Una mirada desde la infancia a la música de acordeón a propósito de nuestra actividad Son de los Niños el próximo sábado 19 de mayo con Adriana Lucía, recordada intérprete vallenata en su niñez.
Como genero pleno de nostalgias que es, el vallenato le ha cantado a todo tipo de sensaciones y sentimientos. El retorno a la niñez y la felicidad perdida cuando se llega a la edad adulta es uno de los motivos recurrentes de algunas de las letras del repertorio. Baste revisar un par de clásicos como “Tiempos de cometa”, paseo del malogrado autor patillalero Freddy Molina, que dice:
“Cuanto deseo porque perdure mi vida, / que se repitan felices tiempos sentidos: / El primer trago a escondidas, / mi primera novia en olvido… / Ya mi juventud declina / al compás de tiempos idos”; o aquel otro paseo del compositor Camilo Namen Rapalino “Recordando mi niñez”, ganador de Canción Inédita del Festival Vallenato de 1972, que reza: “Me dio una tristeza porque ayer recordé / los tiempos aquellos, aquellos, / en que volaba papagayos / Y ahora que estoy grande, que paso trabajo, / quisiera volver a la niñez…"
El caso es que vallenato e infancia han tenido una conexión más profunda de lo que pudiera llegar a pensarse.
El primer niño en grabar vallenatos fue Javier Gámez, oriundo de Cañaverales, corregimiento de San Juan del Cesar, Guajira. A sus 14 años, fue descubierto en su terruño por tres grandes músicos que emprendían correrías haciéndose llamar el Trío de Oro: Hernando Marín, Máximo Mobil y Sergio Moya Molina. Tal fue la sorpresa de haberse encontrado a un juglar de tan temprana edad que de inmediato lo llevaron a grabar a Discos CBS, en donde saltó a la fama en 197
Un año después, Discos Fuentes lanzó a otra figura infantil de la misma edad, Édigar Morillo, quien debutó en el disco “El pequeño vallenato” entonando canciones de Diomedes Díaz, Elberth Araújo, Sergio Moya Molina y Juvenal Daza, entre otros. Y en 1981 se completaría una tripleta de lujo con la aparición de un tema llamado “Drama provinciano”, canción que a tres voces hablaba del abandono familiar según las versiones de la madre, el padre y el pequeño hijo. Ese niño que ahí cantaba, junto con la agrupación El Doble Poder de Daniel Celedón, resultó ser su sobrino, Jorge Celedón.
Hoy, esas tres figuras continúan en actividad ya adultos. Javier Gámez toca la guitarra y canta en el trío Cañasán al lado de Hernando Marín Jr.; Édigar Morillo es uno de los coristas más solicitados del mundo del vallenato, y poco habrá que decir que no se haya dicho sobre Jorge Celedón, figura internacional gracias a temas como “Ay hombe”, “Parranda en el cafetal” y “Esta vida”.
Luego de ellos vendrían otras jovencísimas y rutilantes figuras en el canto vallenato, como Juan Piña, Jorge Luis Ramos y una pequeña cantante de Lorica, Córdoba, llamada Adriana Lucía.
Pequeños gigantes del acordeón
Desde 1970, el Festival de la Leyenda Vallenata realiza el concurso que premia al Rey Vallenato en la categoría Infantil. La seriedad en los procesos de trabajo de varios de esos pequeños ha hecho que algunos hayan logrado obtener otras coronas en ése y otros concursos de acordeón a lo largo de nuestra geografía. El primer Rey Vallenato Infantil fue Ciro Meza Reales, mismo que en 1972 se llevara la corona en la categoría Aficionado y que en 2003 se coronara con el máximo galardón del certamen, el de Rey Vallenato Profesional.
Otros reyes infantiles en el Festival Vallenato que tuvieron incidencia en la misma festividad en su etapa adulta fueron Raúl “Chiche” Maestre (que se coronó de niño en 1973, de aficionado en 1975 y de Rey Profesional en 1981), Orangel Maestre (Rey Infantil de 1975 y Rey Profesional en 1984), Fernando Dangond Castro (1976), Navín López (Rey Infantil en 1977, Aficionado en 1980 y Profesional en 2002) y Hugo Carlos Granados, que en 1980 se llevó la corona infantil e hizo toda la ruta de palmarés hasta convertirse en Rey de Reyes en 2007.
Hoy, el nivel de los pequeños aspirantes a llevarse la corona al Rey Infantil es insuperable, entre otras cosas a la aparición de escuelas de acordeón a lo largo y ancho de la geografía colombiana, no solo en territorios de la costa Caribe sino también en el interior del país. Algunos nombres de pedagogos sobresalen, como el de Andrés Eliécer Gil Torres, el Turco Gil, quien inició dictando clases debajo de los árboles de su casa en 1979, y quien hoy es el orgulloso creador de la agrupación itinerante Los Niños Vallenatos, que han girado por el mundo entero y que han salido de las diferentes promociones de la Academia de Música Vallenata que lleva el nombre de su creador y que anualmente atiende alrededor de 300 alumnos.
Infancia y vallenato suelen ir de la mano, está claro, y ello sin importar la edad. Siempre habrá manera de regresar a la niñez con el sonar de un acordeón, a aquello que Carlos Vives llamó “la inocencia de aquellos años, / de esos primeros amores / que al recordar vuelven a nacer”.