El día que ‘El Flecha’ -personaje creado por David Sánchez Juliao- se encontró fortuitamente con el escritor en el bar ‘Tuqui tuqui’ y le contó sobre sus primeros entrenamientos de boxeo, lanzó una frase tan certera como aquellos primeros golpes al saco de arena y que describe a Lorica a la perfección.
“...A la semana de estar entrenando, toda Lorica Saudita -le dicen así por la cantidad de turcos que hay ahí-, repito, toda Lorica Saudita supo el futuro de mis puños...”.
Eso fue después de presentarle a Eric Manzur, “un ‘turquito’ ensamblado en Colombia” porque su padre era árabe y su mamá loriquera.
Santa Cruz de Lorica, la tierra de David Sánchez Juliao y de los hermanos Manuel y Delia Zapata Olivella, es un municipio del departamento de Córdoba, pero por la cantidad de apellidos árabes bien podría ser algún pueblo del Líbano, Siria, Palestina o cualquier país de Medio Oriente, tal como lo sugiere ‘El Flecha’.
Antonio Dumett, poeta, escritor e historiador loriquero de ascendencia palestina, explica que lo de los apellidos obedece a varias oleadas de migración desde esas lejanas tierras. Una de estas fue fortuita.
“Durante la primera oleada, entre los años 1895 y 1905, no existía el departamento de Córdoba, sino el Bolívar Grande que comprendía además lo que ahora es Sucre. Lo que sí existía era Puerto Colombia y su muelle marítimo, en el Atlántico. Ellos (los sirios, libaneses, palestinos, en fin) iban para Brasil y en Puerto Colombia, por un daño en el motor del barco, decidieron quedarse”, cuenta Dumett.
La razón que tuvieron para bajar de la embarcación no fue otra que económica.
“Con el barco varado tenían que comer y se les acababan los ahorros. Ese fue el caso de mi abuelo que viajaba con mi abuela y tuvieron que desembarcar y empezar a mirar otras posibilidades”, explica el poeta.
Entonces, junto a otros paisanos, siguieron mar abajo y entraron a lo que ahora es el departamento de Córdoba por la desembocadura del río Sinú, que entonces era en Cispatá. Desde allí, llegaron a Lorica.
“Cuando arribaron aquí vieron el territorio próspero y pusieron un negocio de telas y una naviera”, reseña Dumett.
Entre los apellidos más comunes de Lorica se cuentan, entre otros, Dumett, Jattin, Manzur, Zafar, Abdala, Saher y Gossaín.
Precisamente Juan Gossaín, maestro del periodismo, ha explicado en muchas ocasiones que el origen de su apellido es libanés y que su padre fue uno de los Gossaín que se quedó en San Bernardo del Viento, a orillas del mar Caribe, y no viajó a Lorica, municipios separados por apenas 22 kilómetros.
“Mi padre se llamaba Juan Gossaín Lajud, nacido en Zahlé. Mi mamá, Bertha Abdala. Mi padre y mi abuelo materno eran primos, llegaron a Colombia por allá el año 1923, apenas terminó la Primera Guerra Mundial”, ha contado Gossaín.
El Líbano había sido víctima de invasores como el Imperio Otomano (o Imperio Turco), que estuvo muchos años como ocupante de la península arábiga. Así que, además de huir de la guerra, los migrantes de aquellos territorios buscaban, de acuerdo con Gossaín, libertad religiosa.
“Mi papá era católico maronita. Aquí encontró amor, mano tendida de la gente, un plato servido, amabilidad. Así que se vinculó y unió espiritualmente a esta región”.
La última oleada de migrantes libaneses fue en los años 20 del siglo pasado. Entonces, ya otros árabes se habían adelantado y dominaban el comercio de Barranquilla y Cartagena, por lo que no les quedó de otra que seguir recorriendo el inmenso mar Caribe colombiano y así llegaron a Sucre y Córdoba. Aunque algunos palestinos optaron por quedarse en Maicao, La Guajira.
Y hablando de la invasión del Imperio Otomano, dicen los historiadores que cuando los árabes llegaron a Colombia tenían pasaporte de Turquía precisamente por la ocupación de sus países. Es por esta razón -y también para no complicarse con gentilicios hasta entonces extraños- que en la región Caribe a cualquiera con apellido del Medio Oriente les empezaron a decir -y aún les dicen- turcos.
Volviendo a Lorica, la influencia árabe va más allá de los apellidos. Se puede palpar en la arquitectura, como por ejemplo la casa Afife Matuk y el mercado público El Ranchón, a orillas del río Sinú, cuya arquitectura es republicana con algunos vestigios árabes y que es Monumento Nacional.
De igual manera en la gastronomía se puede saborear con bocados como los quibbes, tahines y tabbules que comparten mesa en ese mismo mercado con las caribañolas y el bocachico frito.
Para el reconocido chef Alex Quessep (apellido de origen libanés), la cocina de la Región Caribe, y en especial la de Lorica, asumió como tradicional el recetario árabe.
“La presencia es tan marcada y fuerte que ya desapareció la percepción de que era una cocina ajena, la gente la siente como propia. Se encuentra, por ejemplo, el pan árabe relleno con dulce y que llaman galleta turca de coco. También existe una impronta marcada de esa sazón árabe en el uso de las especias”, afirma Quessep.
En Lorica ‘Saudita’ ni la literatura escapó al influjo del Medio Oriente. La obra de David Sánchez Juliao y sus audiorelatos así lo demuestran. Uno de sus más célebres es ‘Abraham Al Humor’. Allí el autor fue contundente sobre el tema abordado en estas líneas:
A pesar de que “los habitantes del Caribe colombiano somos una mezcla de blanco, indio, negro y árabe (...) a pesar de todo eso, en torno a los árabes de Lorica hay mucha tela que cortar”.