Cuando el calendario del año avanza hacia el final de febrero, empiezan los preparativos finales de una nueva versión del Festival del Frijol. El sol brilla en las laderas de las montañas y en los surcos de los cultivos que le dan la esencia a la Zona de Reserva Campesina El Pato-Balsillas, creada en 1997 bajo la Ley 160 de 1994 como una apuesta de gestión propia del territorio, conservación ambiental y reducción de la frontera agrícola, una de las principales causas de deforestación en Colombia.
Con antelación las comunidades que integran la zona han designado un Comité de Fiestas. Una a una las labores se van concretado: las contrataciones concluyen, los escenarios culturales se preparan, los concursos quedan organizados, la comida se aliña, las bebidas se enfrían y los invitados se confirman. El alma de la fiesta se viste de gala en la inspección de Guayabal, punto de acopio de las ´mulas´ cargadas de frijol. El apoyo de la Asociación Municipal de Colonos del Pato – Balsillas (AMCOP) es fundamental.
“El viernes arrancan los eventos culturales, se entonan las coplas y entran en escena los bailes. El sábado continúan los eventos culturales y rueda el balón en la cancha durante los encuentros de microfutbol masculino y femenino”, describe Albeiro Caro, joven de 25 años productor de frijol.
Llega el último día lleno de concursos. La mujer arriera pone en alerta a la mula con la carga y la destreza de la persona para colgar con mayor agilidad el frijol, también es premiada. Se afinan detalles y el show principal de música en vivo retumba en la cordillera de la Zona de Reserva Campesina al noroccidente del Caquetá, límites con el Parque Nacional Los Picachos, la Amazonia y el Meta.
Homenaje al cultivador del campo
El primer Festival del Frijol se remonta al año 2015, cuando las comunidades que habitan la zona -uno de los territorios con mayor producción de frijol con cerca de 5000 toneladas al año- coincidió en la necesidad de rendir homenaje a los campesinos que trabajan en las frijoleras y fortalecer la infraestructura técnica y de vías terciarias que permita robustecer la producción de esta leguminosa.
“Este producto es una de las economías principales que tenemos en nuestra Zona de Reserva Campesina. Cuando inicia la cosecha los cultivadores trabajan de domingo a domingo, de sol a sol, llueva o truene, entonces se propuso hacer la festividad para disfrutar en familia, además, deja importantes recursos para las comunidades”, explica Diego Osorio – vicepresidente de la Junta de Acción Comunal de la Inspección de Guayabal.
Una vida dedicada al frijol
Para Albeiro Caro, joven productor de frijol de la región, su labor de siembra y cosecha de frijol, así como el sentido de pertenencia con el evento, es un homenaje constante que rinde a la Zona de Reserva Campesina y el compromiso de las comunidades con el campo, aún en medio de las necesidades que afrontan.
“Mi rol como cultivador de frijol es muy bonito. Así como el frijol recompensa la labor que uno hace, así mismo puede dejar perdidas en época de invierno. Por eso, es necesario dejarlo sembrado a una medida exacta para que no crezca muy frondoso, además, limpiar constantemente la plantación para prevenir fenómenos como ´el hielo, que es un hongo que le da al frijol cuando la humedad por el invierno es muy alta”, puntualiza el joven agricultor.
A nivel nacional esta zona campesina es reconocida por su importante producción de frijol variedad cargamanto, principalmente. Una dinámica agraria cargada de cultura que llena de orgullo a varias generaciones que han hecho de este cultivo su proyecto de vida.
Y son los jóvenes los que en la Zona de El Pato – Balsillas hacen el relevo generacional con el propósito de recuperar y mantener vivas las tradiciones del territorio. “Nosotros hemos estado trabajando de la mano de AMCOP, queremos apoyar el tema cultural, reviviendo prácticas y costumbres que se han estado perdiendo”, agrega Albeiro Caro.
Un rol importante que se evidencia en la apropiación de las festividades del frijol, Retorno al Pato, Festival del Campesino y Festival Compavi, según Diego Osorio, vicepresidente de Guayabal. En este desempeño el acompañamiento de las instituciones educativas y las casas de la cultura presentes en el territorio es esencial.
La octava edición del Festival ha concluido con una afluencia de cerca de 1000 personas. Niños, jóvenes, hombres y mujeres del Pato han bailado, reído, jugado, comido, bebido. Los visitantes se han marchado. Mientras tanto los trabajadores del campo han vuelto a los surcos a preparar una nueva cosecha de frijol, esperando el próximo festejo y homenaje en Guayabal Caquetá.