Las abejas son ejemplo de trabajo organizado y colaborativo. Ellas tan pequeñas, pero con una gran responsabilidad, son las polinizadoras del planeta, y son consideradas las reinas del equilibrio del ecosistema. Así qué, con el mundo a cuestas, también incidieron en la vida de Julián Arenas, un chaparraluno que dejó los domicilios por la apicultura.
Como en toda colmena, el trabajo organizado y escalonado hace parte de su naturaleza. Julián Arenas, junto a Zenaida Méndez, la mamá de su hija, soñó con realizar este proyecto. Mientras que ella planeaba la ruta de trabajo, él recorría las calles del municipio, llevando y trayendo domicilios de sus vecinas y allegadas en medio de la pandemia.
“Era algo que traíamos en mente, pero en un inicio se vio truncado por el aislamiento y la crisis que vivimos por el covid”, afirma Arenas, mientras recuerda momentos atrás, cuando a pesar de las adversidades, empezaron a juntar los ahorros, “Lo que me gané de los domicilios, lo invertí en el primer apiario en la vereda San Miguel, en Chaparral”.
Los cierres de las vías, las restricciones en la movilidad y el aislamiento social, alejaban cada vez más el anhelo del proyecto familiar de Arenas; y de los apicultores del sur del Tolima. Esto, debido a que pasaban por un quiebre, al no poder adquirir los insumos propios del cuidado de las abejas y a la poca comercialización de los productos a base de miel.
En esta situación de caos, la resistencia de las polinizadoras frente a las crisis es un ejemplo. Para mantener vital las colmenas, uno de los principales roles de las abejas, es cuidar a la reina de cualquier amenaza, de ella depende la pervivencia de toda la colmena. Tal cual, como la organización de las polinizadoras, la familia Arenas asumió los desafíos y dificultades de emprender en medio del riesgo, “El primer reto fue la incertidumbre, el no saber qué iba a suceder durante el covid-19 y luego que todo pasara. Fue una decisión riesgosa”, recuerda Arenas.
Sin embargo, las lecciones de supervivencia de las polinizadoras, hicieron eco en el emprendimiento de Arenas. Las colmenas organizadas en castas, donde la reina pone los huevos, los machos se encargan de la limpieza y las hembras son las que recolectan el polen, sirvieron de guía para continuar adelante con el propósito.
Para la familia, esto ha sido un ejemplo a seguir, durante más de un año lo han replicado para hoy recoger las mieles del proyecto, “a la fecha tenemos doce colmenas, de las cuales hemos extraído ochenta kilos de miel. También hago asistencia a asociaciones que trabajan con abejas en el sur del Tolima, instalo apiarios y vendo productos a base de miel”.
Pero esta labor consiste en un cuidado recíproco. Por un lado, los beneficios de la miel para el consumo humano, y por el otro, la conservación de estas polinizadoras que se encuentran en peligro extinción, “Por eso con mi trabajo garantizo la protección de más de tres millones de abejas de las diferentes colmenas que administro. Las abejas son el futuro de la vida”, explica Arenas, mientras alista su moto, con rumbo a un panal.