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Marx y Engels: cómplices, colegas y amigos

El desarrollo de la teoría marxista se inició con dos filósofos, sociólogos y economistas alemanes.

Por: Ana María Lara

En el mundo de las ciencias sociales y de las exactas, muchos pensadores e investigadores han cultivado amistades que no solo han generado vínculos emocionales, sino que también han favorecido el planteamiento de sus teorías. Un afecto entrañable unió a Karl Marx y Friedrich Engels. stuvieron juntos en las buenas y en las malas.

El desarrollo de la teoría marxista se inicia con dos filósofos, sociólogos y economistas alemanes, cuya vida transcurrió en la época de desarrollo industrial y de luchas obreras en Europa (la Revolución de 1848 en Francia y Alemania y la Comuna de París en 1870).

Karl Marx, nacido en Tréveris (Alemania) en 1816, en una familia judía acomodada, convertida al protestantismo luterano, hizo estudios de derecho y luego de filosofía, doctorándose en 1841. Friedrich Engels, era también alemán, de padre empresario textil próspero, y así como Marx estudió filosofía. Se vinculó a las empresas del padre, con la mirada del analista sobre las condiciones de los trabajadores.

Marx y Engels se encuentran en 1844 e inician una entrañable amistad que durará hasta la muerte del primero. Engels se convirtió en “el ángel de la guarda” de Marx, solventando siempre sus graves penurias económicas. Marx, con tres hijas, solo recibía magros pagos por sus artículos de prensa. Interesados en los mismos temas, dialogaron, escribieron y lucharon juntos. De esta colaboración nace una filosofía que pretendía no solo comprender, sino transformar el mundo.

Explica la teoría marxista la decisiva preeminencia de la estructura material que define la superestructura (instituciones políticas, jurídicas, culturales, ideología), aunque también reconoce que en la superestructura se dan movimientos que pueden terminar influyendo en la primera.

Entre los muchos textos de estos dos filósofos que tenían en mente un cambio social, se destaca el Manifiesto Comunista en 1848, que fue aplaudido y recogido por los trabajadores, y que la Iglesia católica trató de contrarrestar con la Encíclica Rerum Novarum del papa León XIII sobre la necesidad de justicia social para los trabajadores, pero con el respeto a los patronos y guiada por los principios católicos.

En este texto, icono del marxismo, Marx y Engels explican cómo el desarrollo histórico de las sociedades está basado en su modo de producción (esclavismo, feudalismo, capitalismo) y que cada modo de producción crea clases sociales que se enfrentan irremediablemente hasta que de su contradicción surge un nuevo momento social y económico, con nuevas clases sociales.

En 1848, las clases se distinguían claramente en la burguesía, que era dueña de los medios de producción, y el proletariado que recibía un salario que apenas le permitía sobrevivir mientras el fruto de este trabajo, la plusvalía, llenaba las arcas de los patronos. (Proletario significa que lo único que tiene suyo en el mundo es su prole.) El proletariado es entonces la clase que ha de expropiar a los capitalistas y socializar los medios de producción.

En Londres donde vivió 34 años, Marx escribió su obra El Capital, cuyo primer tomo fue publicado en 1867. El segundo y el tercero quedaron sin terminar y después de la muerte de Marx por tuberculosis en 1883 y su entierro en Londres, su amigo Engels se dedicó a organizar los textos, que serían publicados en 1885.

Se calcula que durante su larga y fértil amistad se escribieran por lo menos una vez al día; aprovechaban irónicamente que, para entonces, la Revolución Industrial había facilitado las comunicaciones al punto de que un telegrama se demoraba sólo un par de horas entre su escritura y su entrega en otra ciudad. Habitualmente no sólo era un telegrama, sino que podían ser tres, cuatro, ocho.

Si entonces hubiera existido WhatsApp o Facebook, tal vez nunca hubieran tenido tiempo para dedicarse a estudiar y escribir para su monumental obra. No sólo intercambiaban correspondencia seria; también se contaban chismes y compartían chistes; Marx, sin mucho tacto, le informaba que necesitaba pagar la matrícula de su hija y Engels, con enorme paciencia, le respondía con una remesa.

Se dice entonces que Engels tuvo la grandeza humana de reconocer en su amigo un genio que sin su ayuda no podía florecer. Incluso a costa de dejar a un lado su propia obra, que fue igual de original e influyente. Cuando Marx murió, aunque la situación de su viuda y sus hijas era mucho más estable, Engels siguió apoyándolas incondicionalmente.

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