Por: Ana María Lara
Si bien la lucha por la reivindicación de los derechos de la mujer fue jalonada a lo largo de la historia por personalidades excepcionales, pero sin repercusión colectiva, a principios del siglo XX ganaron el derecho al voto en algunos países anglófonos, y fue en 1948 cuando las Naciones Unidas, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, artículo 2, consagraron la igualdad entre todos los seres humanos.
Así, después de la Segunda Guerra Mundial, se va a consolidar y expandir el feminismo en Occidente. Y en este proceso, se destaca especialmente la filósofa existencialista, ensayista y novelista francesa, Simone de Beauvoir.
Nacida en un hogar acomodado, con un padre preocupado porque sus hijas se formaran intelectualmente igual que los hombres, Simone desde temprana edad es una voraz lectora y una chica desprejuiciada frente al sexo, en una época en la que la virginidad era un valor sagrado.
Realizó estudios de filosofía y se graduó en la Sorbona donde se encontró con el también filósofo existencialista Jean Paul Sartre, con quien mantuvo una relación amorosa e intelectual que abarcó el resto de su vida. Una relación ‘abierta’, con la posibilidad de mantener paralelamente otras relaciones ‘secundarias’, sin que esto les fuera siempre fácil de aceptar.
Junto a Sartre Beavouir funda en 1945 la revista Temps modernes, una publicación que abordaba temas de discusión política, filosófica y literaria, referente del pensamiento. Recorren el mundo y reflexionan sobre su diversidad. Simone, además de filósofa y docente, se destacó con una producción de varias novelas. Una en especial, ‘La mujer rota’, donde pone en escena tres mujeres de 40, 50 y 60 años presas de su condición, con profundas heridas causadas por las dificultades de sus relaciones, y debatiéndose en vano para superarla.
En 1958, inicia su autobiografía en cuatro tomos, donde narra las etapas de su vida y evolución como mujer en el entorno de buena parte del siglo XX, convulsionado con las guerras mundiales y las luchas por la descolonización (Revolución cubana, guerra de liberación de Argelia) y con los cambios políticos y culturales del mundo.
Pero su obra decisiva es sin duda alguna ‘El segundo sexo’, publicado en 1949, que alcanzó un impacto internacional. Desde su posición de mujer privilegiada y libre (es un comentario de Sartre que la incita a preguntarse por la condición de la mujer) en este libro de dos tomos, una especie de biblia femenina, Simone emprende un análisis exhaustivo de la historia de la mujer. No solamente desde la filosofía.
En su obra, abarca la historia, la religión que pregona la sumisión y el sufrimiento de la mujer para ganarse el cielo, la literatura, la antropología, la anatomía, la medicina, el psicoanálisis, religión, los mitos para rastrear la condición de la mujer y demostrar cómo ha sido considerada a través de los tiempos como un ser secundario, hipócritamente ensalsado con nociones como el eterno femenino, la musa, etc.
Simone considera que el trabajo es un primer eslabón en la autonomía de la mujer. E insiste en que las mujeres deben dejar de aceptar pasivamente su sumisión para actuar, crear sus propios proyectos. Sus consideraciones sobre el matrimonio, institución que mantiene a la mujer en una situación de triste dependencia, sin permitirle realizarse fuera de lo doméstico, sobre la maternidad cuando es el único proyecto de vida y sobre el derecho a decidir sobre su cuerpo provocaron reacciones airadas de los católicos- el libro fue puesto en el Indice (libros prohibidos) del Vaticano- y de los comunistas (por no tener una visión anticapitalista.)
Concluye ‘El segundo Sexo’ con esta frase: “Es necesario que más allá de sus diferencias naturales, hombres y mujeres afirmen claramente su fraternidad.” Muere en 1986, legando una reflexión sobre la mujer que será el punto de partida para la construcción de los diversos nuevos feminismos.