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Curiosidades discográficas del jazz colombiano. Parte 3: Jazz y cumbia

Hacemos un recorrido a través de los laberintos entre la cumbia y el jazz en Colombia.
Curiosidades discográficas del jazz colombiano. Parte 3: Jazz y cumbia
Foto: Luis Daniel Vega.
Luis Daniel Vega

Desde los alegres años cuarenta, compositores y directores de orquesta como Alex Tovar, Pacho Galán, Chucho Fernández, Edmundo Arias y Lucho Bermúdez integraron el lenguaje del swing con la cumbia. De esa búsqueda quedaron ritmos emblemáticos como el patacumbia, por el lado de Bermúdez, y el merecumbe por cuenta de Galán. Ambos ritmos son sincréticos y el jazz apenas es una influencia y una herramienta que en su momento tenía cierto afán modernizante.

Treinta y tantos años después de estos experimentos, el célebre contrabajista Charles Mingus, en el ocaso de su vida, estrenó una monumental suite cuya columna vertebral es la cumbia colombiana. Grabada el 10 de marzo de 1977, ‘Cumbia and jazz fusión’, como finalmente fue titulada, apareció en el catálogo de Atlantic en mayo de 1978. Para su creación, Mingus fue asesorado por el saxofonista Justo Almario, quien no tomó partida en la alineación del disco. Los que si participaron fueron Alfredo Ramírez e Hirám Remón, dos percusionistas colombianos que en ese momento vivían en Nueva York. Con esta pieza monumental abrimos uno de los tantos recorridos posibles a través de los laberintos entre la cumbia y el jazz que nos sitúa tres décadas después en Bogotá con la agrupación Asdrúbal.

Fundado en 2003, el sexteto Asdrúbal alcanzó a editar dos discos mientras estuvo activo. En el segundo de ellos, titulado ‘Habichuela’ (2006), aparece “Toroponto”, composición de Alejandro Forero, su guitarrista y miembro fundador, quien con ese título alude al nombre de un pueblo imaginario ubicado en algún lugar del Caribe colombiano. Según su creador, es una cumbia disparatada, influenciada, precisamente, por Charles Mingus.

 

 

El trabajo de Asdrúbal, entre otros proyectos de música experimental bogotana, estuvo ligado al Colectivo La Distritofónica al que también pertenece Ricardo Gallo, que se mantiene activo desde hace 17 años, un cuarteto integrado por Juan Manuel Toro en el contrabajo, Jorge Sepúlveda en la batería y Juan David Castaño en la percusión. En los cinco discos que ha publicado hasta la fecha con su cuarteto, subyace un espíritu transgresor que queda en evidencia con “Kitchen Kuartet Kumbia”, composición que trasgrede la frontera caribeña y nos lleva hasta los Balcanes.

 

 

Por su parte, El Ombligo es el nombre con el que el contrabajista bogotano Santiago Botero ha bautizado un proyecto sonoro que devela los sutiles puentes entre la cumbia, el free jazz, el vallenato sabanero y la improvisación. El hilo conductor de este ejercicio es la reflexión alrededor de las posibilidades sonoras al estilo de Andrés Landero, el mítico “rey de la cumbia sanjacintera”. Santiago Botero no solo desarregla el universo rítmico de Landero sino que lo conecta con influencias improbables que van desde Ornette Coleman y John Zorn hasta Jaime Llano González. En este inventario incluimos “Video que la”, pieza incluidas en el segundo volumen de ‘Canción sicotrópica y jaleo’ (2015).

 

En contraste al ánimo atrevido de Santiago Botero, el acordeonero y cantautor Gregorio Uribe se decanta por un estilo más cercano a la estética de Lucho Bermúdez. Ejemplo de ello es “Yo vengo”, incluida en ‘Cumbia universal’ (2015)’, su segundo disco, grabado en Nueva York, ciudad en la que vive desde hace más de una década. Respecto a la creación de este disco, en una entrevista concedida para el periódico El Espectador, el músico de origen bogotano contó lo siguiente: «Nada mejor que tener una base rítmica para poder aplicarla a cualquier instrumento. Lo que quise hacer en el disco de big band, cuando formé la orquesta, fue combinar esas dos cosas: sentir esa tensión entre esos dos mundos y querer unirlos. Eso fue lo que me llevó a crear esa orquesta. La pasión de los ritmos colombianos y querer juntarlos con los arreglos de jazz y de big band que había aprendido en la universidad».

Nuestro siguiente invitado es el guitarrista Byron Sánchez, quien nació en Medellín en 1970. Desde hace dos décadas es un referente del escenario jazzero medellinense gracias al trabajo constante al lado de su cuarteto integrado por Lucas Tobón en el saxo tenor, Felipe Gómez en el contrabajo y Nicolás Guevara en la batería. Con ellos grabó ‘Cuarteto’ (2016), grabación en la que aparece una lectura muy personal de “Dos de febrero”, aquella cumbia emblemática de las fiestas de la Candelaria, escrita originalmente por Pacho Cobilla, y que en esta ocasión cuenta con la voz de Alea.

Continuamos en Medellín con un proyecto liderado por el pianista estadounidense Sam Farley y el saxofonista Juan Fernando Giraldo. Se trata de Metropolizón, combo de carácter festivo cuyo formato inusual - rhodes, saxo tenor, tambor alegre, tambora y maraca- les permite amalgamar jazz de acento afrocubano, cumbia, bullerengue e improvisaciones que evocan a Coltrane y a Justo Almario. Cuenta de ello es “El patrón”, cumbia instrumental incluida en ‘Metropolizón’ (2015), grabación editada originalmente en vinilo y publicada por el sello Música Corriente en su hermosa colección Los Discos Inauditos.

De Medellín nos trasladamos de nuevo a Nueva York, ciudad donde se conformó Samurindó, un cuarteto liderado por el baterista y cantautor bogotano Daniel Correa. Nacido al interior del club Terraza 7 en Queens, Samurindó empezó cuando, alentados por Freddy Castiblanco, el dueño del local, improvisaron libremente cumbias, bullerengues y chirimías. De aquellas sesiones espontáneas surgieron las composiciones que luego harían parte de ‘Cuando ovejas’ (2005), su única grabación. Entre ellas está “Cumbia enguayabá”, una composición cuya melodía nos recuerda a “Caravan”, de Duke Ellington.

El guitarrista de Samurindó fue Sebastián Cruz, músico cuyo eje creativo ha sido la asimilación disruptiva de algunos ritmos presentes en el paisaje musical de las regiones del Caribe y del Pacífico colombiano. Para ello, el formato de guitarra eléctrica, bajo y batería ha sido eficaz. Conformado hace más de diez años, el trío Cheap Landscape se vale de la potencia –traducida en descaro y libertad- para interpretar “canciones” que, en ausencia de letras, apelan a la descarga impetuosa. Ubicado en un lugar nebuloso entre el jazz y el rock, Cruz ha grabado dos discos con su trío. El segundo de ellos –con la compañía encendida de los hermanos Stomu y Satoshi Takeishi- contiene “Ida y vuelta”.

 

De regreso a Colombia, aparece Pinó Moré, agrupación dirigida por Santiago Pinaud Moreno, un joven pianista cartagenero que luego de dar algunas vueltas por el mundo terminó sus estudios en el Conservatorio de la Universidad Nacional de Colombia. Resultado de una fallida tesis, Santiago Pinaud creó una agrupación que en su estilo singular retoma la música de banda pelayera, le agrega otro poco de psicodelia champetuda y pinceladas de música de cámara. Todo ello queda retratado con buen humor y desparpajo en su disco debut ‘Bacatá’ (2019) del que se desprende “Moros en la costa”, una composición que revela la influencia de Puerto Candelaria.

Y ya que la nombramos, vamos a cerrar nuestro cumbiero recuento con Puerto Candelaria, una agrupación que se conformó en 2000, y en la que confluyeron algunos estudiantes de música clásica que cursaban los primeros semestres en la Universidad de Antioquia y EAFIT. Desde el atonalismo y el serialismo hasta la tradición de las fanfarrias pelayeras, Puerto Candelaria fue un laboratorio de creación desparpajado que en esos primeros años acudió a fuentes sonoras contrastantes para apuntalar su particular estilo de jazz. Es el caso de “Cumbia para el final de los tiempos”, una cabriola gozosa -escrita por Juancho Valencia e incluida en la grabación ‘Vuelta canela’ (2010)- que cita con premeditado humor disonante a Olivier Messiaen.

 

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