 de agosto, a consecuencia de un cáncer en la garganta. Y el 15 de septiembre siguiente se iba la Niña Emilia, por cuenta de una falla hepática.
Por estos días se conmemoran 30 años de la desaparición física de dos cantadoras, primas y rivales que popularizaron los aires tradicionales del Caribe colombiano: Irene Martínez y la Niña Emilia Herrera. Por eso son nuestras Artistas de la Semana.